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Un contrato con Elena

OliviaB
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Capítulo 1 1

Cerré la puerta de mi pequeña tienda de flores y suspiré. Otro día duro. Las cuentas no dejaban de acumularse y apenas tenía clientes suficientes para mantener el negocio en pie. Con el cansancio apoderándose de mí, caminé hacia mi diminuto apartamento, sintiendo que el peso de mis problemas se hacía más pesado con cada paso.

Al llegar a casa, dejé caer mi bolso en el sofá y me dirigí a la cocina para prepararme una taza de té. Necesitaba algo caliente para calmarme. Mientras el agua hervía, mi teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla y me sorprendí al ver el nombre de mi viejo amigo, Javier. Javier y yo habíamos crecido juntos y aunque nuestros caminos se habían separado, siempre habíamos mantenido el contacto, aunque fuera esporádico.

-¿Javier? -contesté, tratando de sonar más animada de lo que me sentía.

-Elena, ¡qué bueno que contestaste! Necesito hablar contigo sobre un asunto muy importante. ¿Podemos vernos mañana? -dijo Javier, con una urgencia en su voz que rara vez había escuchado.

-Claro, ¿de qué se trata? -pregunté, intrigada.

-Es mejor que lo hablemos en persona. Te invito a almorzar. ¿Te parece bien a las doce en el Café del Parque?

-Está bien, nos vemos allí -respondí, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.

A la mañana siguiente, me dirigí al Café del Parque, un lugar acogedor que Javier y yo solíamos frecuentar cuando éramos adolescentes. El lugar no había cambiado mucho, aún tenía ese aroma a café recién molido y pasteles recién horneados. Al entrar, lo vi sentado en una mesa en la esquina, con su característica sonrisa y una carpeta gruesa frente a él.

-Elena, gracias por venir -dijo, levantándose para darme un abrazo.

-Javier, me tienes en ascuas. ¿Qué es tan importante? -pregunté, sentándome frente a él.

-He recibido una propuesta muy inusual que creo podría interesarte. Es... bueno, es un matrimonio por contrato -dijo, abriendo la carpeta y sacando unos documentos.

Me quedé mirándolo, sin saber si reírme o enojarme.

-¿Qué? ¿Un matrimonio por contrato? ¿Me estás tomando el pelo? -repliqué, sintiendo cómo la incredulidad se apoderaba de mí.

-Sé que suena loco, pero déjame explicarte. Un cliente mío, Alejandro Ferrer, necesita casarse para cumplir una cláusula del testamento de su abuelo y heredar la empresa familiar. Está dispuesto a ofrecer una suma considerable a cambio de un matrimonio de conveniencia.

Mi mente comenzó a girar. Conocía a Alejandro Ferrer, al menos de nombre. Era un empresario exitoso, conocido por su frialdad y su enfoque implacable en los negocios. La idea de casarme con alguien así me parecía absurda, pero la mención de una "suma considerable" me hizo detenerme.

-¿Cuánto estamos hablando? -pregunté, tratando de mantener la voz neutral.

-Elena, esto podría resolver todos tus problemas financieros. Te está ofreciendo suficiente dinero para salvar tu tienda y asegurar tu futuro -dijo Javier, deslizando un documento hacia mí con los detalles financieros.

Miré los números y sentí que mi corazón daba un vuelco. Era más dinero del que había visto en mi vida.

-¿Qué tendría que hacer? -pregunté, aún dudosa.

-Casarte con él por un año. Vivir juntos, mantener las apariencias y, después de ese tiempo, un divorcio discreto y amigable. Sin compromisos emocionales -explicó Javier.

Me quedé en silencio, considerando la propuesta. Era una locura, pero también una oportunidad que podría cambiar mi vida. Con un profundo suspiro, levanté la mirada y encontré los ojos de Javier, llenos de preocupación y apoyo.

-Lo pensaré -dije finalmente, sabiendo que mi vida estaba a punto de tomar un giro inesperado.

Después de nuestro encuentro, caminé de regreso a casa, tratando de ordenar mis pensamientos. Mi tienda de flores era mi vida, mi sueño hecho realidad. Había invertido todo en ese negocio y verlo al borde de la quiebra me destrozaba. La oferta de Alejandro Ferrer podría salvarlo todo, pero a qué costo. No era solo el dinero lo que me preocupaba, sino la idea de casarme con un hombre al que apenas conocía, un hombre con fama de frío y distante.

Esa noche, me acosté en la cama y miré el techo, intentando imaginar cómo sería mi vida si aceptaba la oferta. Podría salvar mi tienda, asegurar mi futuro y quizás, solo quizás, encontrar algo más en este acuerdo. Pero también podía perderme a mí misma en el proceso. Me giré de lado y cerré los ojos, sabiendo que la decisión no sería fácil.

            
            

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