Capítulo 2 2

Desperté al día siguiente con la cabeza aún llena de dudas. Mientras me preparaba un café, no podía dejar de pensar en la propuesta de Javier. ¿Casarme con Alejandro Ferrer por dinero? Sonaba como el guion de una telenovela barata, pero la verdad era que mi situación era desesperada y necesitaba considerar todas las opciones.

Mientras me servía el café, mi teléfono sonó de nuevo. Esta vez, era un número desconocido. Dudé por un momento antes de contestar.

-¿Hola? -dije, con un tono cauteloso.

-Elena Rodríguez, habla Alejandro Ferrer. Espero que Javier te haya hablado de mi propuesta -dijo una voz firme y autoritaria al otro lado de la línea.

-Sí, me lo mencionó. Aún no estoy segura de qué pensar -respondí, tratando de mantener la calma.

-Entiendo que es una decisión difícil, pero creo que sería mejor discutirlo en persona. ¿Podemos vernos hoy? -preguntó, sin dejar espacio para la negativa.

-Supongo que sí. ¿Dónde nos encontramos? -pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

-Te enviaré una dirección. Nos vemos en una hora -dijo, antes de colgar abruptamente.

Miré mi teléfono, un poco aturdida por la conversación. Alejandro Ferrer no perdía tiempo, eso era seguro. Decidí ponerme algo más formal, pero cómodo, y salí de mi apartamento. El taxi me llevó a una parte elegante de la ciudad que rara vez visitaba. Al llegar a la dirección indicada, me encontré frente a un imponente edificio de oficinas.

Subí al piso indicado y una recepcionista me condujo a una sala de reuniones lujosamente decorada. Al entrar, lo vi. Alejandro Ferrer estaba mirando por la ventana, y su figura era imponente. Alto, de cabello oscuro perfectamente peinado, con una mandíbula fuerte y unos ojos azules penetrantes que parecían ver más allá de lo evidente. Vestía un traje gris oscuro que destacaba su complexión atlética. Cuando se giró para mirarme, sus ojos fríos y evaluadores hicieron que mi corazón diera un vuelco.

-Elena, gracias por venir -dijo, extendiendo una mano.

Cuando nuestras manos se tocaron, sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. Fue un choque inesperado, una chispa de energía que me dejó momentáneamente sin aliento. Su mano era firme y segura, contrastando con la mía, que temblaba ligeramente.

-Hola, Alejandro -respondí, estrechando su mano con firmeza, tratando de recuperar la compostura.

Nos sentamos en una mesa de conferencias, y él abrió la carpeta que Javier había mencionado, sacando unos documentos.

-Quiero ser directo contigo, Elena. Este matrimonio no es algo que tomo a la ligera. Necesito casarme para cumplir una cláusula del testamento de mi abuelo y tú necesitas dinero para salvar tu negocio. Es un acuerdo beneficioso para ambos -dijo, sin rodeos.

-Lo entiendo, pero... esto no es solo un negocio. Es mi vida. ¿Cómo sabes que funcionará? -pregunté, buscando alguna señal de humanidad en él.

-Porque soy muy bueno en hacer que las cosas funcionen. Y tengo fe en que tú también lo eres. Mira, no pretendo que esto sea un matrimonio real. Solo necesitamos cumplir con las formalidades. Después de un año, ambos seremos libres -respondió, con una calma que me irritaba.

-¿Y qué pasa si algo sale mal? -pregunté, aún dudando.

-Tendremos un acuerdo legal. Todo estará claro y estipulado. No habrá sorpresas -aseguró, deslizándome los documentos. Me entregó una copia del acuerdo.

-Quiero que te lleves estos documentos y los leas con calma. Si tienes dudas o preguntas, puedes llamarme. Sé que es algo apresurado, pero para mí, esto es simplemente un negocio -dijo, su tono más suave de lo que había sido hasta ahora.

Tomé los papeles y comencé a leer. Había cláusulas sobre privacidad, convivencia y, por supuesto, el monto del pago. El dinero era más del que había imaginado. Podría salvar mi tienda y tener un colchón para futuros problemas. Pero aún así, sentía que estaba vendiendo una parte de mí misma.

-Necesito tiempo para pensarlo -dije finalmente, devolviendo los documentos.

-Por supuesto. Tómate tu tiempo. Pero no demasiado, el reloj no se detiene -respondió Alejandro, levantándose para despedirse.

Al estrechar su mano de nuevo, la misma corriente me recorrió. Salí del edificio con una mezcla de emociones. La propuesta era tentadora, pero las implicaciones eran enormes. Caminé sin rumbo por las calles de la ciudad, tratando de despejar mi mente. Finalmente, me detuve en un parque y me senté en un banco, observando a la gente pasar.

Mi teléfono sonó de nuevo, esta vez era Javier.

-¿Qué te pareció la reunión? -preguntó, con su voz habitual de apoyo.

-Es... complicado. No sé si puedo hacer esto, Javier. Es un gran riesgo -respondí, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse.

-Lo sé, Elena. Pero también sé que eres fuerte y capaz. Tómate tu tiempo para decidir. Pero recuerda, esto podría cambiar tu vida para mejor -dijo suavemente.

Después de colgar, me quedé sentada en el parque, reflexionando. La decisión no era fácil, pero mi situación tampoco lo era. Si aceptaba, podría salvar mi negocio y tener una oportunidad de empezar de nuevo. Si no lo hacía, quién sabe cuánto más podría aguantar.

            
            

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