Capítulo 4 4

La mañana siguiente llegó demasiado rápido. Apenas había dormido, y mi mente seguía llena de preguntas sin respuesta. Me preparé un café fuerte, tratando de despejarme, pero la ansiedad era difícil de sacudir. Hoy iba a firmar mi vida durante un año a un hombre que apenas conocía.

Cuando llegué a la oficina de Alejandro, me recibió su asistente con una sonrisa educada y me llevó a una sala de reuniones elegante y minimalista. Todo era impecable, desde los muebles hasta el aroma a café recién hecho. Me sentí pequeña y fuera de lugar.

Alejandro ya estaba allí, de pie junto a la ventana, observando la ciudad. Vestía otro traje impecable, y su presencia dominaba la habitación. Al verme, se giró y me dedicó una sonrisa que, aunque pequeña, parecía genuina.

-Buenos días, Elena. ¿Lista para empezar? -dijo, con un tono amable.

-Supongo que sí -respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.

Nos sentamos a la mesa, y él me pasó una pluma de plata junto con el acuerdo.

-Antes de que firmes, quiero asegurarme de que entiendas todo y estés cómoda con el arreglo. Si tienes alguna pregunta, ahora es el momento -dijo, su voz suave y tranquila.

Tomé un profundo respiro y miré los documentos una vez más. Aunque había leído cada cláusula, la realidad de lo que estaba a punto de hacer me golpeó con fuerza. Alejandro notó mi vacilación y su expresión se suavizó.

-Elena, sé que esto es difícil. No es una decisión fácil, y no quiero que sientas que estás siendo forzada a hacerlo. Pero te prometo que haré todo lo posible para que este año sea lo más llevadero para ambos -dijo, mirándome a los ojos.

-Gracias, Alejandro. Eso significa mucho para mí -respondí, sintiendo un poco de alivio por sus palabras.

-Hay algo más que necesitas saber -continuó, tomando un pequeño estuche de su bolsillo. Lo abrió, revelando un anillo de compromiso simple pero elegante-. Para que esto funcione, necesitamos casarnos hoy. Ya hay un juez esperándonos.

Mi corazón comenzó a latir más rápido. No esperaba que todo sucediera tan rápido.

-¿Hoy? -pregunté, sintiendo una mezcla de sorpresa y pánico.

-Sí, hoy. Debemos ser lo más realistas posible. El mundo debe creer en nuestro matrimonio. También tendrás que mudarte a mi casa hoy mismo -dijo, su tono firme pero amable.

Con un último suspiro, firmé los documentos. Sentí una mezcla de alivio y miedo mientras lo hacía. Al fin y al cabo, estaba dando un salto al vacío, confiando en que las cosas saldrían bien.

-Bienvenida a nuestra nueva vida, Elena -dijo Alejandro, extendiéndome la mano para sellar el acuerdo.

Cuando nuestras manos se tocaron de nuevo, la misma corriente eléctrica me recorrió. Esta vez, sin embargo, también sentí una chispa de determinación. Estaba decidida a hacer que esto funcionara.

Alejandro se puso de pie y se acercó a mí con el anillo en la mano. Lo tomó suavemente y lo deslizó en mi dedo.

-Es solo un símbolo, pero quiero que sepas que estoy comprometido a hacer esto lo mejor posible para ambos -dijo, mirándome con seriedad.

-Gracias, Alejandro. Estoy lista -respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.

Nos dirigimos juntos a la pequeña sala donde el juez nos esperaba. La ceremonia fue breve y formal, sin ningún atisbo de romance, pero con una seriedad que hizo que todo se sintiera real. Mientras intercambiábamos votos, mi mente seguía tratando de asimilar lo que estaba sucediendo. Estaba casada con un hombre que apenas conocía, y mi vida iba a cambiar drásticamente.

Salimos de la oficina juntos, y Alejandro me llevó a su coche, un lujoso sedán negro que destacaba en la acera. Mientras conducía hacia lo que sería nuestro nuevo hogar, traté de calmar mis nervios observando la ciudad pasar por la ventana.

Finalmente, llegamos a una imponente mansión en una zona exclusiva de la ciudad. La casa era enorme, con jardines perfectamente cuidados y una fachada que exudaba riqueza y poder. Mi pequeño apartamento parecía un juguete en comparación.

-Esta es tu nueva casa, Elena. Espero que te guste -dijo Alejandro, notando mi asombro.

-Es... impresionante -respondí, sin saber qué más decir.

Entramos y un equipo de personal nos recibió, todos con sonrisas profesionales. Me sentí abrumada por el tamaño de la casa y la cantidad de personas a nuestro alrededor. Alejandro me dio un recorrido rápido, mostrándome las áreas comunes, la cocina, el comedor y, finalmente, mi habitación.

-Este será tu espacio privado. Puedes decorarlo como desees y hacer que se sienta como en casa -dijo, abriendo la puerta a una suite amplia y luminosa.

-Gracias, Alejandro. Realmente aprecio que hayas pensado en todo -respondí, sintiéndome un poco más a gusto.

Cuando él se fue, me dejé caer en la cama, mirando el techo. La realidad de mi nueva vida comenzó a asentarse. Tenía miedo, sí, pero también sentía una extraña emoción. Esta era una oportunidad para empezar de nuevo, para salvar mi tienda y asegurar mi futuro.

Esa noche, cenamos juntos en el comedor formal. La conversación fue educada pero algo tensa. Hablamos de nuestros planes para los próximos días y de cómo manejaríamos la convivencia. Aunque todavía me sentía incómoda, aprecié su esfuerzo por hacerme sentir bienvenida.

Después de la cena, me retiré a mi habitación y me senté junto a la ventana, mirando las luces de la ciudad. Pensé en todo lo que había dejado atrás y en lo que me esperaba. Este año sería un desafío, pero estaba decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad.

Mi teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Era un mensaje de Javier.

-¿Cómo te fue hoy? ¿Estás bien?

Sonreí y le respondí.

-Fue un día largo, pero estoy bien. Gracias por todo tu apoyo. Hablamos pronto.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022