Capítulo 5 5

Los primeros días en la mansión de Alejandro fueron una mezcla de asombro y adaptación. La casa era un laberinto de habitaciones y pasillos interminables. Cada rincón estaba decorado con un gusto exquisito, y el personal siempre estaba a disposición para cualquier cosa que necesitara. Sin embargo, a pesar de todo el lujo, me sentía sola y perdida en este nuevo mundo.

Alejandro y yo tratamos de mantener una apariencia de normalidad. Desayunábamos juntos y, ocasionalmente, cenábamos en el comedor formal. A veces, nuestras conversaciones eran cortas y llenas de formalidades, pero había momentos en que sentía que nos entendíamos más allá del acuerdo que habíamos firmado. Empezaba a ver destellos de su humanidad bajo la fachada de hombre de negocios frío y calculador.

Una tarde, mientras exploraba la casa, me topé con una puerta cerrada. La curiosidad me venció y giré la perilla. La habitación estaba oscura, pero alcancé a ver varias cajas y muebles cubiertos con sábanas. Encendí la luz y comencé a investigar, encontrando fotos antiguas y recuerdos de una vida pasada. Una en particular llamó mi atención: una foto de una mujer joven con cabello oscuro y ojos vivaces. La sonrisa en su rostro era radiante, y por alguna razón, sentí una conexión instantánea con ella.

-¿Qué estás haciendo aquí? -La voz de Alejandro me sobresaltó. Me giré y lo vi de pie en la puerta, su rostro una mezcla de sorpresa y enojo.

-Lo siento, la puerta estaba abierta y... -comencé a decir, pero él me interrumpió.

-Esta es una parte de la casa que no deberías explorar -dijo con un tono cortante, entrando en la habitación y cerrando la puerta tras él. Con una firmeza que nunca había visto en él, me tomó del brazo y me sacó a empujones-. ¡No tienes derecho a husmear en mis cosas!

-¡Alejandro, por favor! -intenté defenderme, sorprendida por su reacción.

-¡No vuelvas a entrar aquí! -gritó, su voz llena de ira contenida. Sus ojos estaban oscuros y su respiración agitada.

Salí de la habitación, mi corazón latiendo con fuerza. Nunca lo había visto tan enfadado. Me encerré en mi suite, tratando de calmarme. ¿Quién era esa mujer en la foto? ¿Por qué provocaba una reacción tan fuerte en Alejandro?

Esa noche, Alejandro me llamó a su despacho. Me temía lo peor, pero al llegar, me encontré con él sentado detrás de su escritorio, con una expresión pensativa.

-Necesitamos hablar de algunas cosas -dijo, señalando una silla frente a él-. Si vamos a vivir juntos y mantener esta fachada, necesitamos ser más honestos el uno con el otro.

-Estoy de acuerdo -dije, sentándome.

-Lo de hoy... Lo siento. No debería haber reaccionado así -dijo, su voz más calmada ahora-. Hay cosas en mi pasado que son difíciles para mí, pero no quiero que eso afecte nuestro acuerdo.

-Entiendo, pero necesito saber en qué me estoy metiendo. No puedo seguir así, sin saber nada -respondí, tratando de mantener la calma.

Alejandro asintió, aparentemente comprendiendo mi punto.

-Hay algo más de lo que quiero hablar contigo. Sé que firmaste el acuerdo sin dudar mucho, y por eso te agradezco. Pero hay una parte que no hemos discutido en detalle -dijo, sacando un sobre de su escritorio-. Quiero que leas esto.

Tomé el sobre y lo abrí. Dentro había una carta escrita a mano. La leí en silencio, y cuanto más avanzaba, más sorprendida me sentía. Era una carta de su abogado detallando varias cláusulas del acuerdo que no había notado en mi primera lectura. Una de ellas especificaba que, además del matrimonio y la convivencia, debía asistir a todos los eventos sociales importantes con Alejandro, sin excepción.

-Esto es más de lo que esperaba -dije, sintiéndome abrumada.

-Lo sé, pero es necesario para mantener las apariencias. Necesitamos que todos crean que este matrimonio es real -respondió Alejandro.

-Está bien, lo haré. Pero necesito que me prometas que serás honesto conmigo -dije, mirándolo directamente a los ojos.

-Te lo prometo, Elena. Haré todo lo posible para que esto funcione -dijo, su tono sincero.

Los días siguientes pasaron con una mezcla de tensión y normalidad. Alejandro y yo tratábamos de mantener una relación cordial, pero la sombra de su pasado siempre estaba presente. Una tarde, mientras paseaba por el jardín, mi teléfono sonó. Era un número desconocido.

-¿Hola? -respondí, curiosa.

-Elena, soy Javier. Necesitamos hablar, es urgente -dijo con una voz preocupada.

-¿Qué pasa, Javier? -pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

-He descubierto algo sobre Alejandro. No es quien dice ser. Necesito que vengas a verme, ahora mismo -dijo, su voz llena de urgencia.

Colgué el teléfono, sintiéndome mareada. ¿Qué había descubierto Javier? ¿Podía confiar en Alejandro? Necesitaba respuestas, y las necesitaba pronto.

Esa noche, me encontré con Alejandro en el comedor, y la tensión era palpable. Decidí enfrentar la situación de una vez por todas.

-Alejandro, necesitamos hablar -dije, mi voz firme.

-¿Sobre qué? -preguntó, levantando la vista de su plato.

-Sobre quién eres realmente. Javier me llamó y dijo que descubrió algo importante sobre ti -dije, observando su reacción.

Su rostro se endureció y su mirada se volvió fría.

-¿Qué te dijo exactamente? -preguntó, su voz controlada pero con una tensión evidente.

-No lo sé, solo me dijo que necesitaba verme. Pero quiero escucharlo de ti primero. ¿Quién eres realmente, Alejandro? -dije, mi corazón latiendo con fuerza.

Alejandro suspiró y se pasó una mano por el cabello, visiblemente incómodo.

-Javier está mintiendo, Elena. Lo único que quiere es dinero. Me ha estado chantajeando, amenazando con revelar nuestra relación a los medios si no le pagaba -dijo, su tono serio y convincente.

Sentí que el suelo se movía bajo mis pies. Todo lo que había creído saber sobre Javier se desmoronaba. ¿Podía confiar en alguien que había mentido sobre su propia identidad?

-¿Por qué no me lo dijiste antes? -pregunté, mi voz temblando.

-Porque quería protegerte. Pensé que mientras menos supieras, más segura estarías. Pero ahora veo que fue un error -dijo, su expresión llena de arrepentimiento.

Me levanté de la mesa, necesitando tiempo para procesar todo. Alejandro me observó en silencio, sin intentar detenerme.

Me dirigí a mi habitación, cerré la puerta y me dejé caer en la cama. Mi mente estaba llena de preguntas y dudas. Todo lo que había ocurrido en los últimos días me parecía irreal. Necesitaba respuestas, pero más que nada, necesitaba entender quién era realmente Alejandro.

                         

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