Capítulo 3 El Accidente

Este pueblo tiene un par de meses lluviosos al año, pero ese fatídico día después de cerrar la tienda, el cielo estaba más oscuro de lo habitual con un tinte índigo especial, había llovido casi todo el día y las carreteras estaban resbaladizas. Papá conducía la vieja camioneta de cuatro pasajeros que usábamos para hacer entregas, estábamos a punto de pasar el puente cerca a las faldas del pueblo no muy lejos de casa cuando un venado apareció de la nada, mamá y yo gritamos y papá giró el volante repentinamente para evitar golpear al inocente animal.

El fuerte chirrido de neumáticos indicaba que quería detener el vehículo, pero el pavimento mojado hizo que nos volcáramos dando un par de vueltas hasta chocar contra un árbol. Todo pasó tan rápido y recuerdo estar dentro colgando al revés. Mis brazos estaban entumecidos, no podía moverme para desabrocharme del cinturón de seguridad que sentía como si fuera una boa que apretaba mi cuerpo.

No podía ver ni oír a ninguno de mis padres, estaba demasiado oscuro y el sonido de las gotas de agua golpeando el metal indicaba que estaba lloviendo de nuevo. Pasó un momento que pareció una eternidad, toda mi presión arterial parecía estar concentrada en mi cabeza. Tomé consciencia de mi dolor, mis jeans estaban húmedos y sentí un pinchazo caliente en la parte interna de mi muslo izquierdo. Una luz brillante me cegó y escuché voces, comencé a gemir pero no podía gritar.

Una linterna me cegó de nuevo, esta vez de forma más directa a mi rostro, y un par de ojos azules se encontraron con los míos.

"¡Papá, hay alguien aquí, una chica!"

Dijo una voz familiar y otro par de ojos azules aparecieron y su voz me calmó.

"¡Mierda! Te sacaré de aquí, ¿vale?"

Dijo mientras cortaba el cinturón de seguridad con una navaja de bolsillo.

"¡Con cuidado! ¿Está consciente?" Los escuchaba hablar entre ellos.

Cerré los ojos por el dolor y sentí que unos brazos fuertes me tiraban. Me sentí aturdida y gotas de agua fría empezaron a explotar contra mi cara hirviendo, sentía muchísimo calor y no sabía por qué. Cuando volví a abrir los ojos yo estaba sobre el pavimento, mirando el espeso cielo de color púrpura oscuro, las gotas de lluvia golpeaban mis párpados una y otra vez mezclándose con mis lágrimas.

"Son el señor Wyle y su familia, los de la ferretería. La chica es Marina, su hija."

Miré a mi alrededor y reconocí a Maximilian Reed hablando con su padre en tono preocupado, ambos estaban de rodillas revisando a alguien. Me sorprendió que estuviera en la ciudad, tal vez solo estaba de visita.

"¡Hola! Mírame. ¿Estás bien? ¿Puedes hablar? ¿Cómo te llamas?"

El otro chico de hermosas facciones me hizo mirar sus ojos.

"Marina." Dije gimiendo con un hilo de voz.

"Marina, dime dónde te duele, ¿puedes señalarlo?"

"Mi muslo". Dije tocándolo.

"¡Papá, date prisa!"

Sentí sus manos en mi pierna y reconocí el sonido de la tela rasgándose.

"¡No lo saques, podría desangrarse! No podemos esperar a que llegue la ambulancia! Quédate aquí y cuéntales lo que pasó."

Escuché al Sr. Reed decirle a alguien y de pronto comencé a sentir mi cabeza muy ligera, sentí mucho cansancio y ganas de dormir.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme muy dolorida en una cama de hospital.

"Hola Marina. ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas que llame a la enfermera?"

Miré al hombre que me hablaba levantándose de la silla junto a mi cama. Era muy guapo, alto y delgado, probablemente tendría poco más de veinte años y su voz era suave.

"¿Quién eres?"

"Mi nombre es Jackson, soy hijo del Dr. Reed, Max es mi hermano menor, van en la misma escuela. Tuviste un accidente automovilístico, encontramos tu camioneta volcada cerca del puente. Tienes mucha suerte, el cinturón de seguridad te salvó la vida. Estabas sangrando mucho, había un enorme fragmento de vidrio en tu muslo, te trajimos aquí en nuestro coche.".

"¿Dónde están mis padres?" Pregunté y sus ojos se tornaron tristes.

"Marina, ¿tienes algún otro familiar a quien podamos contactar?"

"No, ¿por qué? ¿Dónde están mis padres?"

"Lo siento mucho." Tomó mi mano. "Los revisamos, no tenían pulso, los paramédicos lo confirmaron cuando llegaron al lugar". Se me encogieron las tripas y me dieron náuseas aunque tenía el estómago vacío. Jackson llamó a la enfermera.

Durante la semana que estuve en el hospital, Jenna, Jackson y el Dr. Reed cuidaron de mí. Jenna trajo algunos artículos de higiene personal y ropa interior. Me hizo orar con ella incluso cuando yo no estaba de humor. Me hablaba, me escuchaba y encontré gran consuelo en ella. Jackson me dio un teléfono celular para que pudiera usar Internet, escuchamos música, trajo hamburguesas con queso y malteadas mientras Maximilian se quedaba en silencio mirando su teléfono celular las pocas veces que vino al hospital.

            
            

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