Dentro del local hay menos personas de las que hay fuera. Eso me permite ver a Dylan en su mesa. Sí, su mesa, nadie más puede sentarse ahí, con dos mujeres, una rubia y una trigueña, le da un beso a una y luego a la otra.
Le hago una seña al camarero para que me traiga mi bebida.
-Dylan Jones -me siento sobre la mesa.
-Aiden -me saluda-. Muñecas necesito un chance con mi amigo, luego las alcanzo. -Vuelve a darle un beso a cada una y estas se marchan-. ¿Qué ha pasado contigo estos tres últimos días que no te apareces por aquí?
-Trabajo, lo recuerdas verdad, llevo una empresa con unos dos mil empleados. -El camarero me trae el whisky.
-Siempre has llevado a tu empresa y a tus dos mil empleados y no te has perdido una noche aquí.
-Tuve que resolver asuntos. Ya basta a tu interrogatorio que estoy bastante grande para dar explicaciones.
- ¿Cuál de las dos quieres? _señala a las dos mujeres que estaban con él.
-Ninguna de las dos. Me gusta elegir sabes. -Pero en ese momento que miro hacia esas chicas, acaba de llegar otra. Trigueña, de cuerpo simple, con un vestido y un par de tenis, su pelo lo tenía recogido en una cola, ni rastro de maquillaje-. Dylan ya puedes traer de vuelta a tus mujeres.
Le hace una seña a las chicas para que vuelvan y yo voy hacia esa chica. A quien engaño, solo estoy tratando de reemplazar a Buckett... reemplazar a algo que aún no tengo.
-Nena -ella se gira. Su sonrisa se ensancha al verme-. ¿Eres del tipo de chica que le gustan que les cuenten historias bonitas para poder llegar al sexo o prefieres que te sean sincero?.
-Prefiero sinceridad -comenta ella mientras se juega con el pelo.
-Quiero follarte ahora -le digo y ella sonríe. Las apariencias engañan.
La llevo a la playa, ahí justamente, donde estuve una hora atrás con Keira. La veo a ella tan alterada, y se me pone dura de golpe.
Agarro su cabeza y la empujo hasta que queda de rodilla sobre la arena, sus manos las acomoda sobre los muslos. Mueve su cabeza ligeramente hacia arriba y me mira a los ojos.
La veo tan entregada, tan sumisa que no puedo evitar pensar que es a Buckett a la que tengo bajo mi mando, se me pone aún más dura. Desabrocho mi cremallera y libero mi erección, la tomo y le acaricio la cara.
Entrelazo mi mano izquierda por su pelo y le empujo la cabeza hasta que siento que la tiene completamente dentro de su boca. Sube un poco su mano con intensión de tocarla.
-Quieta nena. Solo abre bien tu boca -le digo y ella cumple con la orden-. Buena chica. -Paso mi mano por su pelo.
Empiezo a indicarle el ritmo, empujando mis caderas cada vez más fuertes. Sus ojos se inundan de deseo.
La miro y vuelvo a ver a Buckett, lo está disfrutando muchísimo. Sostengo su cabello aún más duro y con brusquedad entro y salgo de su boca, repitiendo ese movimiento un poco más deprisa hasta que no aguanto más y me corro. Ella abre los ojos.
-Traga -le digo. Ella obedece bajo una mueca. Me acomodo el pantalón.
-Tu taxi llegará pronto -me marcho.
De camino a mi casa me llama Alan. Pongo el altavoz.
-Dime -le contesto.
-Señor tengo toda la información que pidió. Los padres viven cerca de Union Square, en Soma. Su padre tiene un taller mecánico, la madre trabaja en una tienda de ferretería y en tiempos parciales hace costuras. Al padre le detectaron colitis ulcerosa.
-Está bien Alan.
Llamo a Michel. Un médico amigo de la familia hace muchísimos años.
-Michel, al padre de un conocido le detectaron colitis ulcerosa. ¿Mañana mismo podrías a empezar a atenderlo tú personalmente?
-Por supuesto Aiden.
-Otra cosa. Por ninguna circunstancia puede saber que soy yo quien está detrás de esto. Será un cliente el que tratará contigo, pero todos los gastos correrán por mi cuenta.
-Está bien. Mañana a las nueve y treinta minutos los espero en mi oficina.
-Gracias. Buenas noches.
-Buenas noches, Aiden.
¡Joder!.
Yo mismo no creo la puta locura que hago. Llevo siete años dirigiendo una empresa y jamás le he resuelto ningún problema a los empleados. Años acostándome con millones de mujeres y con ninguna me he tomado atribuciones.
Desde que la vi, estoy buscando en otra mujer lo que veo en ella, fallando estrepitosamente. Ella es ella y es increíble, pero es la única que me ha hecho cometer estupideces.
Cojo el teléfono del bolsillo y llamo a Enzo.
-Dime Aiden.
-Mañana a las nueve y treinta minutos tienen cita con el doctor Michel Adamson en el hospital Zuckerberg San Francisco. Él va a atender al papá de Keira. Solo que serás supuestamente tú el que habló con el doctor, yo me ocuparé de todos los gastos.
-Aiden ya te mencioné que a Keira no le gusta que se ocupen de sus cosas.
-Pues no le quedará de otra que aceptarlo.
-Se ve que no la conoces.
-Vas a hacerlo o tengo que inventar alguna otra historia.
-Tú te salvas que nos conocemos hace años y no me queda de otra que aguantarte.
-Muy bien. Hablamos después.