-A clase-, puso los ojos en blanco y siguió caminando. Lo sintió caminar a su lado y luchó por no sonreír.
-¿A clase? ¿Qué es eso?- dijo con fingida confusión.
-Es un lugar al que van los que tienen metas y ambiciones para tener éxito-. Ella se volvió hacia él y sonrió con satisfacción. -Dos cosas de las que claramente careces.
-¡Ay! ¿Va a ser así siempre?
-¿Qué? ¿Yo señalándote lo incapaz que eres de aprender?-. Asley se detuvo y se volvió hacia él, dedicándole una sonrisa enfermizamente dulce. -Eso parece.
-Me has herido. Mi ego bajó tres tallas desde que te conocí-, se puso la mano sobre el corazón y suspiró dramáticamente. -Mi corazón no puede más mia bella. Por favor, di algo bonito que me ayude a sentirme mejor.
-No me apetece alimentar tu ego. Un poco más y la gente no podrá ver a tu-, miró hacia abajo antes de levantar la vista y sonreírle, -amiguito.
-Que sepas que no tengo nada de pequeño-, dijo con voz inexpresiva.
-Eso es lo que dicen todos-. Asley replicó.
-Eso duele. Di algo bonito y quizá te perdone-. Dalton sonrió.
-Nunca te he pedido perdón-. Contestó Asley.
-Pero lo necesitas-. Dalton le dio un suave empujón en el hombro. -Vamos Asley. Sólo un pequeño comentario.
Asley le miró sin comprender. Le pinchó en el pecho:
-Nada bueno que decir de ti-. Sus ojos bailaron divertidos cuando él le dirigió su mirada poco impresionada.
-Hay muchas mia bella.
-No recuerdo ninguno.
-¿No habíamos tenido esta conversación antes?- él se puso el dedo bajo la barbilla como pensando. -Ah sí la tuvimos. Ayer para ser exactos.
-Y sólo tendremos la misma conversación todos los días, así que mejor deja de molestarme-. Asley no sabía por qué pero su corazón dio un doloroso tirón cuando dijo eso.
No sabía por qué, pero la idea de no poder ver a Dalton la ponía triste sin comparación.
-Con una condición.
Sintió que su corazón se detenía. ¿Significaba que la dejaría en paz?
Tragó saliva y fingió una sonrisa.
-Joy, ¿qué tengo que hacer para deshacerme de ti?
-Sal conmigo.
Asley se quedó boquiabierta. Dejó caer sus libros al suelo y se quedó mirándolo, sin creer lo que acababa de salir de su boca.
-¿Q-qué?
Dalton asintió con la cabeza. Se agachó, cogió sus libros y los sostuvo con la mano derecha. Su mano izquierda fue detrás de su cuello y se lo rascó nerviosamente.
-Sí. Acude a una cita conmigo y si no lo disfrutas no volveré a molestarte.
Asley lo miró con la boca abierta. La cerró y miró a su alrededor. Sus ojos se movían de un lado a otro.
-Entonces, ¿qué dices?- Dalton sonrió esperanzado.
Asley le sonrió y asintió con la cabeza.
-De acuerdo. Tendré una cita contigo. Sólo para poder librarme por fin de tu fea cara de gordo-. sonrió satisfecha y le quitó los libros de las manos y empezó a alejarse.
-¡¿Por qué siempre arruinas nuestros momentos?!- gritó Dalton tras ella, con un tono muy divertido en la voz.
Asley se rió entre dientes y se dio la vuelta. Le envió una pequeña sonrisa que él le devolvió antes de entrar en su clase.
*
Asley y Amaia se sentaron a la mesa de café. Todo estaba en silencio. Ni una sola palabra se intercambió entre las dos.
Asley se miró la barriga y los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas, como desde hacía unas semanas. Se puso la mano en el vientre y apartó la mirada, intentando contener las lágrimas.
Su mano acarició lentamente su vientre y cerró los ojos, queriendo bloquear el mundo entero.
Ahora sólo estaban ella y sus bebés.
Nadie más que ellos.
Todo el mundo parece abandonarla en algún momento, pero sus bebés nunca sabrán lo que se siente cuando te abandonan.
Ella se asegurará de que tengan todo el amor que necesitan para prosperar en este mundo. Se asegurará de que nunca sepan lo que se siente cuando te abandonan, cuando te hacen daño aquellos que se supone que te quieren incondicionalmente.
-Asley.
Asley abrió los ojos y miró a Amaia, sus ojos hicieron toda la conversación que necesitaba. No podía arriesgarse a hablar ahora. Sólo la haría sentir peor de lo que ya se sentía. Y ahora mismo no quería permanecer lo más tranquila posible.
Amaia suspiró y desvió la mirada. Su dedo recorrió el borde de la taza de café que parecía haber aparecido de la nada. Probablemente, Amaia lo había pedido mientras estaba sumida en sus pensamientos.
Asley miró hacia abajo y vio que también tenía delante un vaso de agua. Sonrió agradecida a Amaia cuando ésta la miró a los ojos.
-Sé que esto puede sonar mal, pero tal vez sea hora de que vuelvas a Italia-. Murmuró Amaia.
Asley tragó saliva. Levantó su taza y la agarró.
-¿Por qué?
Amaia se dio la vuelta y miró a la gente que pasaba por allí.
-Piénsalo Asley. Italia es el último lugar al que alguien iría a buscarte.
Asley cerró los ojos y se recostó contra la silla. Sentía que todo su mundo se desmoronaba delante de ella, pero no podía hacer nada para evitar que siguiera como estaba. Solo parecía derrumbarse aún más cada vez que ella intentaba arreglarlo.
-Creo que es una buena idea- abrió los ojos y se llevó la taza a los labios. Sus lágrimas cayeron lentamente y sonrió tristemente a Amaia. -¿Pero con qué dinero Amaia? Estoy prácticamente arruinada. No me queda más que la ropa que llevo puesta.
Amaia le sonrió y negó con la cabeza.
-Eres mi mejor amiga. No tienes que preocuparte por nada. Lo tendré todo cubierto para ti.
Asley rió sin humor.
-Preocuparme es lo único que puedo hacer ahora mismo-. Apartó la mirada. -Dios, me siento tan inútil.
Amaia le dio una palmada suave en los hombros.
-No te atrevas a decir eso nunca más.
-Amaia.
-No. Eres la chica más fuerte que conozco. Has pasado, por tanto, y aun así sigues aquí. Sigues intentando seguir viviendo, sabiendo lo duro que será todo-. A Amaia se le llenaron los ojos de lágrimas.
Asley sonrió ante las palabras de Amaia y colocó su mano sobre la de ella.
-Gracias, Amaia-susurró. -Pero sigo sin saber cómo se supone que voy a sobrevivir en Italia con dos recién nacidos. No es posible.
Su corazón se rompió al pensar que no podría satisfacer las necesidades de sus hijos.
-Mis hijos me van a odiar por no darles todo lo que se merecen.
Amaia frunció el ceño y le dio una bofetada en la mejilla a Asley lo suficientemente suave como para que no le doliera, pero lo suficientemente fuerte como para que dejara de ser tan insegura de sí misma.
-Basta, Asley. Te estás olvidando de quién es tu mejor amiga. Puedo conseguirte un lugar en Italia sin ningún problema. Confía en mí-, sus ojos se suavizaron. -Nunca te defraudaría como el gilipollas de tu padre o el cabrón de tu marido.
Asley rió ligeramente y sonrió agradecida a Amaia.
-Gracias, Amaia. Sé que siempre puedo contar contigo,
Amaia asintió con la cabeza y sonrió.
-Por supuesto. Haría cualquier cosa por ti, Ash. Ya deberías saberlo. Eres como la hermana pequeña que nunca tuve.
-Gracias por cuidar siempre de mí-. Susurró Asley. Sus ojos volvieron a lagrimear, pero en lugar de ser lágrimas de tristeza, esta vez, eran lágrimas llenas de alegría y agradecimiento. -No sé dónde estaría sin ti.
Amaia puso su otra mano sobre la de Asley.
-No, tengo que darte las gracias. Gracias por darme fuerza en mis momentos más oscuros, Asley. Has hecho tanto por mí y esto es solo un paso para devolverte todo lo que has hecho por mí.
-Mejores amigos de por vida-. Murmuró Asley.
Amaia asintió con la cabeza.
-Mejores amigos para toda la vida.
*
Amaia cogió sus cosas de la mesa. Miró a Asley y le puso una mano en el hombro.
-Todo irá bien. Tengo que volver a la empresa. Llámame si necesitas algo.
Asley asintió con la cabeza. Se levantó y abrazó a Amaia.
-Gracias por todo lo que has hecho por mí.
Amaia sonrió y asintió con la cabeza.
-Nos vemos pronto.
Asley cogió sus cosas de la mesa y empezó a caminar por las calles de Sunset Blvd. Se metió las manos en los bolsillos y miró sin rumbo delante de ella, sin saber adónde ir.
Un destello de tela roja se cruzó con sus ojos y chocó con alguien.
Los archivos cayeron al suelo.
Asley maldijo y se agachó, empezando a recoger los papeles.
-Lo siento, no miraba por dónde iba.
Levantó la cabeza y tragó saliva. Se levantó y le entregó los expedientes.
Aunque no lo veía desde que eran niños, lo reconocía en todas partes.
-Rafael-, murmuró.
Rafael cogió sus papeles y la miró de pies a cabeza. Una sonrisa asomó a sus labios.
-Bella-exhaló-hacía tiempo que no te veía.
Asley asintió con la cabeza.
-Tengo que irme-, susurró.
Se dio la vuelta para alejarse, pero él la agarró de la mano y la hizo retroceder.
-Asley-dijo. -¿Por qué te fuiste?
Ella le sonrió débilmente.
-Italia no era para mí en aquel momento.
Rafael le soltó la mano. Sus manos subieron y le tocaron la mejilla.
-¿Y ahora?
Asley dio un paso atrás y dejó de sonreír.
-Tengo que irme.
Rafael le sonrió y asintió.
-Te veré pronto, Asley. Hasta entonces.
Asley asintió con la cabeza y se alejó de él. Se metió la mano en el bolsillo y sacó el teléfono.
Sus dedos teclearon un número que no había usado en más de quince años. Sus dedos dudaron en pulsar el botón de llamada. Suspiró, se sentó en una cafetería y lo pulsó, rezando para que el número no cambiara.
Sabía que podría arrepentirse de su decisión, pero no podía dejar que Amaia lo pagara todo.
Amaia ya había hecho bastante por ella.
Era hora de que diera un paso adelante y tomara las riendas de su vida. Incluso si eso significa volver a la persona de la que huyó.
-Hola.- Una voz ronca respondió.
-Hola, papá-murmuró al teléfono.
-¿Asley?-, oyó un ligero arrastrar de pies antes de que él volviera, esta vez con la voz más alta que antes. -¿Eres tú?
-Sí, papá-, sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas al recordar la última vez que lo había visto.
Cuando le había pedido irse a vivir con sus abuelos y él le había dicho que era la mejor idea que había tenido en toda su vida. Él procedió a contarle cómo le había decepcionado como hija.
-Asley, hace quince años que no sé nada de ti. Lo siento Asley por la forma en que te he tratado- susurró. Su voz sonaba rota y envejecida.
-Está bien papá. Te perdono-, susurró ella. -Papá.
-¿Sí?
-Vuelvo a casa.- Ella sonrió y cerró los ojos. -Vuelvo a casa, papá.
-Te veré cuando llegues entonces- murmuró. -Hasta entonces-colgó el teléfono.
Asley se levantó y volvió a guardar el teléfono en los bolsillos. Sonrió y se marchó, dejando ya atrás su antigua vida. Nunca volverá aquí. Ni aunque su vida dependiera de ello.