-¿A qué ha venido eso?
Amaia le guiñó un ojo y se tiró en el sofá.
-Para tener un poco de suerte en caso de que tengas suerte-. Le guiñó un ojo a Asley e hizo algunos movimientos pervertidos con los dedos y la lengua.
-¿Os olvidáis de que estoy aquí de pie?
Asley se dio la vuelta y se sonrojó al ver a Dalton de pie con una sonrisa divertida en la cara. Se dio la vuelta y fulminó con la mirada a Amaia, que sólo la miró inocentemente.
Se dio la vuelta y sonrió a Dalton.
-Hola-, le dijo en voz baja.
-Hola-le sonrió y le tendió un ramo de flores. -Estas son para ti. Espero que te gusten los lirios.
Me encantan los lirios, pensó.
Cogió el ramo y le sonrió agradecida.
-Gracias. Me encantan los lirios. Déjame buscar un jarrón para ponerlas y nos vamos-. Todo su cuerpo se giró sólo para que su cabeza chocara con otra. -¡Ay! ¿Qué demonios, Amaia?-, se frotó la frente.
Amaia se frotó la frente con una mano mientras con la otra le quitaba el ramo a Asley.
Sonrió con satisfacción.
-Yo los pondré por ti. Ve y disfruta de tu pequeña cita-. Empujó a Asley a un lado y fulminó a Dalton con la mirada. -Hazle daño de cualquier forma o manera, y te juro que te arrepentirás del día en que me conociste.
Dalton sólo respondió con una ceja levantada. Miró más allá de ella y sonrió a Asley.
-¿Ya estás lista?- Vio que Amaia se acercaba para posiblemente hacerle daño, pero él sólo extendió el brazo y le apartó la cabeza del camino.
Asley asintió con la cabeza y caminó hacia él.
-Compórtate- le siseó por lo bajo a Amaia mientras le dedicaba una sonrisa tensa a Dalton.
-Ya me cae mal-murmuró Amaia.
Asley tomó la mano extendida de Dalton.
-¿Adónde vamos?-, le preguntó mientras Amaia cerraba la puerta tras de sí.
Dalton le sonrió.
Asley sintió que el corazón le latía un poco más deprisa. Su cuerpo empezó a calentarse y el familiar rubor apareció en su rostro. Apartó la mirada de él. No sabía lo que le estaba haciendo, pero sabía que no le gustaba nada.
-Es una sorpresa-, le guiñó un ojo.
*
Dalton sonrió a Asley y la cogió de la mano, tirando de ella hacia el centro del bosque.
-Vamos-, la instó cuando la vio mirar nerviosa a su alrededor.
-No me has traído aquí para matarme, ¿verdad?-. Asley lo miró con ojos nerviosos y labios carnosos. Unos labios que Dalton deseaba poder besar.
Dalton negó con la cabeza, le soltó la mano y empezó a correr.
-Si lo hiciera, ya estarías muerta.
Se rió cuando se dio la vuelta y la vio intentando seguirle el ritmo. Volvió a cogerla del brazo y empezó a tirar de ella.
Asley lo miró con el ceño fruncido y trató de moverse más deprisa para seguirle el ritmo mientras hacía todo lo posible por no tropezar y caerse.
Sabía que si lo hacía, podría caer encima de Dalton o incluso debajo de él. Sabía que a Dalton no le importaría en absoluto que eso sucediera, pero conocía lo suficiente su reputación como para temer por su corazón.
Dalton era un jugador muy conocido y Asley no estaba de humor para dejarse engañar.
Nunca.
-Vamos, Asley. ¿Puedes correr más despacio?- se burló de ella, arrastrándola más rápido. Se rió a carcajadas cuando ella tropezó un poco, casi cayéndose, pero se agarró justo a tiempo.
Asley se detuvo y lo miró, cruzando los brazos sobre el pecho. Le levantó una ceja.
-¿Puedes correr más despacio?
Dalton le sonrió.
-No. No es posible.
-Entonces no, no correré más rápido-. Y siendo la persona madura que era, le sacó la lengua.
Él sonrió satisfecho.
-Bueno, entonces supongo que no tengo elección.
Asley le miró confusa:
-¡No tengo más remedio que...! ¿Qué haces? ¡Bájame!-gritó, golpeando el pecho de Dalton mientras corría llevándola en brazos.
Dalton se rió y empezó a correr aún más rápido hacia su destino.
-¡No me has dado elección, mia bella!-, gritó a través del viento.
-¡Dalton! Llevo un maldito vestido-, gritó ella mientras se agarraba el vestido por la rodilla, asegurándose de que no saliera volando.
-¡Más razones para arrasar contigo!-. Dalton sonrió y luego la colocó en el suelo, de pie frente a ella para bloquearle la vista. -Tápate los ojos-. Dijo en voz baja.
-¿Por qué?- ella gimoteó, moviendo su cara alrededor de él, pero fue en vano, ya que él la bloqueó.
Maldita sea, era como un gigante.
Dalton sonrió con satisfacción y se encogió de hombros. Entonces sonrió una sonrisa verdadera y genuina.
-Haz lo que te digo.
Asley suspiró y cerró los ojos. Entonces sintió las manos de Dalton cubriéndole los ojos y gimió.
-No voy a mirar.
-No voy a correr ningún riesgo-. Fue la respuesta de Dalton. -Bien, ahora voy a guiarte. Escucha bien.
-¿Escucha? Escucha lo que...
-Sh. Sólo escucha.
Asley puso los ojos en blanco para sus adentros y dejó que Dalton la guiara hasta el lugar que tanto se moría porque ella viera como su primera cita. Se aferró a sus brazos mientras le cubrían los ojos y gimió cuando sintió que su pie golpeaba accidentalmente un árbol.
-Dalton, me voy a caer.
-No te preocupes bella. Te cogeré-. Ella pudo oír la sonrisa en su voz y por eso, su propia sonrisa se abrió paso hasta sus labios.
-Más te vale-. Dijo con una sonrisa.
-Por supuesto. Ahora cállate y escucha.
Asley levantó las orejas, pero frunció el ceño al no oír nada.
-¿Qué se supone que estoy escuchando?
-Sh.
Entonces lo oyó. Era suave, pero seguía ahí. Era como el sonido del agua golpeando el pavimento como lluvia, pero era más fuerte que eso.
-¿Dalton? ¿Estamos en una cascada?
Asley sintió que sus ojos se liberaban y sus ojos se abrieron de par en par cuando vio la vista frente a ella.
-Ding ding ding. Tenemos un ganador-. Dalton le susurró al oído haciéndola estremecer.
Asley miró la cascada con asombro y se acercó a ella.
No era grande como la mayoría de las cascadas, de hecho, solo tenía unos tres metros de ancho y tres metros de alto. Pero aun así, era preciosa. Las flores que la rodeaban desprendían el resplandor de la naturaleza mientras los pájaros piaban alegremente en los árboles.
-Es tan hermoso-. Susurró asombrada.
-Sí. Sí que lo es.
Asley se volvió para mirar a Dalton. No se sorprendió cuando lo vio mirándola fijamente. Una sonrisa burlona se abrió paso hasta sus labios.
-Suave.
Dalton se rió y se sentó en el suelo. Le guiñó un ojo.
-Lo sé.
Asley se rió y se sentó a su lado.
-Entonces, ¿éste es tu ideal de primera cita?-, preguntó, girándose para mirarlo.
Él negó con la cabeza y le sonrió.
-Depende de lo especial que sea la chica. Si no lo es, bastaría con una película, pero si lo es, le enseñaría lo bonito que hay en todo y me aseguraría de que nuestra cita fuera especial. Nada que nadie haya visto antes.
Asley le sonrió y volvió a mirar hacia la cascada.
-Entonces, ¿en qué categoría entro yo?-, preguntó en tono de broma, pero en el fondo sentía curiosidad.
Se hizo el silencio durante un rato y Asley se volvió hacia Dalton, viéndole mirarla con una sonrisa en la cara.
-Eres especial-. Él se apartó de ella. -Probablemente, ya conozcas mi reputación.
-¿Te refieres a la reputación de acostarte con chicas al azar?-, aunque ella lo decía en broma, se filtró una pizca de amargura.
Dalton asintió con la cabeza.
-Ninguna de esas chicas era lo bastante especial-. Se volvió hacia ella. -Pero contigo, me cautivaste en cuanto te vi. No solo quería llevarte a mi cama, quería conocerte.
Asley sonrió para sus adentros.
-Oh.
Dalton rió entre dientes y continuó.
-Contigo, el sexo no se me pasó por la cabeza ni una sola vez. Solo en ti, con tu ceño fruncido, tus comentarios sarcásticos y tu impresionante sonrisa. Me descubrí a mí mismo queriendo saber más de ti-, le dedicó una sonrisa y le besó suavemente la mejilla.
Asley le sonrió.
-Supongo que yo también quiero saber más de ti.
Dalton sonrió.
-Bueno, supongo que tendremos que aguantarnos el uno al otro por el momento.
Asley se rió y se apoyó en él.
-Supongo que sí.
*
Asley sintió que el conductor entraba en la entrada de la casa de su infancia. Miró por la ventana y sintió la familiar sensación de ser rechazada acumulándose en sus venas.
La casa tenía el mismo aspecto que hace quince años. Del mismo color, aunque esta vez más vivo porque probablemente la habían repintado. El patio era tan verde como siempre y los coches familiares seguían aparcados en medio de la nada.
-Ya hemos llegado, señora-. El taxista le informó con una amable sonrisa.
Asley metió la mano en el bolsillo, sacó unos euros y se los entregó. Ella le sonrió cálidamente y abrió la puerta.
-Quédese con el cambio. Gracias por traerme.
El conductor se inclinó hacia ella.
-Gracias, señora. Que tenga un buen día.
-Gracias a usted. Igualmente-. Cogió sus cosas del asiento de al lado y salió del taxi completamente. Tiró del asa del equipaje y empezó a caminar hacia la puerta principal. Su corazón latía con más fuerza a cada paso que daba.
Llamó a la puerta y contuvo la respiración mientras esperaba a que alguien la abriera.
Miró a su alrededor y sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas al ver el plato que había hecho para su padre colgado de un árbol. Se acercó a él y lo tocó suavemente. Una pequeña risa salió de su boca y sonrió.
¿Lo había guardado durante todos estos años?
Durante los últimos quince años, Asley había pensado que su padre la odiaba, pero con esto, está empezando a creer que tal vez estaba equivocada. Tal vez no la odiaba en absoluto. Sólo estaba decepcionado porque ella no era el tipo de hija que él quería.
Pero a través de esto, él ha demostrado que todavía la ama.
La puerta finalmente se abrió y Asley se secó las lágrimas rápidamente. Se dio la vuelta y sonrió al verle.
A su padre.
-Hola, papá-susurró en voz baja. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y le sonrió. -Te he echado de menos.
Asley no se perdió la forma en que los ojos de su padre se iluminaron cuando la vio. Vio que se le formaban lágrimas de felicidad alrededor de los ojos y corrió a sus brazos y lo abrazó con fuerza.
El familiar olor a canela y madera seguía en su piel y ella nunca recordaba haberse sentido tan feliz al olerlo.
-Papá-susurró. -Ya estoy en casa.
-Te he echado tanto de menos-, le susurró al oído, besándole la coronilla. -Te he echado tanto de menos.
Asley dejó caer sus lágrimas y continuó permaneciendo en el abrazo de su padre. Sabía que en ese momento las cosas empezarían a mejorar. Antes de que su padre se volviera a casar, era cariñoso y la apoyaba mucho.
En su corazón, Asley sabía que ese padre nunca la abandonó.