A la mañana siguiente, después de asegurarse de que nadie lo estaba siguiendo, Mario se dirigió nuevamente a la tienda de antigüedades. Caminó por las calles con el mapa y el medallón guardados en el bolsillo de su chaqueta, sintiendo su peso como si fueran piezas de un rompecabezas imposible de resolver. Cuando llegó, Jorge lo esperaba en el mostrador, con expresión seria.
-Por tu cara, puedo adivinar que encontraste algo interesante -dijo Jorge, mirando a Mario con los brazos cruzados-. ¿Qué pasó después de que te fuiste?
Mario sacó el mapa y el medallón del bolsillo y los puso sobre el mostrador. La expresión de Jorge cambió al instante, como si reconociera algo en esos objetos que Mario no podía ver.
-Después de que encontré esto en el parque, apareció un hombre -dijo Mario, manteniendo la voz baja-. Alto, delgado, con un abrigo oscuro. Sabía mi nombre y me exigió que le entregara el mapa y el medallón.
-¿Y qué le dijiste? -preguntó Jorge, sin apartar la vista de los objetos.
-Corrí -respondió Mario, sintiéndose un poco avergonzado-. No sé quién era ni qué quería, pero me asustó. Y ahora estoy aquí porque necesito tu ayuda para entender qué es todo esto.
Jorge tomó el medallón y lo examinó más de cerca. Luego, desplegó el mapa sobre el mostrador, sus ojos siguiendo las marcas rojas y las inscripciones en latín con una concentración intensa.
-Este símbolo del sol y la luna es un emblema antiguo -explicó-. Algunos dicen que pertenece a una sociedad secreta, una orden que ha existido durante siglos, aunque nunca se ha probado su existencia. En cuanto a las palabras en latín, puedo traducir algunas: hablan de un "camino oculto" y una "puerta olvidada".
Mario sintió un escalofrío. Todo sonaba cada vez más extraño y peligroso, pero también fascinante. Por primera vez, su vida parecía algo más que una rutina monótona.
-¿Crees que este mapa conduce a algún lugar? -preguntó Mario, inclinándose sobre el mostrador.
-No estoy seguro -respondió Jorge, pensativo-. Pero si este hombre te sigue, es porque algo en este mapa y en el medallón es importante para él. Podría ser un tesoro, un secreto, o algo más valioso aún. Sea lo que sea, tú ya te has involucrado demasiado. Si decides seguir adelante, debes estar preparado para lo que venga.
Mario asintió lentamente. Sabía que había cruzado un punto de no retorno. No podía simplemente olvidar lo que había encontrado. Necesitaba saber la verdad, aunque eso lo pusiera en peligro.
-¿Qué hago ahora? -preguntó, sintiendo que las palabras se escapaban casi sin pensarlo.
Jorge hizo una pausa antes de responder.
-Conozco a alguien que podría darnos más información. Es un experto en manuscritos antiguos y sabe más sobre sociedades secretas de lo que jamás te imaginarías. Sin embargo, no es fácil de encontrar. Vive fuera de la ciudad, en un lugar apartado. Se llama Valenzuela. Necesitamos ir hasta allí y mostrarle lo que encontramos.
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El camino hacia la casa de Valenzuela no fue fácil. Tuvieron que conducir por más de dos horas a través de carreteras serpenteantes que se adentraban en un bosque denso y sombrío. Mario sentía que con cada kilómetro que avanzaban, se adentraba más en un mundo que le era completamente ajeno. Finalmente, llegaron a una pequeña cabaña de madera rodeada de árboles. El lugar tenía un aire antiguo y misterioso, como si hubiera estado allí desde hacía siglos.
Jorge tocó la puerta con un golpe firme, y después de unos segundos, un hombre de mediana edad con cabello despeinado y barba espesa abrió. Sus ojos oscuros parecían estudiar a los visitantes antes de decidir si dejarlos entrar.
-¿Jorge? No esperaba verte por aquí -dijo el hombre, mirándolo con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
-Necesitamos tu ayuda, Valenzuela -respondió Jorge, sin rodeos-. Encontramos algo que puede interesarte.
Entraron en la cabaña, donde las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de libros antiguos y manuscritos. Valenzuela los llevó a una mesa de madera en el centro de la habitación y se sentó, señalándoles que hicieran lo mismo.
-Muéstrenme lo que tienen -dijo.
Mario sacó el mapa y el medallón y los puso sobre la mesa. Valenzuela los examinó con el mismo interés que Jorge, pero sus ojos se agrandaron cuando vio el emblema del sol y la luna.
-No puedo creerlo... -murmuró-. Esto es real.
-¿Qué es real? -preguntó Mario, ansioso por obtener una respuesta.
-Este símbolo pertenece a una antigua orden llamada "La Hermandad del Albor y el Ocaso" -explicó Valenzuela-. Se dice que eran custodios de un conocimiento perdido, algo que fue oculto hace siglos para protegerlo de caer en las manos equivocadas. Según la leyenda, dejaron mapas que conducen a lugares secretos, donde escondieron objetos de gran poder o sabiduría. Si este mapa es auténtico, podríamos estar ante uno de esos lugares.
Mario sintió un nudo en el estómago. No esperaba que la historia diera un giro tan dramático.
-¿Y qué significa esto para mí? Yo solo encontré la llave y el mapa por casualidad -dijo, tratando de mantener la calma.
Valenzuela lo miró fijamente.
-A veces, el destino elige a sus propios custodios -respondió-. El hecho de que hayas encontrado estos objetos no es una mera coincidencia. Puede que algo o alguien quiera que sigas este camino.
Jorge intervino, dirigiéndose a Valenzuela.
-¿Puedes ayudarnos a descifrar las marcas en el mapa? Necesitamos saber a dónde nos conduce.
Valenzuela asintió lentamente.
-Puedo intentarlo, pero esto llevará tiempo. Algunas de las inscripciones están en un latín arcaico, y las marcas parecen ser coordenadas o indicaciones hacia ciertos lugares. Podría ser una cueva, una cripta, o incluso algo más simbólico.
Mientras Valenzuela estudiaba el mapa, Mario sintió un leve temblor en el suelo. La mesa vibró ligeramente, y una de las lámparas en la pared parpadeó. Los tres hombres se miraron con preocupación, pero Valenzuela pareció ignorar el fenómeno, como si fuera algo que ya había experimentado antes.
-No tenemos mucho tiempo -dijo de repente-. Si este mapa es lo que pienso, no somos los únicos que lo están buscando.
-El hombre que me siguió... -murmuró Mario-. Dijo que yo no quería estar involucrado en esto. ¿Podría ser parte de esta orden? ¿O acaso es alguien que busca lo mismo por razones diferentes?
-No lo sé, pero es posible que haya facciones dentro de la orden -respondió Valenzuela-. Algunos quieren proteger estos secretos, mientras que otros buscan usarlos para su propio beneficio. Es un juego peligroso, Mario. Estás en el centro de algo que ha estado en las sombras durante siglos.
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Mientras Mario y Jorge regresaban a la ciudad, ambos estaban en silencio. La conversación con Valenzuela había dejado más preguntas que respuestas. El mapa, el medallón, la llave... todo parecía formar parte de un acertijo que aún no podían resolver. Sin embargo, una cosa era segura: no estaban solos en la búsqueda.
-¿Qué haremos ahora? -preguntó Mario finalmente, rompiendo el silencio.
-Debemos mantenernos un paso adelante -respondió Jorge-. Si hay otros interesados en el mapa, lo sabremos pronto. Y cuando eso pase, será mejor que estemos preparados.
Mario asintió. El destino lo había empujado a un camino desconocido y peligroso, pero no podía retroceder. La intriga lo había atrapado, y ahora, más que nunca, necesitaba descubrir la verdad detrás de la Hermandad del Albor y el Ocaso. ¿Qué secretos ocultaban? ¿Y por qué sentía que, de alguna manera, todo esto estaba conectado con él?
El misterio se profundizaba, y Mario tenía la extraña sensación de que solo había arañado la superficie de algo mucho más grande.