Capítulo 8 ¿Embarazo

Luis Carlos:

En febrero de 1983

Unas semanas después de mi cumpleaños...

Recibí, una llamada de un número que no tenía identificado en mi celular...

-¡Ring, ring! ¡Ring, ring!

-¡Aló! -Contesté al teléfono.

-Soy Vanesa Rosales de Morán, la madre de Verónica -se identificó ella.

-¡Buenas! ¿Cómo está? -Pregunté curioso.

-¡Estoy bien, gracias! Luis Carlos, ¿puedes venir a mi casa? -Interrogó ella- Deseo hablar contigo.

Me extrañó que ella me solicitara esto, porque hasta ahora, solo en dos oportunidades había estado en su casa. Precisamente buscando a su hija, para pasar con esta un rato en mi apartamento de soltero, el cual tenía ubicado en un lugar muy discreto, fuera del alcance de la prensa. Así que acepté ir.

En vista, que estaba desocupado, salí de inmediato hacia la casa de la mamá de Verónica, porque la curiosidad por saber ¿qué estaba pasando? Me estaba matando... Al llegar a su casa, ella me estaba esperando justo en la entrada.

(***)

-¡Y Verónica! -Pregunté con malicia, seguro que algo pasaba.

-¡Ven! Está acostada, porque no ha podido con los mareos y vómitos que está presentando -soltó ella de improviso.

Al escuchar estos síntomas, me dio una mala espina, que sentí en lo más profundo de mi abdomen y me trajo de inmediato a la mente la imagen de Vicky, la mujer que más amo.

-¿Y eso? -Pregunté, sin querer adelantarme a algún acontecimiento, fingiendo naturalidad, que estaba por cierto, muy lejos de sentir.

-¡Mi hija está embarazada! Está esperando un hijo tuyo -Me soltó la señora, la noticia de sopetón, que casi me infarta y me hizo entrega de un resultado de laboratorio, que mantenía en su mano.

-¡¿Embarazada?! -Cuestioné, asombrado, abriendo el sobre.

«¡Dios mio! ¿Qué hice?», razoné, leyendo la prueba de embarazo, como el contenido del resultado de la ecografía.

«El examen, lo hicieron hace tres días. La ecografía, tenía la misma fecha. Según este, tiene ocho semanas y cinco días de embarazo, siendo el primer día de su última regla, el 14 de diciembre de 1982».

»¡No puede ser! -Clamé- ¿Dónde está, Verónica? -Interrogué y ella me condujo a su habitación. Cuando entre a su recámara estaba totalmente adornada de peluches, muñecas y Barbies.

-¡Mi amor! -Gritó ella, demacrada, saliendo del baño, casi desnuda, abrazándome y mostrándome su hermoso cuerpo, el cual me volvió loco y me hizo olvidar las promesas hechas a Victoria.

«¡Dios mio! Ahora, cuando estaba a escasas semanas de conseguir mi sueño con Vicky: su mayoría de edad. ¡Me pasa esto!» Pensé afligido, sin asimilar lo que me estaba pasando.

Verónica, estaba vestida con una dormilona transparente de color rosado, abierta en la parte delantera, mostrando su braga y sostén del mismo color. Era, una delicia, ver y contemplar este cuerpo tan juvenil, perfecto, hermoso, el cual estrené. Fue una tentación.

-¿Cómo te sientes? -Consulté, dejando de lado mis pensamientos, al ver su hermoso rostro desmejorado, enfermo. Pasé, mis manos por su cabello suelto, queriendo estar a solas con ella, para hablar con libertad y aclarar todo esto.

-¡Los voy a dejar solos, para que hablen y arreglen este asunto! -Anunció su madre, de lo más tranquila- Te recuerdo Verónica, que eres menor de edad, te faltan nueve meses para cumplir tu mayoría -enfatizó su mamá, dejándome sin aliento...

-¿Por qué me engañaste? -Pregunté enojado separándome de ella, apenas salió su madre de la habitación- Te pregunté claramente cuantos años tenías y me contestaste que 20 -acusé, sintiéndome burlado por una niña caprichosa.

»¡Todo esto fue premeditado por ti! -Insistí enojado y sintiéndome defraudado- Serás menor de edad para algunas cosas, pero para otras te portas como una zorra -insulté con rabia.

-¡Fue un acto inconsciente! No pensé en estas consecuencias. Además, creí que de seguro, tú te cuidabas de alguna manera, por eso me confié -Refirió ella, con descaro.

»¡Por otro lado, si te decía la verdad no me hubieses hecho el amor! Y te deseaba, desde que te escuche cantar la primera vez en vivo. ¡Tu voz, me excita! -Argumentó ella, mirándome a los ojos.

«¡Dios! Esto no me puede estar pasando, es la tercera mujer con quien he estado, que me confiesa eso, solo que las otras han sido mujeres de más edad», reflexioné, sin saber qué hacer ni que decir.

-¡Verónica! -Le llamé- ¿Si te das cuenta del problema en que me has metido? Soy un hombre público, quien hasta ahora no se había acostado con ninguna menor de edad -afirmé tragándome la rabia, ante lo que ella me acababa de confesar y comprendiendo mi grave error.

«¡Dios mio, con esto si pierdo definitivamente a Vicky! ¡No medí las consecuencias! En ningún momento, desconfié de Verónica, creí todo cuanto me dijo», reflexioné estúpidamente.

«Sé que era virgen, cuando estuvo conmigo la primera vez y no me protegí. No salí con la intención de estar con alguien esa noche. Por lo tanto, no cargaba protección. Debí bajar a buscar protección, antes de estar con ella», analicé tardíamente.

-¡Lo hice porque te amo! Necesitaba demostrarte, cuanto te amaba -alegó ella- Por eso, lo único que podía hacer, era entregarte mi pureza -explicó, dejando correr sus lágrimas.

-¡No fuiste honesta conmigo! Por lo tanto, no me amas. ¡Recuerdo, que también me dijiste que te cuidarías y tampoco lo hiciste! -Reclamé decepcionado, al ver como caí en su juego y no podía hacer nada. Porque soy un hombre de fe, a pesar de este error.

-En todo caso, no creo que mi madre haga algo en tu contra -refirió, asustada- ¡ella sabe cuánto te amo! -Aseguró esta- y no le gustan los escándalos.

Todo esto, me hizo sentir peor, al pensar en Victoria y en el dolor que esto le causará. Imagino a su madre celebrando mi desgracia.

«¡La perdí!» Analicé sintiendo un fuerte dolor en mi pecho.

-¡No puedo arriesgar mi carrera, por esto! -Expuse con tristeza- han sido demasiados sacrificios para llegar a donde estoy y tirar todo a la borda por un error, no me parece justo -declaré.

-¿Eso qué significa? -Me preguntó ella, con tristeza.

-¡Que no voy a tomar una decisión apresurada! Asumo mi responsabilidad como padre del niño, si es mio...

-¿Dudas, que sea tuyo? -Me cuestionó ella interrumpiéndome con enojo.

-¡Me has dicho muchas mentiras! Así, que no puedo confiar ciegamente en ti -advertí, caminando hacia la puerta, para retirarme.

-¡Con el único hombre que he estado es contigo! ¡Te lo juro! -Gritó ella, antes de que saliera de su cuarto.

-¿Te vas? -Insistió, levantando la voz.

-¡Sí! Debo consultar esto con mi abogado y dependiendo de lo que me recomiende, te daré una respuesta -aseguré enojado, saliendo de la habitación de ella y de ahí de su casa.

«Tengo 22 años y debo asumir mis responsabilidades. Sin embargo, siento que caí en su trampa. Esto fue solo una encerrona de una caprichosa. Mi fama no es solo nacional, sino también internacional, me debo a mi público y no lo puedo defraudar», reflexioné, saliendo de la casa y subiendo a mi coche deportivo.

Esa misma noche consulté a mi abogado y a mi manager el problema en el que me encontraba. Para evitar el escándalo e ir preso por el delito de estupro, ellos me aconsejaron casarme, era la única solución...