Habían pasado algunas semanas desde aquella noche, y Ariana Ortega sentía que el tiempo avanzaba en un torbellino de emociones y cambios inesperados. Su cuerpo comenzaba a enviarle pequeñas señales: un ligero mareo al despertar, un cansancio inexplicable a mitad del día, y una sensibilidad especial hacia ciertos aromas. Algo en su interior le decía que debía confirmar sus sospechas.
Una tarde lluviosa, casi igual a la de aquella noche en el bar, Ariana decidió hacerse una prueba de embarazo en la intimidad de su apartamento. Los minutos de espera fueron eternos; caminaba de un lado a otro del pequeño baño, mordiéndose el labio inferior y deseando que el resultado le confirmara el inicio de esa nueva etapa que tanto había anhelado.
Finalmente, el marcador digital mostró lo que esperaba: *positivo*. Un calor repentino la envolvió mientras sonreía, conteniendo un nudo de emociones que se acumulaba en su garganta. Ahora, esa pequeña vida en su interior era una realidad.
Había estado preparándose para este momento durante meses, desde que decidió que ser madre soltera sería su camino. Ariana sabía que enfrentar el embarazo sola no sería sencillo, pero eso no la intimidaba. Tenía algunos ahorros guardados, lo suficiente para mantenerse un par de meses sin preocupaciones, aunque era consciente de que no durarían para siempre. Su empleo como recepcionista en una oficina pequeña apenas cubría lo necesario, y el sueldo no era suficiente para enfrentar todos los gastos que el bebé traería.
Ariana llevaba años en ese puesto, y aunque era una trabajadora comprometida y eficiente, sabía que su situación laboral no le brindaba posibilidades de crecimiento. Había tenido que aceptar ese empleo como algo temporal en su momento, pero los meses se transformaron en años, y allí estaba, atrapada en una rutina de la que no sabía cómo salir. Ahora, con un bebé en camino, la necesidad de encontrar una mejor oportunidad era cada vez más urgente.
Un domingo por la tarde, mientras bebía té y miraba la lluvia caer por la ventana, decidió que no podía posponerlo más. Revisó su currículum, actualizándolo con cada detalle de sus habilidades y experiencia, y empezó a buscar ofertas de empleo en línea. Su estómago se retorcía ligeramente mientras enviaba solicitudes a puestos administrativos en grandes corporaciones, esperando encontrar una oportunidad que le ofreciera estabilidad económica y, con suerte, un ambiente en el que pudiera crecer profesionalmente.
Días después, mientras revisaba su bandeja de correo en el descanso de la mañana, vio un mensaje de una gran empresa que había captado su atención en la búsqueda: **Grupo Montenegro**. Era una de las corporaciones más importantes del país, conocida por su prestigio y el alcance de sus negocios en múltiples industrias. Habían respondido a su solicitud y la invitaban a una entrevista como asistente administrativa en su oficina central.
Ariana sintió cómo su corazón daba un salto de emoción y nerviosismo. Sabía que el Grupo Montenegro era una de esas empresas que parecía inalcanzable para alguien con su perfil. No obstante, la idea de una oportunidad en una compañía tan grande era justo lo que necesitaba para darle un nuevo rumbo a su vida.
La noche anterior a la entrevista, apenas pudo dormir. Se levantó más temprano de lo habitual, revisando su ropa una y otra vez para asegurarse de lucir profesional. Eligió un vestido sobrio, ajustado a su figura pero con un toque de formalidad, que mostraba seguridad y elegancia sin llamar demasiado la atención. Aunque aún no se notaba su embarazo, Ariana se miró al espejo, poniendo una mano sobre su vientre como un recordatorio de que todo esto lo hacía también por esa pequeña vida que apenas comenzaba a crecer.
Cuando llegó al edificio del Grupo Montenegro, quedó impresionada por la imponente estructura de cristal y acero que se elevaba sobre la ciudad. El lobby estaba lleno de personas que parecían ir y venir sin descanso, todas vestidas de manera impecable, lo que aumentaba la sensación de profesionalismo y lujo en el ambiente. Ariana respiró hondo, sintiendo la presión en su pecho, pero recordó que tenía una razón poderosa para estar allí y luchar por esa oportunidad.
Una recepcionista la guió a una sala de espera elegante, decorada con muebles de líneas modernas y paredes adornadas con obras de arte contemporáneo. Las paredes acristaladas ofrecían una vista impresionante de la ciudad, y mientras observaba los rascacielos bajo la luz de la mañana, Ariana se prometió que haría lo necesario para conseguir el empleo. Sabía que entrar en el Grupo Montenegro era su oportunidad de cambiar su vida y darle a su hijo la estabilidad que necesitaba.
Finalmente, la puerta de la oficina se abrió y una mujer de aspecto serio, probablemente una jefa de recursos humanos, la invitó a pasar. Ariana respiró hondo y se esforzó por mantenerse serena. La entrevista comenzó con las preguntas de rigor: sus habilidades en administración, su experiencia en gestión de documentos y atención al cliente, sus metas a futuro y sus razones para querer unirse a la compañía.
Ariana contestaba con seguridad, destacando cada aspecto de su experiencia y habilidades, pero en el fondo no podía dejar de preguntarse si sus respuestas serían lo suficientemente buenas. Le preocupaba la posibilidad de que su embarazo pudiera afectar sus oportunidades en un futuro cercano, pero decidió no mencionarlo por el momento. Ya enfrentaría ese desafío cuando fuera necesario.
Tras una hora de conversación intensa, la mujer asintió con una leve sonrisa y le agradeció su tiempo. Ariana salió de la oficina sintiéndose extenuada, como si hubiera corrido una maratón emocional. No tenía idea de si su desempeño había sido el adecuado, pero había hecho su mayor esfuerzo y, por el momento, eso era suficiente.
Pasaron algunos días sin noticias, y en cada uno de ellos, Ariana experimentó una mezcla de ansiedad e incertidumbre. Sus ahorros seguían disminuyendo, y aunque intentaba no preocuparse, no podía evitarlo. Su bebé llegaría cerca de Navidad, y ella quería estar preparada para recibirlo con todo lo necesario.
Finalmente, cuando casi había perdido la esperanza, un correo electrónico de Grupo Montenegro llegó a su bandeja de entrada. Apenas leyó las primeras líneas, Ariana sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Le ofrecían el puesto de asistente administrativa, con un salario que superaba considerablemente lo que ganaba como recepcionista, junto con beneficios y la posibilidad de ascender en la empresa.
Al cerrar el mensaje, se llevó una mano al vientre, sonriendo mientras acariciaba con suavidad el lugar donde su bebé crecería. Era un nuevo comienzo para ambos, una oportunidad que le permitiría construir una vida mejor. Agradecida y emocionada, se prometió que haría lo mejor en su nuevo trabajo, porque cada esfuerzo sería para darle a su hijo la vida que siempre había soñado.
Sin saberlo, su vida estaba a punto de entrelazarse de nuevo con el hombre al que había encontrado aquella noche en la oscuridad, un hombre cuyo poder y presencia eran inconfundibles y, sin embargo, seguía siendo un completo desconocido.