Después de la fiesta de Navidad, la vida en el Grupo Montenegro continuó con su ritmo vertiginoso. Los días de Ariana transcurrían entre informes urgentes y constantes solicitudes de Daniel Montenegro, quien parecía no tener descanso. Cada encuentro entre ambos se convertía en un ejercicio de autocontrol para Ariana, quien intentaba mantener la compostura pese a las emociones que él le despertaba. Sabía que no podía permitirse ni un solo error en su desempeño, menos ahora que había demostrado su valor en las semanas pasadas.
Ariana estaba revisando contratos en su escritorio cuando Daniel pasó junto a ella. Notó de reojo su presencia y levantó la vista justo en el momento en que él se giró hacia ella.
-Ortega, ¿puedes venir a mi oficina? Hay algo que necesito discutir contigo.
Ariana sintió un nudo en el estómago, pero asintió, dejando de lado el contrato que tenía en manos y siguiéndolo hasta su oficina. El tono de su jefe parecía normal, pero había algo en su mirada que le parecía inusualmente sombrío. Al cruzar la puerta y cerrar detrás de ella, notó que Daniel se dirigía hacia su escritorio con una expresión tensa.
-Siéntate, por favor -dijo él, señalando una silla frente a él.
Ariana se acomodó en el asiento, percibiendo una extraña frialdad en el ambiente, algo que no se debía solo al aire acondicionado que mantenía la oficina a una temperatura controlada. Daniel la observó durante unos segundos, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
-He estado revisando algunos informes financieros recientes -comenzó-, y he notado ciertas irregularidades en los registros de las últimas semanas. Pequeños detalles que podrían pasar desapercibidos para otros, pero que me resultan... inquietantes.
Ariana frunció el ceño, sintiendo cómo su mente empezaba a analizar cada documento en el que había trabajado últimamente. Estaba segura de que había revisado cada cifra con extremo cuidado. ¿Era posible que algo hubiera escapado de su atención?
-¿Se refiere a algo en particular, señor? -preguntó, tratando de mantener un tono neutro.
-En algunos contratos y facturas que fueron procesados por el departamento de operaciones -respondió Daniel, entrelazando los dedos sobre el escritorio-. Las cantidades difieren ligeramente de las estipuladas, y si bien no es algo de gran magnitud, quiero asegurarme de que nadie esté intentando manipular nuestros fondos. Me gustaría que te encargaras de investigar a fondo estos registros.
Ariana asintió lentamente, aceptando la tarea que se le encomendaba, pero no podía ignorar el hecho de que el propio Daniel había sentido la necesidad de ocuparse de este asunto. Esa clase de asuntos generalmente los manejaban los auditores internos.
-Por supuesto, señor. Haré todo lo posible para identificar cualquier irregularidad y rastrear su origen.
Daniel asintió, pero la intensidad en su mirada le indicaba que no estaba satisfecho solo con sus palabras.
-Confío en tu discreción, Ortega. Este tipo de asuntos son delicados y prefiero que se mantengan en privado hasta que tengamos una conclusión clara.
Ariana captó el trasfondo de su advertencia. Mantener la calma y la confidencialidad era una parte esencial de su trabajo, pero había algo en la seriedad de Daniel que sugería una preocupación más profunda, casi personal.
-No se preocupe, señor Montenegro. Seré muy cautelosa y no compartiré la información con nadie hasta que tenga algo concreto.
Daniel asintió y, por un breve instante, la tensión en su rostro pareció suavizarse.
-Bien, eso es todo, Ortega. Puedes retirarte.
Ariana se levantó y regresó a su escritorio con la mente llena de preguntas. Mientras analizaba los documentos, un recuerdo emergió de su memoria: aquella noche en el bar, el encuentro furtivo que había resultado en su embarazo. Aunque había decidido no pensar en ello, a veces, en los momentos más inesperados, esos recuerdos volvían a su mente, como ecos de algo que no podía evitar.
La investigación le llevó días enteros, y aunque revisó cada factura, cada cifra, cada detalle, no encontraba nada concreto que pudiera indicar un fraude. Sin embargo, mientras analizaba un conjunto de transacciones realizadas por una de las subsidiarias del Grupo Montenegro, encontró algo extraño. La misma cantidad de dinero se había transferido repetidas veces a una cuenta desconocida, un monto pequeño pero recurrente. Lo suficiente para llamar su atención.
Ariana decidió buscar a Daniel de inmediato y mostrarle lo que había encontrado. Al llegar a su oficina, tocó la puerta y esperó a que él le permitiera entrar.
-¿Ortega? ¿Qué has encontrado? -preguntó él, sin levantar la vista de su ordenador.
Ariana se acercó y le mostró el documento.
-He estado revisando los registros, y encontré una serie de transferencias a una cuenta anónima. No son cantidades grandes, pero se realizan regularmente y no tienen una justificación clara.
Daniel frunció el ceño, observando el informe que ella le mostraba.
-¿Has podido rastrear a quién pertenece esta cuenta?
-No todavía, pero he solicitado los registros bancarios que nos permitirán hacerlo. Podría ser una simple coincidencia, pero quería informarle de inmediato.
Daniel se reclinó en su silla, cruzando los brazos mientras la miraba con un brillo de respeto en sus ojos.
-Buen trabajo, Ortega. Sigue adelante con esta investigación. Quiero saber cada detalle de esa cuenta, cada transacción. No podemos permitirnos que alguien intente robarle al Grupo Montenegro.
Ariana asintió, pero antes de retirarse, Daniel la detuvo.
-Ortega, eres meticulosa en tu trabajo, pero ¿por qué crees que alguien dentro de la empresa haría algo así? -preguntó, su tono era curioso, como si quisiera saber qué pensaba realmente ella sobre el asunto.
Ariana lo miró, pensando cuidadosamente en su respuesta.
-Creo que en empresas grandes como esta, siempre habrá quienes intenten aprovecharse de las oportunidades. Pero, también creo que hay algo en su estructura que atrae a personas leales y comprometidas, como usted y... como yo, señor. La gente que quiere traicionar a la empresa siempre lo hará de la manera menos evidente.
Daniel la observó detenidamente y, por un momento, pareció que iba a decir algo más. Sin embargo, se limitó a asentir.
-Confío en que tu juicio es acertado, Ortega. Sigue adelante con la investigación, y cualquier novedad, infórmamela de inmediato.
Al salir de la oficina de Daniel, Ariana sintió que algo había cambiado en la dinámica entre ambos. Quizás fuera el respeto que él mostraba por su trabajo, o la forma en que parecía confiar en sus habilidades. Pero también estaba el otro aspecto: la mirada que él le dirigía a veces, como si intentara ver algo en ella que no lograba descifrar.
Pasaron unos días, y finalmente, Ariana logró rastrear el origen de la cuenta sospechosa. La información la dejó helada. La cuenta pertenecía a una persona relacionada con la familia Montenegro, alguien que parecía estar utilizando su influencia en la empresa para desviar fondos de manera encubierta. Era una situación extremadamente delicada, y sabía que tenía que presentar sus hallazgos con cautela.
Aquel mismo día, tocó la puerta de la oficina de Daniel, quien al verla entrar, dejó de lado lo que estaba haciendo y le indicó que tomara asiento.
-¿Lo encontraste? -preguntó, anticipando la respuesta en su mirada.
Ariana asintió, tomando un profundo respiro.
-Sí, señor. La cuenta está vinculada a alguien cercano a usted, alguien que tiene acceso privilegiado a ciertos recursos.
Le entregó los documentos que respaldaban su investigación, y Daniel los revisó en silencio. Su expresión pasó de la concentración a una mezcla de ira y decepción contenida. Cada línea parecía confirmar lo que temía, y Ariana notó cómo sus manos se apretaban ligeramente al leer.
-Esto... esto es inaceptable -murmuró él, dejando los papeles sobre el escritorio.
Ariana lo miró, sabiendo que el impacto de esa traición iba mucho más allá de un simple caso de desvío de fondos. Había algo personal en juego, y eso le preocupaba. Quería decir algo para aliviar la tensión en el ambiente, pero no sabía qué palabras serían apropiadas.
Finalmente, Daniel rompió el silencio.
-Gracias, Ortega. Has hecho un excelente trabajo. Ahora, déjame resolver esto por mi cuenta.
Ella asintió, respetando su decisión, y se levantó para salir de la oficina. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cruzar la puerta, escuchó su voz una vez más.
-Ariana...
Era la primera vez que él la llamaba por su nombre, y ella se giró, sorprendida.
-Sí, señor.
Daniel la miraba, y en su rostro había una mezcla de emociones que ella no había visto antes: vulnerabilidad y algo que parecía... agradecimiento.
-Confío en ti -dijo, en voz baja, antes de mirar de nuevo los papeles, como si se estuviera preparando para enfrentar una tormenta.
Ariana salió de la oficina, sintiendo que aquel momento había marcado un punto de inflexión en su relación con Daniel Montenegro. Pero, mientras se alejaba, una pregunta persistía en su mente: ¿hasta dónde llegaría él para proteger lo que tanto le importaba?