Capítulo 3 Una fiesta y una decisión

Capítulo 8:

Jade había estado en silencio después del incómodo encuentro con Jack. A pesar de que se había caído de manera estrepitosa, se había quedado con el sabor amargo de saber que él la había observado sin hacer nada para ayudarla. Claro, había dicho que no era nada grave, pero a Jade eso no le sonaba para nada gracioso. La caída había sido tan torpe que aún sentía el ardor en su rostro por la vergüenza. ¿De verdad había estado todo el tiempo mirándola, en lugar de ofrecerle ayuda?

-No es gracioso -murmuró Jade, mirando a Jack con cara de pocos amigos, mientras él le pasaba el libro que ella había intentado alcanzar. Lo agarró con rapidez, sin decir nada, solo observando al chico que parecía divertirse a su costa.

Jack la miró con una sonrisa traviesa antes de responder. -Bueno, tampoco pensé que fueras a caerte, esperaba que te rindieras antes.

Jade lo miró, al principio demasiado confundida como para reaccionar. Alzó la vista, observando sus características con más atención. Era alto, mucho más alto que ella, y con un cabello rubio que brillaba bajo la luz de la biblioteca. De repente, todo encajó. Jade había reconocido su rostro de inmediato. ¡Era Jack de Jesús! El famoso jugador de baloncesto de la escuela, conocido no solo por su habilidad en el deporte, sino por ser uno de los chicos más populares y admirados. Sin embargo, lo que más le sorprendió fue que él la conociera por su nombre.

"¿Cómo es que sabe quién soy?", pensó Jade, un poco atónita. Los populares generalmente no se tomaban la molestia de conocer a gente como ella, ¿no? A decir verdad, los veía como un grupo de chicos egocéntricos, que solo se importaban por sí mismos y por sus seguidores. Pero allí estaba Jack, sonriéndole, como si nada, y, aún más extraño, había usado su nombre. "Controla tus pensamientos, Jade", se reprendió mentalmente. "No hace menos odioso que me haya dejado caer", pensó mientras le dirigía una mirada fulminante.

Jack, al darse cuenta de que Jade no iba a decir nada más, decidió romper el silencio, pasando el libro a su mano sin esfuerzo alguno. Lo hizo con una sonrisa de suficiencia, como si nada hubiera pasado. Jade, sintiendo un poco de humillación, tomó el libro sin decir palabra alguna. Solo lo miró fijamente, como si pudiera atravesarlo con la mirada, esperando que Jack supiera la incomodidad que sentía. Sin embargo, él no pareció molestarse lo más mínimo. Simplemente sonrió y se alejó.

-Gracias -dijo Jade finalmente, no porque lo sintiera realmente, sino más por cortesía. No quería quedar como la chica maleducada que no agradecía el gesto.

Al escucharla, Jack se detuvo un momento, volviendo a mirarla. -Por nada, Jade -respondió con un tono relajado y, en cierto modo, afable.

Jade se quedó en su lugar, mirando cómo se alejaba, aún sorprendida. Nadie en la escuela, especialmente los populares, solía hablarle por su nombre. En ese momento, le dio vueltas al asunto, pero no llegó a ninguna conclusión. "Qué raro", pensó mientras comenzaba a caminar hacia su mesa.

Al llegar, vio que Alexa estaba sentada frente a su computadora, jugando al mismo jueguito de Google, ese que aparecía cuando no había conexión a internet. Jade resopló. "¿Cómo puede ser tan irresponsable?", pensó mientras observaba a su amiga completamente absorta en el juego. Ella sabía que tenía trabajo por hacer, pero Alexa siempre encontraba una excusa para no estudiar.

-Deberías estar estudiando, Coleman -le dijo, tratando de ser seria.

Alexa, sin apartar la vista de la pantalla, se limitó a responder con un tono relajado. -No tengo ganas, Jade. Estoy bien así.

Jade soltó un suspiro, abriendo su propio portátil y poniendo manos a la obra. "No me queda otra que hacer esto sola", pensó mientras se sumergía en su tarea. Era el tipo de estudiante que no podía relajarse hasta que todo estuviera terminado. Alexa, por el contrario, era de las que dejaban todo para el último momento, y, aunque no la juzgaba, a veces le desesperaba.

Pasaron algunos minutos en silencio, con Jade concentrada en su informe y Alexa jugando. Pero luego, Alexa rompió el silencio con una pregunta que, aunque aparentemente inocente, tenía un tono algo persuasivo.

-¿Qué ropa te vas a poner para la fiesta del viernes por la noche?

Jade levantó la mirada de su computadora y frunció el ceño. "¿Fiesta? ¿Qué fiesta?", pensó. Ni siquiera había considerado ir, pero Alexa tenía una forma de convencerla que era difícil de resistir. No le gustaban las fiestas, y mucho menos las grandes reuniones llenas de gente ruidosa. Prefería quedarse en casa, tranquila, leyendo algún buen libro.

-Corrección, cotilla -dijo Jade con tono de broma, aunque un tanto irritada-, la fiesta es mañana, no el viernes. Y no voy a ir.

Alexa no se dio por vencida tan fácilmente. -Claro que irás, Jade. Toda la preparatoria va a estar ahí, ¿qué excusa tienes esta vez? Además, me prometiste que me acompañarías a la próxima fiesta.

Jade cerró los ojos, sabiendo que Alexa tenía razón. De hecho, lo había prometido, y aunque no le gustaba la idea, no podía fallarle a su amiga. "¿Por qué siempre tengo que estar en medio de todo esto?", se quejó mentalmente.

-Sabes que no me gustan esas fiestas -respondió Jade, pero su tono era más de resignación que de firmeza.

Alexa no se dejó desanimar. -¡Pero yo no puedo ir sola! Me sentiría olvidada entre tanta gente.

Jade la miró con incredulidad. "¿En serio?", pensó, pero vio la expresión triste de su amiga, y entonces se dio cuenta de que no podía dejarla sola. Siempre se habían apoyado mutuamente, y aunque no quería ir, sabía que tenía que hacerlo.

-Está bien -dijo Jade al final, rendida. -Pero conste que no sé qué ropa llevar.

Alexa gritó de felicidad. -¡Eso es todo! ¡Irás! No te preocupes, yo me encargaré de todo.

Jade se sintió un poco atrapada, pero aceptó la oferta. -¿Y qué haría yo sin ti? -preguntó sarcásticamente, sonriendo a regañadientes.

Alexa respondió con una sonrisa maliciosa. -Morirías, querida. Eso harías.

Ambas estallaron en carcajadas, haciendo que algunos estudiantes las miraran con desaprobación desde sus mesas. La bibliotecaria se acercó rápidamente para pedirles que se calmaran. Al final, Jade solo pudo reírse, sabiendo que ese momento de camaradería y bromas con su amiga era lo que realmente le daba sentido a su vida.

El resto de la tarde pasó rápidamente. Cuando terminó el día, ambas se fueron a sus casas, pero Jade no pudo evitar pensar en lo que se venía. La fiesta de mañana sería un reto, y aunque no lo admitiera abiertamente, había algo en la idea de pasar tiempo con Alexa que la hacía sentirse un poco emocionada, a su manera.

            
            

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