Capítulo 4
Otro día más, uno igual al anterior, pero que a veces se volvía algo cansado, lleno de la misma rutina diaria. Jade había despertado con la sensación de que todo seguía igual. Lo primero, como siempre, fue levantarse, hacer lo de todos los días, esa sucesión de acciones mecánicas que no se detenían hasta que no quedaba espacio para pensar. Se había metido en la ducha, se había vestido de manera rápida, cogiendo lo primero que encontraba en su armario. Era una chica práctica, no le gustaba perder el tiempo con cuestiones superficiales. Después de un desayuno rápido, había salido rumbo a la escuela, pero antes, como casi todas las mañanas, se había detenido en una tienda para comprar algunas cosas para el día. Un par de bolsas de patatas Lays y Ruffles y un café bien cargado que le acompañaba mientras manejaba hacia la escuela. El café la despertaba, la mantenía alerta, y las patatas... bueno, las patatas siempre eran un buen acompañante.
Cuando finalmente llegó al estacionamiento de la escuela, se sorprendió al ver a Alexa esperando por ella afuera. Era raro verla tan temprano, porque usualmente llegaba justo antes de la primera clase, pero ahí estaba, sentada en la acera, con la mirada fija en su teléfono móvil.
-¿Te quedaste dormida o algo? -le preguntó Jade al bajarse del coche y caminar hacia ella.
Alexa levantó la cabeza, sonrió y se estiró con exageración.
-No, solo que quise aprovechar que hoy no me dejaron más tarea -respondió Alexa, levantando las manos al cielo como si fuera un gran logro. -¿Vienes o qué?
Jade rodó los ojos y las dos entraron al edificio de la escuela, caminando juntas hacia su primera clase del día: Ciencias. Era una clase tranquila, nada complicado, como siempre. Tomaron asiento y comenzaron a hablar de todo, desde la fiesta del fin de semana hasta lo que iban a hacer en las vacaciones de verano. Pasaron casi una hora, charlando como siempre lo hacían.
Cuando la clase terminó, decidieron ir directo a la cafetería. Jade tenía hambre, y no podía esperar a sentarse a terminar el informe de Historia que ambas tenían que entregar ese día. El café y las patatas ya no eran suficientes para mantener su energía, así que se sentó con Alexa en una mesa junto a la ventana, sacando los apuntes y comenzando a escribir.
-Esto es tan aburrido -dijo Alexa, mirando su hoja llena de datos que claramente no entendía. Jade la observó por unos segundos, sabiendo que en realidad a Alexa no le importaba tanto la clase, pero sí entregaba sus informes para no perder puntos.
-Más vale que lo termines, o te va a costar más adelante -le advirtió Jade, mientras escribía rápidamente en su propia hoja, sin tomarse demasiado tiempo para corregir detalles.
Finalmente, después de lo que les pareció una eternidad, terminaron el informe. Ambas se levantaron y se dirigieron al aula de Historia, donde el profesor ya las esperaba para recibir los trabajos. Después de entregarlos, Jade se sintió aliviada, como si una gran carga se hubiera levantado de sus hombros. Ya no quedaba nada pendiente, salvo recoger los registros de la universidad en unas semanas. El futuro parecía un poco más cerca y un poco menos aterrador.
Al salir de la escuela, Jade se sentía cansada, pero satisfecha. Estaba lista para llegar a casa y descansar, tal como había planeado. Entró en su coche, condujo hasta su casa y, al llegar, subió directamente a su cuarto. Se quitó los zapatos y se tiró en la cama. Puso sus audífonos, seleccionó su lista de reproducción y se dejó llevar por la música. Necesitaba relajarse, liberar un poco el estrés que había acumulado durante la semana. Se quedó allí, sumida en la tranquilidad, sin pensar en nada más.
Horas después, despertó con el sonido de su estómago rugiendo de hambre. Miró la hora: eran las tres de la tarde. Jade se levantó con pereza, fue al refrigerador y sacó algo de comida. Preparo un plato rápido, sin mucha creatividad, y se sentó a comer mientras veía un programa animado en la televisión. El tiempo pasó volando y, cuando menos lo esperaba, ya eran las cinco. No pensaba hacer nada más en el resto de la tarde, solo descansar.
Se dirigió al baño, se preparó un baño de espuma y se sumergió en la bañera. Mientras el agua caliente la rodeaba, Jade comenzó a cantar a voz en grito algunas de las canciones de sus artistas favoritos: Pablo Alborán, Piso 21, Maluma. A veces, cantar le ayudaba a desconectar de la realidad, a olvidarse de todo el estrés y la presión. Se relajó, disfrutó del momento, hasta que terminó de darse un buen baño de espuma.
Cuando salió del baño, se estaba quitando el maquillaje cuando escuchó el sonido de la puerta. Era Alexa. Sin que Jade tuviera tiempo de reaccionar, su amiga entró corriendo, con el cabello mojado y las manos llenas de bolsas. Alexa parecía estar preocupada por no dejar caer todo lo que traía, y su expresión era de puro nerviosismo.
-¡Ay, Jade, qué bueno que estás en casa! -dijo Alexa, con su característica energía, mientras entraba a la casa. El cabello castaño claro de Alexa caía en cascada por su espalda, y su ropa parecía sacada de un catálogo de moda: short de jean y una blusa corta roja. No tardó en bajar y ayudarla con las bolsas.
-¿Qué traes ahí? -preguntó Jade, curiosa, mientras comenzaba a subir las bolsas al cuarto.
Alexa dejó caer las bolsas en la cama, revelando dos vestidos. Uno era negro, con un escote bastante pronunciado, apenas cubría lo necesario; el otro, dorado, con un escote en la espalda y aberturas en los lados de las piernas.
Jade lo miró y luego a Alexa, con una expresión que dejaba claro que no necesitaba pensarlo mucho.
-Ya sabes cuál voy a usar -dijo Jade, mirando a Alexa a los ojos con una mezcla de firmeza y sarcasmo.
-¿El negro? -preguntó Alexa, levantando una ceja y soltando una risa burlona.
Jade frunció el ceño, cruzando los brazos. -El negro. ¿Acaso crees que soy una puta? -El sarcasmo era palpable en su voz.
Alexa estalló en carcajadas. Se notaba que le había hecho gracia la forma en que Jade había respondido. -Era una broma, pendeja. Vamos a maquillarte, anda, no te hagas la difícil.
Jade la miró, algo irritada, pero se permitió reír también. Sabía que Alexa era incansable con sus bromas, pero al final siempre la ayudaba. Después de todo, ¿quién más podría comprenderla mejor que su mejor amiga?
Alexa salió disparada hacia el baño para preparar todo, dejando a Jade en su habitación pensando en lo que se venía. La fiesta de la noche siguiente sería un desafío, pero por alguna razón, Jade ya no se sentía tan reacia a la idea.