La Rebelde De Los Alexandrov
img img La Rebelde De Los Alexandrov img Capítulo 2 2: La Candidata Prohibida
2
Capítulo 6 6: El Choque del Control img
Capítulo 7 7: La Mujer de Cinco Hombres img
Capítulo 8 8: La Furia del Dragón img
Capítulo 9 9: La Consumación de la Diosa img
Capítulo 10 10: El Ultimátum de los Alexsandov img
Capítulo 11 11: La Debilidad de Lukyan img
Capítulo 12 12: El Desafío y la Sorpresa img
Capítulo 13 13: El Precio de la Exclusividad img
Capítulo 14 14: Los Secretos de la Mansión Alexandov img
Capítulo 15 15: Los Misterios de la Casa Alexandov img
Capítulo 16 16: La Furia de Nikolay img
Capítulo 17 17: La Luz en la Oscuridad de Sascha img
Capítulo 18 18: La Falsa Calma y el Adiós a París img
Capítulo 19 19: La Prueba de Fuego y la Marca de Adrik img
Capítulo 20 20: La Conciencia de Lukyan img
Capítulo 21 21: El Fantasma de Nikolay y la Convocatoria del Amo img
Capítulo 22 22: La Música Silenciada y el Espectáculo de la Rosa img
Capítulo 23 23: El Debut Secreto img
Capítulo 24 24: Estrategia y Confesiones img
Capítulo 25 25: Ansiedad y Clubes Nocturnos img
img
  /  1
img

Capítulo 2 2: La Candidata Prohibida

.Anton.

Después de la infame reunión con nuestro padre, el ambiente en el penthouse que compartimos los seis era una mezcla tensa de resignación y cálculo. Sabíamos que, tarde o temprano, la conversación sobre la poligamia familiar volvería. Se esperaba que, como herederos del linaje Alexandov, encontráramos a la mujer que estuviera a la altura de la casa y que aceptara a seis maridos bajo el mismo techo.

El problema era simple: ¿Cómo encontrar a una mujer capaz de soportar, y complacer, a seis hombres con personalidades tan diametralmente opuestas? Adrik, mi gemelo, compartía la mayor parte de mis gustos, pero ni siquiera nosotros éramos idénticos.

Al menos mis primos Volkov tuvieron la "suerte" de una promesa de matrimonio concertado con nuestra prima adoptiva, Irisha, desde que ella tenía siete años. Pero incluso para ellos las cosas no eran fáciles; Irisha desapareció de Moscú hace cuatros años, y solo sus padres saben de su paradero.

-No es el hecho de que Papá quiera que sigamos unidos -empezó Nikolay, nuestro hermano mayor, paseándose por la sala-. Es el tiempo límite lo que me irrita. ¿Dos meses para buscar a la futura matriarca de los Alexandov? Es absurdo.

-Y que no compartimos los mismos estándares, ni el mismo trato con las mujeres -señaló Lukyan, golpeando la mesa.

-Ese es el meollo del asunto -Sascha bufó, rodando los ojos.

Sascha era, a sus veintitrés años, un volcán de temperamento. Su trato con las mujeres era brutal; las humillaba y las maltrataba, disfrutando de la sumisión en la intimidad. Necesitaba de ellas para sus desahogos sexuales, pero pocas soportaban su agresividad. Lukyan, por su parte, sufría de ataques de ira y canalizaba su violencia con una amante que parecía dispuesta a tolerar el abuso, incluso físico.

Nikolay era el opuesto: controlador, obsesionado con el orden y la fidelidad. Nunca aceptaría compartir a una mujer que considerara de su propiedad. Gregori, posesivo y exigente, demandaba salud y exclusividad absoluta. Una mujer en su cama tenía que estar sana en cuerpo y mente; la infidelidad significaba el exilio inmediato. Adrik y yo éramos los únicos que compartíamos abiertamente nuestras conquistas, unos mujeriegos incorregibles que, al menos, sabíamos ser encantadores.

-Necesitamos una chica que pueda manejar a los seis -dijo Adrik, mirándome con el desafío de un cazador.

-No es viable -respondí, devolviéndole la mirada-. Ninguna mujer en su sano juicio aceptará seis personalidades tan diferentes y, seamos honestos, tan problemáticas.

-Yo tengo una candidata en mente -La voz de Gregori capturó nuestra atención-. La vi en el hotel principal hace unos días. Es completamente distinta a nuestro tipo habitual, pero creo que podría ser interesante. Si vamos a casarnos con una sola mujer, al menos que cumpla con todos los requisitos... y caprichos.

-Yo también vi una muy llamativa -intervine -. Pero dudo que su aspecto les agrade a todos.

Nikolay se levantó, dando por terminada la primera fase del debate. -Bien. Confiamos en ustedes para empezar la cacería. Pero que quede claro: cada uno debe tener una candidata. Busquen una buena opción, y luego decidiremos.

Mientras mis hermanos se dispersaban, me dirigí a mi habitación. Mi asistente acababa de enviarme un archivo adjunto. Abrí la carpeta sobre la chica de cabello rosa quehabia visto en la cafetería:

Jennifer Collins. Diecisiete años. Estadounidense. Llegó hace una semana y vive sola. Estudiará en la universidad. Su fecha de nacimiento es sospechosa, posiblemente falsa.

Es muy joven, pero eso no es un impedimento. Es una incógnita, y eso la hacía infinitamente más atractiva. Para mis gustos habituales, ella era una anomalía: su vestimenta y su mirada sugerían una fiereza que no he encontrado en ninguna de mis conquistas anteriores. Se veía salvaje, como una ninfa o un hada oscura, prohibida y seductora.

No me importaría si ella terminase siendo nuestra mujer.

Mi gemelo entró sin avisar, con su habitual sonrisa radiante. -Cuéntame sobre esa chica que viste.

Para nosotros, era costumbre compartir los detalles de nuestras conquistas, las que disfrutábamos juntos antes de descartarlas.

-La vi en un centro comercial, entrando a una tienda.

-¿Y no te acercaste a ella? -se burló Adrik.

-Me quedé estático. Es la verdad.

-¿El gran Anton Alexandov, paralizado por una mujer? Eso es una novedad.

-Tienes que verla para entenderme. La chica tiene piercings.

-Vaya. Las mujeres a las que estamos acostumbrados nunca se "lastimarían" así su cuerpo.

-Exacto. Esta es diferente. Apuesto a que tiene tatuajes escondidos en ese cuerpo. Me aseguraré de averiguarlo.

-Oye, déjame algo de investigación, yo también quiero comprobarlo -reclamó Adrik.

-Oh, no, hermanito. Primero la tengo que conquistar yo. Después, si la considero digna de nuestra atención, todos ustedes podrán unirse -Palmeé su hombro-. En unos días la veré de nuevo. Me aseguraré de que esta vez, me note.

-Odio esperar.

-Tendrás que hacerlo. Esto nos dirá si esa chica es realmente difícil o si solo quiere provocar con esa apariencia. Es nuestra prueba de fuego.

Habían pasado unos días desde mi encuentro visual, y ya había conseguido un avance: esa hermosa desconocida había visto mi rostro en la cafetería. Aunque su mirada fría y completamente desinteresada fue un golpe a mi ego -jamás me habían mirado así-, la indiferencia solo avivó mi interés.

Hoy daría el siguiente paso. Había rastreado su rutina: cada mañana, antes de la universidad, Jennifer pasaba por la misma cafetería.

La vi entrar. Salí rápido de mi coche y me dirigí al local con sigilo, planeando un "accidente" coreografiado.

Escuché su pedido: café y galletas. Unos minutos después, se lo entregaron. Esperé a que se volteara. Justo cuando se giró con la bebida caliente en la mano, me interpuse en su camino.

Pensé que me mojaría de café, pero ella fue rápida. Solo unas gotas cayeron sobre mi zapato de cuero.

-Disculpa -Levantó la mirada. Sus ojos me clavaron un juicio frío-. Debiste mantener más tu distancia. Es peligroso.

Qué carácter.

-Tienes razón. Mis disculpas por eso.

-Tu zapato se mojó.

-No te preocupes. Lo importante es que tú estás bien -Saqué mi mejor sonrisa de playboy-. Por cierto, soy Anton Alexandov.

-Jennifer -Trató de rodearme, pero me moví ágilmente para bloquear su paso-. ¿Qué quieres?

-Tu número. Me gustaría invitarte a un café para compensar el inconveniente.

-¿Un café? Estoy tomando uno ahora, ¿Lo ves?

Muerdo mi labio, fascinado por la fiereza de esta mujer. -Bueno, puede ser otra cosa. Un postre, una cena... Lo que tú quieras.

-No quiero nada. Adiós.

Antes de que pudiera escapar, tomé delicadamente su brazo. -Por favor. Me interesaste desde que te vi la primera vez. ¿De verdad no me recuerdas?

-Claro que sí. El hombre que no me quitaba la mirada de encima.

-Me alegra que me recuerdes. Yo no he podido dejar de pensar en tus ojos.

Ella levantó una ceja, su mirada gélida me evaluaba. Esto era un reto.

-Que te recuerde no significa que te daré mi número, Alexandov. Suéltame, no quiero llegar tarde.

Retiró mi agarre con un movimiento brusco y se marchó.

Joder. Quería a esa mujer en mis sábanas más que nada.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022