Anton, inmerso en un asunto urgente de trabajo en la empresa de diseño de interiores que comparte con Lukyan, tuvo que cancelar su encuentro matutino. Me ofrecí de inmediato para sustituirlo, ansioso por poner a prueba nuestro "juego de gemelos". Éramos tan idénticos que ni nuestros padres lograban diferenciarnos cuando nos lo proponíamos.
Al verla, el aire se me cortó. Ella era la mujer más espectacular del planeta, más hermosa incluso que la imagen que teníamos en mente de nuestra prima adoptiva, Irisha. Jennifer tenía una sensualidad innata, pero con un toque etéreo, casi angelical. Su caminar era una mezcla de delicadeza y firmeza, y sus ojos brillaban como esmeraldas pulidas.
Pero esta mujer era diferente. Inesperada.
Pudo darse cuenta de que no era Anton. Me quedé totalmente congelado, fuera de mi centro. Pensé que caería en el juego, pero fui yo quien cayó por la revelación.
Me gustaba mucho más.
-Hola, hermano -Entré en la oficina de Anton sin siquiera tocar.
-Hola. ¿Cómo te fue con mi hermosura? -preguntó sin mirarme, rodeado de papeles.
-Déjame decirte que ahora es nuestra linda -Tomé un vaso y me serví un trago de vodka.
-Sabía que te gustaría. Es única.
-Y vaya que lo es. Adivina qué pasó. -Sonreí de lado, ansioso por su reacción.
Anton dejó los papeles y pensó un momento. -¿Te besó creyendo que eras yo?
Solté una carcajada. -Error. Nuestra chica no se tragó el cuento. Apenas me miró, me dijo que no era Anton.
Abrió los ojos con la misma sorpresa que yo había experimentado hacía unas horas. -¿En serio? -Estaba escéptico.
Y claro que lo estaba. Nadie nos diferenciaba cuando cambiábamos de roles. Ninguna mujer había roto la ilusión.
-¿Hiciste algo diferente?
Negué con la cabeza. -Nada. Incluso notó que mi voz es menos grave que la tuya.
-Increíble.
-Súper increíble -Terminé mi bebida-. Es una chica muy interesante, diría que demasiado.
-Bueno, al menos nosotros somos los que tenemos una candidata. Mis otros hermanos no han encontrado nada, y Lukyan sigue obsesionado con esa mujer.
-Esperemos que a Gregori le guste. Esta noche veremos si la aprueba o no.
-Aunque no la aprueben, no me importa. Yo quiero estar con Jennifer, con o sin ellos -Anton sonó inusualmente decidido.
-A mí también me gustaría. Somos dos.
Aunque la decisión de nuestro padre fue abrupta y obligatoria, la idea de compartir a Jennifer no nos molestaba. No si la mujer era ella.
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-Ya están en camino -le informé a Gregori.
Nos encontrábamos en el lujoso restaurante. Gregori, que había mostrado interés desde su encuentro en el ascensor, fue el único de mis hermanos en aceptar la invitación. Lukyan se excusó con "planes" (probablemente con su obsesión), Sascha estaba inmerso en su autodestrucción y no quería ver a ninguna mujer que pudiera recordarle a la que lo había herido, y Nikolay aún estaba lidiando con la idea de tener que compartir a su futura esposa. El poder era su única debilidad, y Papá podía retirárselo si no acataba la orden.
-Joder -escuché a Gregori murmurar.
Seguí su mirada y mi aliento se detuvo. Mi gemelo entraba con Jennifer del brazo. Con ese vestido negro de seda, Jennifer era la encarnación del pecado. Era sexy y apetitosa, y el vestido apenas llegaba a la mitad de sus muslos. Todos los hombres del restaurante se giraron para observarla, un arrebato de posesividad me recorrió.
-Hola, Adrik -Besó mi mejilla, dejando una estela de perfume cítrico que me hizo sentir aún más atontado-. Oh -dijo al ver a Gregori-. Nos hemos visto antes, ¿verdad?
Gregori se puso de pie, su porte era autoritario. -Así es. -Tomó su mano con una cortesía elegante y besó el dorso-. Nos vimos en el ascensor del hotel.
-¡Oh, sí! El hombre sexy -dijo con total naturalidad.
Vaya que es directa.
-Soy Gregori. El segundo hermano mayor de estas copias.
Ella rio. -Jennifer Collins. Un placer.
Anton la ayudó a sentarse. Él y Gregori tomaron asiento a sus lados, dejándome frente a ella. Ahora pude detallarla mejor: labios gruesos, nariz pequeña y refinada, y ese piercing en la ceja y el de su lengua, una firma de rebeldía.
-Nunca pensé que la chica del ascensor fuera la chica de la que mi hermano no deja de hablar -mencionó Gregori con una sonrisa divertida.
Era la confirmación de que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartíamos el mismo gusto por la dificultad.
-Yo tampoco pensé volver a verte. Moscú es una ciudad inmensa.
-Aun así, el mundo es un pañuelo.
Era el destino, o el plan de nuestro padre, empujándola a nuestro lado.
-Pide lo que sea, linda -Mi gemelo le dijo con una sonrisa. Estaba claro que su entusiasmo era un escudo, una reacción a que el mesero la miraba descaradamente.
-Quiero papas fritas -dijo.
Casi me atraganto. ¿Papas fritas en un restaurante de lujo? Era única hasta en el apetito.
-Que sean muchas, con kétchup, y también unos trozos de carne a la parrilla.
-¿No te gustaría comer algo más, preciosa? -Gregori ya le había puesto un apodo.
-Mmm... no lo sé. Nada de esto llama mi atención. -Siguió revisando el menú-. Quizás una ensalada. -Miró al mesero-. Sorpréndeme, lindo.
Me tensé. Mis hermanos lo hicieron también. Los tres sentimos una oleada de ira al escucharla llamar "lindo" a otro hombre. Por un instante, quise arrastrarla fuera de allí.
No soy posesivo, pero la descarada ligereza con la que coqueteaba con un extraño me sacó de quicio.
Pedimos nuestras comidas con un humor sombrío. El mesero se marchó rápidamente, intimidado por la furia contenida en nuestras miradas.
-¿Y alguno de ustedes tiene novia?
Gregori casi escupe el vino. -¿Qué? -se secó los labios.
-Me gustaría saber si tienen novia. Sé que Anton no, pero no sé si tú o Adrik sí.
-No tenemos, hermosa -respondió Anton.
-De hecho, nunca hemos tenido novia formal -aclaró Gregori.
-¿Eso significa que nunca se han enamorado?
-Nunca nos hemos enamorado, no. Hemos estado con muchas mujeres, pero nunca nada formal, y jamás le hemos dicho "Te Amo" a una mujer -respondió Anton.
Ahora que lo decía, era la verdad. El único que había experimentado algo similar a la obsesión era Lukyan, y quizás Anton mismo durante un tiempo en Italia, pero amor, nunca.
-¿Y tú? ¿Hay alguien en tu corazón? -La curiosidad me venció.
Se quedó pensativa por unos segundos. -Sí, me enamoré una vez.
Sentí que iba a explotar.
-Pero resultó que ese hombre no era lo que yo pensaba. -Sonrió con tristeza-. Apenas estoy viviendo. Solo he tenido momentos muy breves con hombres; besos o caricias.
Es virgen.
Mis hermanos y yo intercambiamos una mirada de complicidad electrizante. Nuestra chica era virgen, y seríamos los únicos que tocarían esas hermosas piernas.
-Pero respondiendo a tu pregunta, no hay nadie en mi corazón. Estoy interesada en ciertas personas, pero aún no sé qué saldrá de eso. -Ella nos miró, su mirada se posó en Anton, luego en Gregori, y terminó en mí.
Esa mirada confirmó que éramos esas "ciertas personas". Esta cena era nuestra oportunidad de atraerla más a nuestro círculo, y, si teníamos suerte, de que también se interesara por nuestros otros hermanos.