Había algo en ella que no terminaba de encajar. Había dicho que quería su ayuda, pero ¿realmente confiaba en él? La incertidumbre le pesaba en los hombros. Había tratado de mantener una distancia emocional, pero la atracción hacia ella era innegable. No podía negarlo, pero tampoco podía permitirse que eso lo distrajera.
De repente, su teléfono vibró sobre la mesa. Era un mensaje de texto de Lucía.
"Necesito hablar contigo, hay algo importante que debes saber. Es urgente."
Alejandro dejó el teléfono en la mesa por un momento, pensando si debía responder o no. Después de unos segundos, decidió que no podía esperar más. Necesitaba respuestas.
"¿Qué pasa?" respondió, sin ocultar la tensión en su mensaje.
Unos minutos después, su teléfono sonó nuevamente. Esta vez, era una llamada. Sin pensarlo, la aceptó.
-Señor Ferrer, gracias por atenderme -dijo la voz de Lucía al otro lado de la línea. Su tono era serio, casi urgente-. Hay algo que está a punto de pasar. Creo que esta noche intentaré acceder a información crucial que podría cambiarlo todo. Pero no puedo hacerlo sola. Necesito su ayuda.
Alejandro sintió una ligera punzada de incomodidad, pero también una creciente sensación de que esta conversación era la pieza que faltaba para comprender lo que estaba ocurriendo.
-¿De qué estás hablando exactamente, Lucía? -preguntó, tratando de mantener su voz neutral, aunque un nerviosismo inexplicable lo invadía.
-Hay una reunión que se llevará a cabo esta noche. No está en el calendario oficial, es secreta. Sé que van a discutir ciertos movimientos dentro de la empresa, y esa información es clave para entender quién está detrás del sabotaje. Si conseguimos interceptarla, podremos exponer la verdad. Pero es riesgoso, y no puedo hacerlo sin alguien que esté dispuesto a ir hasta el final.
Alejandro frunció el ceño. Esto era más grande de lo que pensaba. No podía dejar pasar la oportunidad de obtener respuestas claras, pero el riesgo era enorme. Algo en su interior le decía que, si decidía seguir este camino, no habría vuelta atrás.
-Entendido -dijo con firmeza-. ¿Dónde y cuándo?
-A las 10 de la noche, en la sala de conferencias principal. Asegúrate de no ser visto. Si algo sale mal, no quiero que te pongas en peligro por mí.
Alejandro apretó los dientes. No le gustaba la idea de que Lucía estuviera tomando las riendas de la situación, pero sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad. Necesitaba saber quién estaba detrás de todo, y si eso significaba confiar en Lucía, tendría que hacerlo, aunque le costara admitirlo.
-Nos veremos allí -respondió, colgando la llamada.
La noche llegó con la misma lluvia persistente que no había cesado desde la mañana. Alejandro se encontraba dentro de su oficina, preparándose para lo que podría ser una de las decisiones más arriesgadas de su vida. Miró el reloj en su muñeca, marcando las 9:30. Quedaba poco tiempo. Decidió que, antes de cualquier cosa, debía revisar todos los informes de la empresa una vez más, en busca de cualquier pista que pudiera haber pasado por alto. Pero no encontraba nada nuevo. Solo un laberinto de cifras y datos que lo confundían aún más.
De repente, el sonido del timbre en su oficina lo sacó de su concentración. Alejandro se levantó de un salto y fue hacia la puerta. La asistente de seguridad le indicó que había llegado un paquete. No había recibido ningún paquete, así que la sorpresa fue inmediata.
-¿De quién es? -preguntó, tomando el paquete en sus manos.
-No se ha indicado remitente, señor. Solo su nombre -respondió la asistente.
Al abrir el paquete, encontró una carpeta manila. Dentro, había una serie de documentos con información sobre la empresa, pero lo que le llamó la atención fue una foto. Era una imagen de la misma sala de conferencias que Lucía había mencionado. Estaba tomada desde un ángulo oscuro, con una perspectiva que solo alguien con acceso a los sistemas de seguridad de la empresa podría tener.
El corazón de Alejandro comenzó a latir con fuerza. ¿Qué significaba esto? ¿Quién le estaba enviando esta información?
De inmediato, la puerta de su oficina se cerró con fuerza. Volteó rápidamente para ver quién había entrado, y allí, en la sombra de la puerta, estaba Lucía.
-¿Qué significa esto? -preguntó Alejandro, su tono grave, pero preocupado.
Lucía se acercó con calma, pero había algo en su expresión que no lograba descifrar. Era como si estuviera actuando, pero no de una manera forzada, sino de una forma que lo dejaba incómodo.
-Te dije que te necesitaba esta noche, y no podía esperar -dijo Lucía con suavidad, como si no hubiera nada fuera de lo común-. Lo que pasa es que esta reunión, que tú y yo vamos a interceptar, es solo la punta del iceberg. Si conseguimos acceder a la información que se maneja allí, tendremos la oportunidad de destapar algo mucho más grande. Algo que involucra a personas muy poderosas dentro de Aureum. Es nuestra única oportunidad de hacer que las cosas cambien.
Alejandro estaba perplejo. Cada palabra que salía de su boca parecía más peligrosa que la anterior, y el tono con el que hablaba comenzaba a incomodarlo.
-¿Y por qué debería confiar en ti, Lucía? -preguntó Alejandro, la mirada fija en ella. Ya no podía ignorar el hecho de que ella sabía más de lo que decía.
Lucía se quedó en silencio por un momento. Entonces, su rostro cambió, y sus ojos se fijaron con una intensidad que Alejandro no había visto antes.
-Porque yo también estoy en juego, señor Ferrer. No soy una simple empleada, y este no es solo un trabajo para mí. Mi familia está involucrada, y si no hacemos lo que tenemos que hacer, mi futuro, y el de muchas personas, se irá al traste.
La declaración de Lucía hizo que Alejandro retrocediera. Por un momento, sintió una extraña empatía por ella, pero también una gran desconfianza. No podía dejar que sus emociones interfirieran en sus decisiones. Tenía que seguir el camino que le ofreciera más respuestas, aunque le costara.
-Está bien -dijo finalmente, su tono firme-. Vamos a hacerlo a tu manera. Pero quiero que sepas que si esto sale mal, no habrá forma de salir limpio de todo esto. Las consecuencias no solo serán para ti, sino para los dos.
Lucía asintió, pero no dijo nada más. Ambos sabían lo que estaba en juego.
A las 9:45, Alejandro y Lucía llegaron a la sala de conferencias principal, cuidadosamente eludiendo las cámaras de seguridad. Alejandro había organizado todo para que no los vieran. La tensión estaba en el aire, y la sala oscura parecía amplificar la sensación de que algo importante estaba a punto de suceder.
Lucía se acercó a la mesa principal y comenzó a conectar su computadora portátil a la red de la sala, mientras Alejandro observaba con cautela.
-¿Estás segura de que esto funcionará? -preguntó, manteniendo la voz baja.
-Sí -respondió Lucía con confianza, aunque su mirada era fija en la pantalla-. Pero tenemos que hacerlo rápido. En unos minutos, los datos que necesitamos estarán disponibles.
De repente, un sonido en los altavoces alertó a ambos. La reunión comenzaba.