El nombre de Lucía Torres seguía resonando en su mente. Algo en su nombre le resultaba familiar, pero no lograba ubicarlo con claridad hasta que un destello de memoria cruzó su mente. La chica del encuentro inesperado en la entrada del edificio la noche anterior. Su postura, su mirada firme y esa sensación de haberla visto antes ahora cobraban sentido. La información sobre ella era sorprendentemente escasa: una mujer de 28 años, con un título en economía de una universidad mediana y experiencia laboral mínima. Ningún antecedente que justificara su inclusión en Aureum Corp, mucho menos en un puesto de alto nivel. Sin embargo, había pasado por todos los filtros de contratación como si alguien hubiera allanado su camino.
Alejandro apoyó los codos en el escritorio y se masajeó las sienes. Algo no encajaba, y odiaba esa sensación. Antes de que pudiera seguir analizando el informe, el intercomunicador sonó.
-Señor Ferrer -la voz de su asistente personal, Mónica, sonaba profesional, como siempre-. La nueva empleada, Lucía Torres, ha llegado. Está en la sala de conferencias para la reunión de incorporación.
Alejandro sintió un leve escalofrío. Era demasiado pronto para una confrontación directa, pero no podía evitar querer verla en persona. Después de todo, nadie entraba a su empresa sin su conocimiento, y esta mujer había burlado ese principio.
-Perfecto. Ahora voy.
Se levantó con calma, ajustó su reloj de pulsera y tomó el informe antes de dirigirse a la sala de conferencias. Su mente trabajaba rápido, diseñando la estrategia para abordar el tema sin levantar sospechas. No sabía si Lucía Torres era un peón o una amenaza, pero pensaba averiguarlo pronto.
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La sala de conferencias era amplia y moderna, con ventanales que dejaban entrar la escasa luz del día. Lucía estaba sentada al otro lado de la mesa, observando con discreción el espacio. Llevaba un blazer azul oscuro y una blusa blanca; su cabello castaño estaba suelto, cayendo en ligeras ondas sobre sus hombros. Cuando Alejandro entró, ella se levantó de inmediato, reflejando cierta formalidad.
-Señor Ferrer -dijo, con un tono sereno que no dejaba entrever nerviosismo.
Alejandro cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia ella, extendiendo la mano.
-Lucía Torres, supongo. Bienvenida a Aureum Corp.
Ella aceptó el apretón de manos con firmeza. Sus ojos se encontraron por un instante, y Alejandro sintió esa misma sensación extraña que había tenido la noche anterior. Había algo en su mirada que era difícil de ignorar: una mezcla de determinación y algo que no podía identificar.
-Gracias por la oportunidad -dijo Lucía, soltando su mano y volviendo a su asiento.
Alejandro también tomó asiento al otro extremo de la mesa, colocando el informe frente a él.
-Espero que su experiencia aquí sea productiva -dijo, con un tono cortés pero distante-. Aunque debo admitir que su perfil me intriga. No es común que alguien con su trayectoria llegue a una posición tan destacada de manera tan rápida.
Lucía lo miró con calma, sin mostrar sorpresa ante el comentario.
-Entiendo sus dudas, señor Ferrer. Pero creo que mi desempeño hablará por mí.
Alejandro arqueó una ceja. No esperaba una respuesta tan directa.
-Eso espero -replicó-. Porque en esta empresa no toleramos errores.
Lucía asintó, pero no respondió de inmediato. Alejandro aprovechó ese momento para observarla más detenidamente. Había algo en su presencia que desafiaba la explicación, algo que lo inquietaba y lo intrigaba a la vez.
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Más tarde, Alejandro regresó a su oficina con la mente llena de preguntas. Había algo inusual en Lucía, pero no podía señalar exactamente qué. Decidió seguir investigando, comenzando con una revisión exhaustiva de su historial.
Hugo Morales no tardó en aparecer con más información.
-Señor Ferrer -dijo Hugo, cerrando la puerta tras de sí-. Esto es lo que encontré hasta ahora sobre Lucía Torres. La mayoría de los datos son públicos, pero hay algunas inconsistencias.
Alejandro tomó la carpeta que Hugo le extendía y comenzó a revisarla. Sus ojos se detuvieron en ciertos puntos clave: una dirección que no coincidía con sus registros previos, empleos anteriores que parecían demasiado breves para ser relevantes. Había también un período de tiempo sin actividad registrada, como si hubiera desaparecido del radar.
-Esto no es suficiente -dijo Alejandro, cerrando la carpeta-. Necesito algo más concreto. Quiero saber qué esconde y quién la recomendó para este puesto.
Hugo asintió. -Voy a profundizar. Pero hay algo más que debería saber. Anoche la vieron cerca del edificio, antes de que usted saliera.
Alejandro levantó la vista, sorprendido. -¿Qué hacía aquí?
-No lo sabemos. Pero tenemos imágenes de las cámaras de seguridad. Podría ser una coincidencia, pero...
-En mi experiencia, las coincidencias no existen -interrumpió Alejandro. Su expresión se endureció mientras devolvía la carpeta a Hugo-. Sigue investigando. Quiero respuestas antes de que termine el día.
Hugo se marchó sin decir más, dejando a Alejandro solo con sus pensamientos. Había algo en esta situación que le resultaba familiar, una sensación de que las piezas del tablero se estaban moviendo en su contra.
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Horas más tarde, mientras Alejandro revisaba unos documentos en su penthouse, su teléfono sonó. Era un número desconocido. Frunciendo el ceño, contestó.
-¿Quién habla?
-Señor Ferrer -la voz de Lucía Torres sonaba al otro lado de la línea, serena pero con un toque de urgencia-. Siento molestarlo a esta hora, pero creo que debería saber algo.
Alejandro se tensó. No esperaba una llamada de ella, y mucho menos tan pronto.
-Adelante -dijo, tratando de mantener la calma.
-Creo que alguien dentro de la empresa está tratando de sabotear ciertas operaciones. Hoy vi algo que no me pareció normal, pero no estoy segura de cómo proceder.
Alejandro guardó silencio por un momento, procesando sus palabras. ¿Era esto una trampa o realmente estaba tratando de ayudar?
-Explíquese -dijo finalmente.
Lucía le detalló una serie de movimientos extraños en las cuentas internas de un proyecto reciente. Aunque su explicación era vaga, Alejandro notó que había cierta lógica en lo que decía.
-Hizo bien en avisarme -respondió Alejandro con seriedad-. Manténgase atenta, pero no comente esto con nadie más por ahora. Yo me encargaré de investigar.