Nicolás quedó inmóvil por un momento, observando cómo Aitana se alejaba con su guardaespaldas. Su mente aún intentaba procesar lo que acababa de suceder. Esa joya costaba más de lo que él había imaginado, y ella había logrado comprarla, incluso después de que él se aseguró de que no tendría acceso a ninguna de sus cuentas. ¿Cómo era posible? ¿De dónde había sacado tanto dinero?
Un pensamiento inquietante comenzó a formarse en su mente. Las pistas estaban todas ahí: los vehículos lujosos, los regalos caros, la tarjeta de crédito que Aitana había usado. Todo apuntaba a algo... o a alguien. Aitana no podría haberlo hecho sola. Tenía que estar con alguien, alguien poderoso y rico. Alguien que la estuviera manteniendo.
Nicolás se dirigió a la tienda de joyas, con el ceño fruncido y la determinación quemando en sus venas. Al entrar, el aroma a cuero y terciopelo lo envolvió. Era un lugar exclusivo, reservado solo para aquellos con acceso a fortunas considerables. Se acercó al mostrador donde Aitana había estado momentos antes, y la misma vendedora que la había atendido lo recibió con una sonrisa cortés.
-Buenas tardes, señor. ¿En qué puedo ayudarlo? -preguntó con profesionalismo.
Nicolás, sin molestarse en sonreír, sacó su teléfono y mostró una imagen de la joya que Aitana había comprado.
-Esta pieza... una mujer acaba de comprarla. Quiero saber con qué tarjeta pagó.
La vendedora lo miró con sorpresa, aunque mantuvo su compostura.
-Lo siento, señor, pero no puedo revelar información confidencial de nuestros clientes -respondió, un tanto nerviosa.
Nicolás se acercó más al mostrador, haciendo uso de su presencia intimidante. Era un hombre acostumbrado a obtener lo que quería, y la situación no iba a ser diferente.
-Escucha, solo quiero saber si fue con una tarjeta de los Alarcón. No te estoy pidiendo ningún detalle personal, solo eso.
La mención de los Alarcón hizo que la vendedora se tensara. Nicolás notó el cambio inmediato en su expresión, y supo que había dado en el clavo. La mujer desvió la mirada, claramente incómoda.
-Señor, insisto en que no puedo revelar esa información -dijo, pero su tono traicionaba su nerviosismo.
Eso fue suficiente para Nicolás . No necesitaba más confirmación. Si Aitana había usado una tarjeta de los Alarcón, eso solo podía significar una cosa: estaba vinculada de alguna manera a esa familia. Pero, ¿cómo? Los Alarcón eran conocidos por ser extremadamente reservados, poderosos y muy ricos. Nicolás conocía su nombre y su influencia en la sociedad, pero también sabía que no había hombres jóvenes en esa familia. Los patriarcas de los Alarcón eran hombres mayores, todos bien establecidos en el mundo de los negocios y la política.
La idea de que Aitana pudiera estar involucrada con uno de ellos le resultaba difícil de creer, pero todo apuntaba en esa dirección. ¿Acaso Aitana había caído en las manos de algún Alarcón mayor a cambio de lujos y comodidades? ¿Era eso lo que había estado sucediendo todo este tiempo?
Nicolás sintió una mezcla de celos y rabia crecer dentro de él. La idea de que Aitana pudiera haberse unido a uno de esos hombres mayores lo perturbaba más de lo que quería admitir. Por un momento, se olvidó de que él mismo había roto el matrimonio, de que había dejado a Aitana por otra mujer. Todo lo que sentía ahora era una necesidad insaciable de entender lo que estaba ocurriendo y de recobrar el control de la situación.
-Gracias por tu tiempo -dijo con frialdad, girándose y saliendo de la tienda sin esperar una respuesta.
Mientras caminaba por el centro comercial, su mente trabajaba frenéticamente. Tenía que investigar más, descubrir qué tipo de conexión tenía Aitana con los Alarcón. Había algo más grande en juego aquí, algo que no podía ignorar. Sabía que los Alarcón no eran gente con la que se jugaba a la ligera, pero también sabía que no se detendría hasta averiguar la verdad.
La posibilidad de que Aitana estuviera involucrada en una relación con alguno de ellos era un golpe directo a su orgullo. ¿Acaso ella había encontrado una forma de vengarse de él, de demostrarle que podía salir adelante sin su ayuda? O peor aún, ¿lo había reemplazado con alguien mucho más poderoso?
Nicolás apretó los puños mientras caminaba hacia la salida. Tenía que llegar al fondo de esto. Y cuando lo hiciera, estaría preparado para enfrentar a quienquiera que estuviera detrás de Aitana.
No podía sacarse de la cabeza la idea de que Aitana estaba involucrada con alguien de la familia Alarcón, y aunque esa posibilidad le resultaba difícil de aceptar, todo parecía encajar. Los regalos lujosos, los vehículos elegantes y ahora la tarjeta de crédito de los Alarcón... Era obvio para él que Aitana no estaba actuando sola. Pero, ¿por qué con ellos? ¿Y por qué ahora?
Mientras caminaba hacia el estacionamiento, su mente elaboraba teorías cada vez más descabelladas. ¿Acaso Aitana había planeado todo esto desde el principio? ¿Se había acercado a los Alarcón como parte de una venganza o, peor aún, una estrategia para asegurarse un lugar en una de las familias más poderosas del país?
Nicolás no podía soportar la idea de que ella pudiera estar en una relación con uno de esos hombres. Sabía que todos los miembros masculinos de la familia Alarcón eran mayores, hombres de negocios que rondaban los cincuenta o más. No había ningún heredero joven que pudiera haber cautivado a Aitana de manera romántica. Eso solo dejaba una posibilidad: Aitana se había convertido en la amante de alguno de ellos.
Un impulso oscuro lo empujó a averiguar más. No podía quedarse con esa incertidumbre. Necesitaba respuestas. Nicolás se detuvo al borde del estacionamiento, con el teléfono en la mano, y comenzó a marcar un número que no había usado en años. Su antiguo contacto en el mundo de la seguridad privada, alguien que le debía varios favores. Alguien que podía conseguir información sin hacer preguntas.
El teléfono sonó un par de veces antes de que una voz grave y monótona respondiera.
-Nicolás, ha pasado un tiempo. ¿Qué necesitas?
-Información -respondió Nicolás sin rodeos-. Sobre los Alarcón. Quiero saber quiénes son, con quién están relacionados, sus movimientos recientes. Necesito todo lo que puedas encontrar sobre ellos, especialmente si hay alguna conexión con una mujer llamada Aitana Ferrer.
Hubo una pausa en la línea, seguida de una leve risa.
-Los Alarcón no son el tipo de personas a las que es fácil seguir, ya lo sabes. Pero si es importante, puedo ver qué consigo. Será caro, eso sí.
-No me importa el precio. Solo consígueme lo que puedas -replicó Nicolás , la impaciencia en su tono.
-Te contactaré cuando tenga algo -dijo la voz, antes de colgar.
Nicolás guardó el teléfono en el bolsillo de su abrigo y exhaló lentamente. No había marcha atrás ahora. Quería respuestas, y las iba a obtener, sin importar el costo.
Mientras conducía de regreso a su mansión, los pensamientos continuaban retumbando en su cabeza. Aitana siempre había sido un enigma para él, incluso cuando estaban casados. Era dulce y dedicada, sí, pero también había una fortaleza subyacente en ella, una que Nicolás había subestimado. Tal vez había más en su historia de lo que él había imaginado.
Pero ahora, si estaba enredada con los Alarcón, las cosas se volvían mucho más complicadas. Esa familia no se andaba con juegos. Eran intocables, poderosos, capaces de arruinar la vida de cualquiera que se interpusiera en su camino. Y ahora, Aitana, su exesposa, estaba en medio de todo eso.
Nicolás golpeó el volante con frustración. Si Aitana estaba usando su conexión con los Alarcón para avanzar en la sociedad, no podía permitirse quedarse de brazos cruzados. No era solo una cuestión de orgullo herido; había algo más profundo que lo empujaba a actuar. Quizás era el deseo de demostrarle que no podía simplemente salir de su vida y prosperar sin él. Quizás era el temor de que, de alguna manera, Aitana pudiera superar lo que él había construido.
Cuando finalmente llegó a su casa, las luces estaban apagadas y la mansión parecía más fría que nunca. Entró en la gran sala de estar, pero no encendió ninguna luz. Se dirigió directamente al bar, sirviéndose un vaso de whisky y dejándose caer en uno de los sillones de cuero.
La mansión estaba vacía, en silencio, como lo había estado desde que Aitana se fue. Y aunque había intentado llenarla con otras cosas, otros lujos, otros rostros, nada había logrado disipar esa sensación de vacío. El éxito y el poder que tanto había ansiado parecían frágiles ahora, insignificantes en comparación con la maraña de emociones que lo envolvía.
Nicolás bebió un sorbo de whisky, dejando que el licor quemara su garganta. Sabía que estaba jugando con fuego al intentar desenterrar información sobre los Alarcón, pero no podía detenerse. No ahora. Había demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas suposiciones que lo atormentaban.
Mientras observaba las luces lejanas de la ciudad desde la ventana de su mansión, una resolución oscura se apoderó de él. No permitiría que Aitana se saliera con la suya, no importaba cuán poderosos fueran los Alarcón.