Capítulo 6 6 Hora de volver

Capítulo 7: Hora de Volver

El invierno se había despedido lentamente, dejando tras de sí un aire melancólico que parecía envolver cada rincón del pueblo. Con el primer aniversario del fallecimiento de Manuel acercándose, esa sensación se intensificó. El peso del recuerdo y la pérdida era compartido por todos, pero en especial por Flor, quien había pasado el último año refugiada en el amor incondicional de su pequeño Dylan y en el apoyo constante de su familia. Julia y Ricardo, además de sus padres, permanecieron siempre cerca, asegurándose de que nunca se sintiera sola.

En la escuela, Sabrina había asumido el rol de Flor, dándole tiempo para sanar mientras cuidaba de Dylan y enfrentaba su duelo. Su amiga no solo se encargó de las responsabilidades laborales, sino que también la acompañó en los momentos grises, recordándole que, aunque Manuel ya no estuviera físicamente, su espíritu siempre la rodearía.

El inicio de un nuevo ciclo escolar trajo consigo una decisión importante para Flor. Estaba lista para regresar al aula, ese espacio que una vez había sido su refugio, su lugar de inspiración. Julia y Ricardo, que habían pospuesto sus jubilaciones para no dejarla sola, finalmente podrían dar ese paso, confiados en que Flor retomaría su pasión. Sin embargo, nadie esperaba que el nuevo director que llegaría para reemplazar a Ricardo también transformaría la vida de Flor.

El Nuevo Ciclo

La semana comenzó con una misa en memoria de Manuel. La iglesia estaba llena de flores y velas, mientras la comunidad entera se reunía para honrar su sacrificio. El sacerdote, con palabras de consuelo, recordó la valentía y el amor con los que Manuel había vivido.

Luis, Fernando, Pedro y Raúl, los amigos más cercanos de Manuel, estaban presentes, junto con vecinos y familiares. Aunque el dolor seguía siendo palpable, todos compartían un compromiso común: recordar a Manuel como el héroe que había sido.

Flor, con Dylan en brazos, sintió un consuelo inesperado al mirar a su alrededor. La comunidad no solo compartía su pena, sino también el deseo de mantener vivo el legado de Manuel. Al finalizar la misa, varios se acercaron para ofrecer palabras de aliento, mientras los amigos de Manuel prometían continuar organizando charlas de prevención de incendios en su honor.

Esa noche, al regresar a casa, Flor abrazó a Dylan con fuerza. Frente a la fotografía de Manuel en el salón, le susurró:

-Nunca dejaré que te olvidemos. Dylan crecerá sabiendo que tu amor siempre nos rodea.

El parque en honor a Manuel se había convertido en un lugar especial para el pueblo. Allí, las familias se reunían, los niños jugaban, y los amigos compartían recuerdos. Cada vez que Flor visitaba el parque con Dylan, sentía la presencia de Manuel, como si estuviera cuidando de ellos desde algún lugar.

El Día del encuentro

El primer día de clases llegó con un aire renovado, aunque la ausencia de Ricardo y Julia se sentía en los pasillos. Gabriel Ferrer, el nuevo director, llegó temprano, caminando con pasos firmes y una expresión serena, pero distante.

Las auxiliares lo recibieron con curiosidad. Flor, que estaba en su aula organizando materiales, escuchó los murmullos provenientes de la sala de profesores.

-¿Es cierto que viene con su hija pequeña? -preguntó una de las auxiliares.

-Eso dicen. Debe ser complicado criarla solo -respondió otra.

Gabriel entró en la sala, cortando la conversación. Su porte serio y su voz grave impusieron silencio.

-Buenos días. Soy Gabriel Ferrer, el nuevo director. Espero que podamos trabajar juntos por el bien de los estudiantes.

Desde la puerta de su aula, Flor lo observó con curiosidad. No pudo evitar notar el cansancio en su mirada y algo más, una sombra de tristeza que parecía acompañarlo. Gabriel la miró por un instante, asintiendo en señal de saludo antes de continuar hacia su oficina.

Durante el recreo, ambos coincidieron en el patio. Gabriel estaba revisando unas notas junto al viejo árbol, cuando Flor se acercó con Dylan en brazos.

-¿Director Ferrer? -lo llamó con amabilidad.

Él levantó la vista, sorprendido por el tono cálido de su voz.

-Dígame.

-Soy Flor, maestra de cuarto grado. Quería darle la bienvenida.

Gabriel esbozó una leve sonrisa.

-Gracias. Es un gusto conocerla.

Flor notó un destello de calidez en su voz, pero también una barrera invisible, como si él estuviera acostumbrado a mantener a los demás a cierta distancia.

-Este es Dylan, mi hijo -añadió, mientras el niño lo observaba con curiosidad.

-Hola, Dylan -dijo Gabriel, inclinándose un poco para saludar al niño. Por un momento, su expresión se suavizó, dejando entrever una faceta más humana y cercana.

Flor no pudo evitar sentir una conexión inesperada. Aunque ambos eran prácticamente desconocidos, había algo en la manera en que Gabriel miraba a Dylan que la hizo preguntarse qué historia llevaba consigo.

Un Nuevo Comienzo

Los días siguientes estuvieron marcados por la rutina escolar y pequeños intercambios entre Flor y Gabriel.

Aunque él mantenía una postura reservada, Flor notó que mostraba un interés genuino por la escuela y los estudiantes. Al pasar por el aula de cuarto grado, a menudo se detenía a observar el trabajo de los niños, compartiendo comentarios breves pero alentadores.

Una tarde, mientras organizaban una actividad en el patio, Gabriel se acercó a Flor.

-¿Cómo ha sido su experiencia regresando al aula? -preguntó, con un tono menos formal que de costumbre.

Flor lo miró, sorprendida por la pregunta.

-Es... extraño, pero también reconfortante. Este lugar siempre fue un refugio para mí.

Gabriel asintió, como si entendiera perfectamente lo que quería decir.

-A veces, los lugares familiares son los que nos ayudan a encontrar el equilibrio.

Sus palabras resonaron en Flor, quien comenzó a darse cuenta de que, detrás de la fachada seria de Gabriel, había una historia que quizá no era tan distinta a la suya.

Aquel día marcó el inicio de una relación profesional que poco a poco se tornaría en algo más profundo. Sin que ninguno de los dos lo supiera aún, el regreso de Flor al aula y la llegada de Gabriel no solo transformaría la escuela, sino también sus propias vidas, llenándola de nuevos desafíos, aprendizajes y, quizás, esperanza.

                         

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