La tragedia nos tocó
La tarde del primero de marzo Flor se sento en el porche de su casa a ver el atardecer como lo hacía todas las tardes junto a su hijo Dylan ya de 9 meses lo único que le quedaba de el amor de su vida ,sus noches eran interminables no dejaba de pensar por qué les tocó a ellos esta tragedia,su consuelo era su pequeño,que no sabe que pasa, tan inocente ,tan hermoso,tan parecido a su papá , no sabe que su papá los dejó le apenaba pensar que solo disfruto 6 meses de su hijo y que su padre no lo podra ver crecer y su niño apenas lo conoció pero le prometio que siempre lo tendría presente en su vida que va ha saber que fue el niño más deseado por sus padres y que si él los dejó fue porque se quedó sin fuerzas para luchar por su vida ;su Manuel al que extraña tanto .
Ese día a noticia recorrió el pueblo como un lamento profundo que ahogaba cualquier intento de consuelo. La gente fue notificada de la tragedia que había alcanzado a Manuel, el bombero que muchos consideraban un héroe. Ahora, el hombre luchaba por su vida en una cama de hospital, aferrado a cada respiro, a cada segundo. Los rumores de lo ocurrido se expandieron como pólvora y el pesar se mezcló con la ira y la tristeza cuando se supo la verdad, si esos jóvenes hubieran advertido sobre los fuegos artificiales que llevaba el baúl del auto que estaba averiado, todo habría sido distinto. Ese único gesto, esa advertencia tan simple, habría cambiado el curso de los acontecimientos,si lo hubieran hecho Manuel no estaría en aquella situación.
A pesar de que las familias de los responsables intentaban mantener la calma, el dolor del pueblo era tan grande que no había cabida para excusas.
Mientras Manuel permanecía en estado crítico, los responsables de la tragedia fueron finalmente capturados y llevados a la capital, donde enfrentarían un juicio.
Los cargos que recaerían sobre ellos no eran pocos y aunque aún no lo sabían, el peso de la justicia caería sobre ellos con todo su rigor.
El pueblo, sin embargo, estaba dividido algunos creían que las autoridades serían indulgentes, que el castigo no sería suficiente para reparar el daño que habían causado, mientras otros deseaban con toda el alma que esos jóvenes comprendieran la magnitud de su error.
La rabia y la tristeza latían como un solo corazón en cada hogar, mientras el destino de Manuel pendía de un hilo en ese hospital.
Y fue el 31 de diciembre, al borde nuevo año, cuando Manuel finalmente despertó del coma inducido que lo mantenía adormecido para mitigar su dolor. Con la voz apenas un susurro, pidió ver a Flor. Ella entró al cuarto vestida con ropas estériles, cuidando de cada detalle para evitar cualquier riesgo de infección. Su corazón latía acelerado, y aunque había esperado este momento durante días, el miedo a lo que Manuel pudiera decirle le oprimía el pecho. Se acercó a él con el corazón encogido, y al verla, Manuel la miró a los ojos, esos ojos susurró: "Te amo... nunca lo olvides". Lágrimas recorrieron sus mejillas y las de Flor que incapaz de pronunciar palabra, lo abrazó con todo el amor y el dolor que llevaba dentro.
"¿Dylan... cómo está?" fue lo siguiente que preguntó Manuel débilmente, haciendo un esfuerzo monumental por hablar.
Ella le sonrió con ternura y le respondió que su hijo estaba bien, esperándolo, extrañando a su papá. Con un leve movimiento de cabeza, Manuel asintió, tratando de conservar aquella imagen de su pequeño hijo, tan inocente y lleno de vida. Sin embargo, el dolor comenzaba a reclamarle y sentía su cuerpo pesado y desgarrado, notaba las vendas que lo cubrían y por primera vez, dudaba si sería capaz de salir de aquel lugar. Aunque había sido un hombre fuerte y valiente, ahora la angustia y el dolor lo quebraban.
Con un esfuerzo que desgarraba el alma, volvió a mirar a Flor y le pidió que fuera fuerte, que lo hiciera por Dylan, su pequeño hijo. Le dijo que si llegaba a irse, no sería por falta de amor, pues ella siempre había sido el amor de su vida, desde la primera mirada. Le pidió que fuera feliz, que continuara con su vida y le rogó que no abandonara lo que amaba. "Sigue enseñando a tus niños; siempre te acompañaré, hasta que tú misma me dejes ir. Solo entonces podré descansar en paz", le dijo con voz entrecortada.
Flor, apenas conteniendo el llanto, le acercó a Dylan, quien observaba a su padre sin entender por qué estaba allí, pero con una curiosidad y ternura que sólo un niño podría mostrar. Manuel lo besó en la frente, dándole su bendición y en un susurro, le pidió que" cuida de tú mamá en mi ausencia"Con ternura, le susurró palabras que Flor escucho perfectamente"te doy permiso de querer a alguien en el futuro para que sea tú papá, solo si es digno de amar a tú mami tanto como yo la amo "le dijo y como en una aceptación tácita, Dylan cerró sus ojos, como si entendiera aquella dolorosa despedida.
Aquella imagen quedaría grabada en la memoria de Flor como un sello indeleble de amor y sacrificio.
Manuel también le pidió a Flor que le transmitiera un mensaje a Luis, su amigo y colega, para que no dejara de ser bombero. Sabía que Luis se sentía culpable por lo sucedido, pero quería que entendiera que nada de aquello era su responsabilidad. No quería que la culpa destruyera a su amigo como el fuego había destruido su propio cuerpo.
Por casi una hora, Manuel permaneció despierto, soportando un dolor indescriptible hasta que no pudo más. Le pidió a los médicos que lo durmieran, pues no aguantaba el tormento de las quemaduras. Mientras lo preparaban, recordó a sus padres, que habían fallecido en un accidente similar y con un extraño consuelo, pensó que al menos no habían sufrido el dolor del fuego, ya que murieron en el impacto.
En sus últimos momentos de consciencia, miró a Flor y le susurró una vez más: "Sé feliz, mi amor, por mí y por nuestro hijo... Te amo". Sabía que probablemente no volvería a despertar y en su corazón hizo las paces con el destino.
Al amanecer del nuevo año, Manuel partió, dejando un vacío imposible de llenar para Flor,eso fue como si toda su vida se desmoronara. Su mundo entero se apagaba y lo único que quedaba era su amor destrozado y su hijo, quien ahora tendría que crecer sin su padre.
El amanecer que traía un nuevo año, en lugar de esperanza, trajo consigo el peso de una ausencia eterna.
La noticia de la muerte de Manuel sacudió al pueblo como un viento helado, tan crudo que parecía imposible soportarlo. El funeral fue el más doloroso que se había vivido en la comunidad. No hubo rincón del pueblo en el que no se llorara su pérdida, y todos se unieron en duelo para despedir a un hombre que había dado todo por los demás. Decir que fue triste no alcanzaba; las lágrimas se agotaron y Flor quedó sin vida en su mirada, como si toda esperanza hubiera muerto con él.
Las calles, usualmente tranquilas y llenas de vida, se transformaron en un eco de susurros y miradas cabizbajas, llenas de dolor y resentimiento. Los vecinos, amigos y conocidos de Manuel se sentían unidos en el luto y el pueblo entero estaba de luto junto a Flor.
Flor, en medio de su desolación, supo que tendría que ser fuerte, aunque le pareciera imposible. Tenía la promesa que le hizo a Manuel y a su hijo Dylan.