Capítulo 5 5

La mansión de Nikolai era un contraste hiriente: exquisita en cada detalle, pero para Lilia no era más que una prisión disfrazada de lujo. Mármol pulido, candelabros que lanzaban reflejos dorados y alfombras tan suaves que sus pasos eran inaudibles. Pero esa perfección inmaculada escondía una sensación de vacío, de soledad, que le pesaba en el pecho. Aunque las ventanas ofrecían una vista majestuosa a unos jardines interminables, para ella no eran más que otro recordatorio de su encarcelamiento.

Sus manos se cerraron en puños mientras recorría el pasillo que llevaba al despacho de Nikolai, un lugar donde las decisiones parecían ensombrecer cualquier noción de justicia.

Cuando las puertas se abrieron, él estaba ahí, sentado en una silla de cuero junto al escritorio de roble. La luz cálida de una lámpara resaltaba los ángulos definidos de su rostro, y su mirada helada la examinó con detenimiento. Sobre la mesa, un contrato esperándola. Lilia sabía lo que significaba.

-Quiero dejar algo claro. -Nikolai rompió el silencio, su voz profunda poblando cada rincón del despacho. Con un gesto tranquilo, empujó un bolígrafo hacia ella. -Te protegeré, pero las condiciones tienen que estar claras, incluso por escrito. Un acuerdo matrimonial. Sin ceremonias, sin compromisos reales. Solo un año y después, serás libre.

Lilia arqueó una ceja, cruzando los brazos con una mezcla de incredulidad y desafío. Había algo en su tono que sugería que este acuerdo era más por estrategia que por cualquier otra razón; probablemente algún capricho legal que beneficiaría a Nikolai en su feudo de caos. Pero no iba a firmar sin pelear, especialmente cuando su orgullo recién herido exigía ser escuchado.

-¿Un contrato, en serio? Qué considerado, casi un romanticismo anticuado -dijo con una pizca de sarcasmo. Agarró el bolígrafo, pero sin escribir. -Y sin fiestas, sin ceremonias y, ¿qué? Ni siquiera un pastel para celebrarlo. Eres un tacaño, Volkov.

Nikolai entrecerró los ojos con una leve sonrisa; su paciencia tenía límites, pero ella parecía disfrutar probándolos. Finalmente, Lilia estrelló su firma en el papel, aunque con tal fuerza que el ruido del bolígrafo en el escritorio resonó.

Esa noche, la frustración en su interior la llevó al único pensamiento lógico: escapar. Se movía como una sombra entre los pasillos oscuros de la mansión, calculando cada paso mientras sus manos deslizaban los pestillos de las ventanas. Cuando llegó a los extensos jardines, el aire fresco le recordó, por un breve instante, la libertad que había perdido. Pero no tardó mucho en darse cuenta de que las puertas cerradas no eran la única barrera.

-Detente. -Una voz autoritaria resonó detrás de ella. Al girar, se encontró con dos de los guardias de Nikolai. Sus esperanzas se desplomaron en el instante en que las manos firmes de esos hombres la escoltaron de vuelta a la mansión.

Cuando la dejaron en el despacho de Nikolai nuevamente, él ya estaba sentado, como si hubiera estado esperándola desde el principio. Su postura era relajada, casi displicente, con los dedos entrelazados sobre el escritorio. Pero sus ojos delataban una chispa de diversión mezclada con una sombra de decepción.

-¿De verdad pensaste que podrías escapar de mí? -preguntó, con un tono inusualmente suave que hacía que la pregunta se sintiera más como un desafío que como un reproche.

Lilia alzó la barbilla, negándose a sentirse intimidada, aunque por dentro combatía la oleada de frustración.

-No soy tu prisionera, Nikolai.

Él se inclinó hacia adelante, con el rostro iluminado por esa tenue lámpara que parecía exagerar la intensidad de su mirada.

-No, eres mi rosa. -Su voz adquirió un filo peligroso. -Y las rosas no sobreviven solas en la tormenta.

Las palabras cayeron como un peso sobre Lilia, cortantes pero envueltas en una extraña mezcla de posesividad y preocupación. No pudo evitar preguntarse si Nikolai realmente creía que estaba protegiéndola o si simplemente disfrutaba de someterla a su control. Antes de que pudiera responder, él se levantó y caminó hasta acercarse lo suficiente como para que su presencia llenara todo su campo de visión.

-Intentar escapar no es una opción, Lilia. Ahora, habrá reglas. Serán estrictas, y espero que entiendas que cualquier desobediencia tendrá consecuencias. -Su tono tenía la contundencia de una sentencia. Luego se alejó un poco, regresando tras el escritorio como un rey regresando a su trono.

            
            

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