-Quiero dejar algo claro. -Nikolai rompió el silencio, su voz profunda poblando cada rincón del despacho. Con un gesto tranquilo, empujó un bolígrafo hacia ella. -Te protegeré, pero las condiciones tienen que estar claras, incluso por escrito. Un acuerdo matrimonial. Sin ceremonias, sin compromisos reales. Solo un año y después, serás libre.
Lilia arqueó una ceja, cruzando los brazos con una mezcla de incredulidad y desafío. Había algo en su tono que sugería que este acuerdo era más por estrategia que por cualquier otra razón; probablemente algún capricho legal que beneficiaría a Nikolai en su feudo de caos. Pero no iba a firmar sin pelear, especialmente cuando su orgullo recién herido exigía ser escuchado.
-¿Un contrato? Qué considerado, casi un romanticismo anticuado -dijo con una pizca de sarcasmo. Agarró el bolígrafo, pero sin escribir. -Y sin fiestas, sin ceremonias y, ¿qué? Ni siquiera un pastel para celebrarlo. Eres un tacaño, Volkov.
-Sé que ansías tu libertad -susurró-. Pero sabes que no puedo darte eso... aún. Lo que sí puedo ofrecerte es un nuevo tipo de poder, Lilia. Si juegas bien tus cartas, si aprendes a moverte en este mundo sin que te devore, podrías ser algo más que mi prisionera. Podrías ser mi reina. Tendrás el mundo a tus pies...
La mente de Lilia se quedó en blanco. Sus labios se entreabrieron, pero no encontró palabras inmediatas.
-¿T-tu reina? -preguntó, confundida.
Nikolai sonrió, deslizando su pulgar por su labio inferior de una manera que la hizo estremecerse.
-Ser mía no solo te haría intocable, sino también poderosa. La gente en este mundo teme mi nombre, pero si aceptas... también temerán el tuyo. ¿No es eso mejor que vivir como una sombra?
Lilia tragó en seco. Sabía que las palabras de Nikolai eran veneno envuelto en terciopelo, pero también despertaban algo oscuro dentro de ella. Un deseo de ser más que una simple peón en su juego.
-Dices que sería poderosa, pero en realidad solo quieres controlarme -espetó.
Nikolai presionó su cuerpo contra el de ella, haciéndola retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared. Sus labios apenas rozaron su oreja cuando respondió:
-Si quisiera controlarte, muñeca, ya lo habría hecho.
El roce de su cuerpo era un tormento. Su calor la envolvía, su fragancia la mareaba.
Nikolai entrecerró los ojos con una leve sonrisa; su paciencia tenía límites, pero ella parecía disfrutar probándolos, hablando sin parar. Finalmente, Lilia estrelló su firma en el papel, aunque con tal fuerza que el ruido del bolígrafo en el escritorio resonó.
...
Esa noche, la frustración en su interior la llevó al único pensamiento desesperado y loco: escapar. Se movía como una sombra entre los pasillos oscuros de la mansión, calculando cada paso mientras sus manos deslizaban los pestillos de las ventanas. Cuando llegó a los extensos jardines, el aire fresco le recordó, por un breve instante, la libertad que había perdido. Pero no tardó mucho en darse cuenta de que las puertas cerradas no eran la única barrera.
-Detente. -Una voz autoritaria resonó detrás de ella. Al girar, se encontró con dos de los guardias de Nikolai. Sus esperanzas se desplomaron en el instante en que las manos firmes de esos hombres la escoltaron de vuelta a la mansión.
Cuando la dejaron en el despacho de Nikolai nuevamente, él ya estaba sentado, como si hubiera estado esperándola desde el principio. Su postura era relajada, casi displicente, con los dedos entrelazados sobre el escritorio. Pero sus ojos delataban una chispa de diversión mezclada con una sombra de decepción.
-¿De verdad pensaste que podrías escapar de mí? -preguntó, con un tono inusualmente suave que hacía que la pregunta se sintiera más como un desafío que como un reproche.
Lilia alzó la barbilla, negándose a sentirse intimidada, aunque por dentro combatía la oleada de frustración.
-No soy tu prisionera, Nikolai.
Él se inclinó hacia adelante, con el rostro iluminado por esa tenue lámpara que parecía exagerar la intensidad de su mirada.
-No, eres mi rosa. -Su voz adquirió un filo peligroso. -Y las rosas no sobreviven solas en la tormenta.
Las palabras cayeron como un peso sobre Lilia, cortantes pero envueltas en una extraña mezcla de posesividad y preocupación. No pudo evitar preguntarse si Nikolai realmente creía que estaba protegiéndola o si simplemente disfrutaba de someterla a su control. Antes de que pudiera responder, él se levantó y caminó hasta acercarse lo suficiente como para que su presencia llenara todo su campo de visión.
-Intentar escapar no es una opción, Lilia. Ahora, habrá reglas. Serán estrictas, y espero que entiendas que cualquier desobediencia tendrá consecuencias. -Su tono tenía la contundencia de una sentencia. Luego se alejó un poco, regresando tras el escritorio como un rey regresando a su trono
Nikolai la observó de regreso. Una sonrisa ladina se esbozó en sus labios, como si disfrutara molestarla.
-Ahora eres mi esposa, ¿no crees que me debes algo, querida?
Lilia entrecerró los ojos... No podía estar hablando de... Alzó los ojos y lo miró enojada.
-¿Acaso te refieres a....
Nikolai sonrió y se levantó del asiento.
-Nos casamos, Lilia y tú me debes mi primera noche, nuestra noche de bodas.