La bailarina del mafioso
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Capítulo 7 7

Lilia sintió el ardor de la presión de sus dedos alrededor de su muñeca mientras Nikolai la guiaba a través del salón. La música y el murmullo de la fiesta parecieron desvanecerse en un segundo, dejando solo el eco de sus propios pasos contra el suelo de mármol. Las miradas furtivas de los presentes los seguían, pero nadie se atrevía a intervenir. Nikolai Volkov era un hombre al que se temía, y su estado de ánimo en ese momento no invitaba a desafíos.

-¿Qué estás haciendo? -susurró ella, tratando de mantener la compostura mientras lo seguía con pasos apresurados. Sentía la tensión en su agarre, la energía contenida en su cuerpo como una tormenta a punto de desatarse.

Él no respondió. Siguió avanzando hasta llegar a la gran escalera que llevaba a la salida del lujoso recinto. Afuera, la brisa nocturna golpeó el rostro de Lilia cuando Nikolai la llevó hasta un coche negro de cristales oscuros. El conductor ya estaba esperando, como si hubiera previsto la inminente retirada.

-Sube -ordenó él con voz áspera.

Lilia lo miró con desafío, pero su cuerpo estaba en tensión. Apretó los dientes, sopesando si debía desafiarlo en ese momento o esperar un instante más oportuno. Con un bufido de frustración, se deslizó dentro del vehículo. Nikolai la siguió de inmediato, cerrando la puerta tras él con un golpe seco.

El coche arrancó y el silencio dentro del habitáculo se hizo pesado. Lilia cruzó los brazos sobre su pecho y miró por la ventana, tratando de ignorar la presencia opresiva de Nikolai a su lado. Sin embargo, podía sentir su mirada sobre ella, oscura y cargada de emociones que no lograba descifrar del todo.

-¿Por qué te fuiste con él? -preguntó finalmente, su voz baja pero cargada de peligro.

Lilia parpadeó y giró el rostro hacia él. Sabía a quién se refería. En la fiesta, había estado conversando con Dmitri Voronin, un hombre de negocios que parecía amigable y que, más importante aún, la trataba como una persona y no como una posesión. Había sido un respiro en medio del asfixiante ambiente en el que Nikolai la mantenía atrapada.

-No "me fui" con él. Estaba hablando, nada más -respondió ella con frialdad.

Nikolai se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, sus dedos entrelazados con fuerza. Una vena latía en su sien, un signo claro de su creciente enojo.

-No quiero verte cerca de él otra vez -declaró en un tono bajo y amenazante.

Lilia soltó una risa amarga y negó con la cabeza.

-No puedes decidir con quién hablo, Nikolai.

Su mano se movió rápido, atrapando su barbilla entre sus dedos y obligándola a mirarlo. Sus ojos estaban oscurecidos por algo más que enojo; había una desesperación latente en su mirada, algo que Lilia no comprendía del todo.

-Tú no entiendes -murmuró, su voz un murmullo grave-. Nadie allí es quien aparenta ser. Nadie en mi mundo lo es. No puedes confiar en él, Lilia. No puedes confiar en nadie excepto en mí.

Ella tragó saliva. La intensidad con la que hablaba la dejó sin palabras por un instante. Su pulgar rozó la piel de su mandíbula, un gesto involuntario, como si intentara suavizar la brusquedad de su agarre. Entonces, como si se diera cuenta de lo que hacía, la soltó abruptamente y apartó la mirada, volviendo a recostarse contra el respaldo del asiento.

El resto del trayecto transcurrió en silencio. Cuando llegaron a la mansión, Nikolai salió primero y Lilia lo siguió con cautela. Apenas cruzaron la puerta principal, él se quitó la chaqueta y la lanzó sobre un sillón con una frustración apenas contenida. Caminó hasta la mesa de la sala y sirvió un trago de vodka, bebiéndolo de un solo golpe.

Lilia lo observó en silencio por un momento antes de acercarse con pasos lentos.

-¿Por qué estás así? -preguntó finalmente.

Nikolai dejó el vaso sobre la mesa con más fuerza de la necesaria y giró hacia ella. Sus ojos azules estaban nublados por algo más profundo que el licor.

-Porque me estoy volviendo loco, Lilia -respondió con una franqueza que la tomó por sorpresa-. Porque no soporto verte rodeada de hombres que no tienen derecho a mirarte. Porque cada vez que intento convencerme de que eres solo un problema más que debo manejar, haces algo que me recuerda que eres mucho más que eso.

El corazón de Lilia latió con fuerza contra sus costillas. Había algo peligroso en sus palabras, en la manera en que la miraba, como si estuviera debatiéndose entre contenerse o cruzar una línea de la que no podría regresar.

-Nikolai...

-No. No digas nada. No esta vez -interrumpió él, dando un paso más cerca, lo suficiente para que su aliento rozara su piel-. Dime, ¿te gusta desafiarme? ¿Te gusta probar mis límites? Porque cada vez que lo haces, siento que estoy a punto de romperlos.

Lilia no supo qué responder. Su cuerpo estaba en alerta, cada nervio encendido por la cercanía de Nikolai. Su aroma a madera y licor la envolvía, y la intensidad de su mirada la hacía sentir atrapada en un abismo del que no estaba segura si quería escapar.

La tensión entre ellos era palpable. Podía sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia ella, la energía contenida en cada músculo de su cuerpo tenso.

-Dilo, Lilia. Dime que no sientes nada cuando estoy cerca. Dime que no quieres esto tanto como yo -susurró, su voz ronca y cargada de deseo.

Lilia abrió la boca para responder, pero no pudo. Porque habría sido una mentira. Y lo peor de todo era que Nikolai lo sabía.

En un movimiento rápido, su mano se deslizó hacia su cintura, atrayéndola hacia él. Lilia sintió su aliento contra su piel. Un instante más y se perdería en ese abismo, en esa oscuridad que él representaba.

Pero entonces, Nikolai se detuvo. Cerró los ojos y, con un suspiro tembloroso, la soltó.

-Vete a dormir -ordenó con voz baja, dándole la espalda.

Lilia permaneció inmóvil, confundida y temblorosa. No supo si sintió alivio o decepción.

Finalmente, giró sobre sus talones y se alejó, dejando a Nikolai en la penumbra de su propio tormento.

                         

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