Capítulo 4 CAPITULO 4

Cristóbal Stone salió de la cafetería con una ligereza en el paso que no había sentido en años. El aroma del café aún flotaba en el aire, pero lo que realmente lo llenaba de alegría eran las sonrisas sinceras de David y Vladimir . Había sido un encuentro inesperado, pero en su corazón sabía que había encontrado a dos almas que podrían heredar no solo su imperio, sino también su legado de humildad y dedicación.

Mientras se acomodaba en el asiento trasero de su auto, su amigo y chófer, Pedro, lo miró por el retrovisor. La preocupación en su mirada era evidente.

-¿Cómo le fue, señor? -preguntó Pedro, con su voz cargada de curiosidad y un leve temor.

-Mejor de lo que esperaba, Pedro -respondió Cristóbal, dejando escapar una sonrisa que iluminó su rostro cansado-. Estos muchachos tienen algo especial. Sinceridad, humildad... es justo lo que necesitaba, para mí plan.

Pedro asintió, aunque su expresión seguía siendo seria. Sabía que la salud de Cristóbal se deterioraba rápidamente. Las quimioterapias y radioterapias lo habían dejado en un estado frágil, y cada día que pasaba parecía un desafío más grande.

-¿Está seguro de lo que está haciendo? -preguntó Pedro, con su voz suave pero firme-. No es fácil dejar todo en manos de otros señor.

Cristóbal suspiró, sintiendo el peso de la verdad en las palabras de su amigo. Pero había tomado una decisión, y su corazón le decía que era la correcta.

-Lo estoy, Pedro. No tengo herederos, y no quiero que mi imperio caiga en manos de alguien que no lo valore. David y Vladimir tienen el potencial para llevarlo a un nuevo nivel. Quiero que tengan un trabajo estable, que puedan crecer y hacer lo que aman sobre todo darle un mejor futuro a sus hijos , son jóvenes , estudiados.

-¿Y qué pasará con el resto? -preguntó Pedro, su curiosidad superando su preocupación.

-Despidan a quien quieran. Quiero que tengan la libertad de tomar decisiones -dijo Cristóbal, con su voz firme-. Solo dejaré dos cláusulas en el testamento. Eso me dará tranquilidad.

Pedro miró por el retrovisor, notando la determinación en los ojos de su jefe. Había visto a Cristóbal luchar contra su enfermedad, y aunque el dolor lo consumía, había momentos en que la esperanza brillaba en su mirada.

-¿Y cómo se siente al respecto? -preguntó Pedro, sintiendo que era importante conocer la verdad detrás de la sonrisa de Cristóbal.

-Me siento... aliviado -respondió Cristóbal, mirando por la ventana mientras las calles de la ciudad pasaban rápidamente-. He estado solo durante tanto tiempo. La pérdida de mi familia fue devastadora, y aunque he tenido éxito en los negocios, la soledad es un precio alto. Pero hoy, al hablar con ellos, sentí que podía dejar algo más que solo dinero. Puedo dejar un legado.

Pedro asintió, comprendiendo la profundidad de las palabras de su jefe. La vida de Cristóbal había estado marcada por el dolor, pero también por la soledad en la que ha vivido por muchos años . Había construido un imperio, pero lo que realmente deseaba era que alguien lo cuidara y lo hiciera florecer.

-¿Y si no cumplen con sus expectativas? -preguntó Pedro, con su voz en un susurro lleno de preocupación.

-Eso es parte del riesgo -respondió Cristóbal, su mirada fija en el horizonte-. Pero tengo fe en ellos. La sinceridad y la humildad son cualidades que no se encuentran fácilmente y ellos dos la tienen. Quiero creer que eso será suficiente.

El auto se detuvo frente a la mansión de Cristóbal, un lugar que había sido testigo de su éxito y su dolor. Al salir, sintió el aire fresco en su rostro, un alivio momentáneo que le recordaba que aún estaba vivo, a pesar de la batalla que libraba en su interior.

-Mañana los espero en la empresa -dijo Cristóbal, con su voz llena de determinación-. Quiero que se sientan bienvenidos, que sepan que este lugar también es suyo.

-Lo haré, señor -respondió Pedro, sonriendo levemente-. Y llamaré al abogado para que todo esté listo.

Cristóbal asintió, sintiendo que cada paso que daba lo acercaba más a la paz que tanto anhelaba. Mientras subía las escaleras de su hogar, recordó los momentos felices con su familia, las risas y los abrazos. Pero también sabía que la vida continuaba, y que su legado debía vivir a través de otros.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Cristóbal sintió una mezcla de nostalgia y esperanza. Había tomado una decisión que cambiaría su vida, la de Vladimir y la de David. En su corazón, sabía que había hecho lo correcto.

-Mañana será un nuevo comienzo -murmuró para sí mismo, cerrando los ojos con una sonrisa.

La enfermedad seguía su curso, pero en su interior, una chispa de vida había resurgido. Había encontrado un propósito, y eso lo llenaba de una alegría que creía perdida para siempre.

Al día siguiente, el sol brillaba con fuerza, y Cristóbal se despertó con una sensación de renovada energía. Se vistió con cuidado, eligiendo su mejor traje, como si fuera un día de celebración.

-Pedro, ¡vamos! -gritó mientras bajaba las escaleras, con su voz que llenaba las paredes vacías de la mansión.

- Señor Cristóbal escuchó la voz de María la encargada de la mansión salía detrás de él con un jugo de naranja.

Él se giró para mirarla y ahí estaba dispuesta a hacerlo tomar ese jugo y su medicina, le dio una sonrisa cálida y le recibió el jugo con las pastillas.

-Pense que me librería hoy de ti hoy -dijo Cristóbal con una sonrisa.

Pedro apareció en la puerta, sorprendido por la energía de su jefe.

-¿Está listo para el gran día? -preguntó, sonriendo.

-Más que listo -respondio Cristóbal, su corazón latiendo con fuerza-. Hoy es el día en que entrego mi legado.

Mientras se dirigían a la empresa, Cristóbal sintió que cada kilómetro recorrido lo acercaba más a su destino. La emoción burbujeaba en su interior, y aunque el miedo a lo desconocido lo acechaba, la esperanza lo guiaba.

-Recuerda, Pedro -dijo Cristóbal, mirando por la ventana-. La vida es un viaje, y hoy estoy listo para compartirlo con otros.

Y así, con una sonrisa en el rostro y un corazón lleno de esperanza, Cristóbal Stone se dirigió hacia un nuevo capítulo de su vida, uno que prometía ser tan brillante como el sol que iluminaba el camino...

Continuara ...

            
            

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