Las leyes del amor
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Capítulo 4 IV

Edrik

Había sido un día largo. Mi primer día en el bufete Vaughan, y aunque debería estar concentrado en mi nueva posición, la mente no dejaba de traicionarme. Todo lo que hacía, todo lo que veía, me llevaba de vuelta a Blossom. Esa mujer, esa única mujer que había logrado sembrar algo en mí que ni el tiempo, ni la distancia, ni siquiera mi propio orgullo pudieron arrancar.

Y ahí estaba yo, en su oficina. Su oficina. La misma en la que había imaginado tantas veces estar, pero no bajo estas circunstancias. Ella lucía hermosa, como siempre, con esa mezcla de elegancia y fortaleza que hacía que todos se giraran a mirarla. Sin embargo, sus ojos estaban cargados de algo que no recordaba en ella: un peso que parecía devorarla por dentro.

Entonces, él entró.

Harding Gibson. El hombre al que yo quería odiar más que a nadie, pero no podía. Porque el odio requiere energía, y toda la mía estaba gastada en intentar no derrumbarme cada vez que veía a Blossom mirarlo de esa manera.

-Blossom, creí que estabas ocupada...-dijo con esa sonrisa de suficiencia que parecía adherirse a su rostro como una máscara. Caminó hacia ella con la confianza de alguien que cree que el mundo

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gira en torno a su eje. Y quizás, para Blossom, así era.

-Sí estoy ocupada, Harding... Como ya habrás notado - respondió ella, pero su voz cambió apenas lo vio. Era como si jugara a ser alguien más cuando estaba con él. Alguien que no reconocía.

No me molesté en levantarme. Simplemente lo observé, estudiándolo, como si descifrarlo pudiera darme alguna ventaja en esta absurda batalla. Y entonces decidí que no iba a permanecer en silencio.

-Soy Edrik Maxwell. El nuevo director del departamento de Privacidad y Seguridad de Datos, Capital Privada y Bienes Raíces. Es un gusto conocerte -extendí mi mano con firmeza.

Él me miró con esa mezcla de curiosidad y desdén que los hombres como él suelen reservar para quienes consideran una amenaza.

-Harding Gibson. Un placer -respondió, estrechando mi mano, aunque no había nada placentero en el momento.

Blossom, siempre la diplomática, intervino rápidamente:

-Harding, hay cosas que necesito explicarle a Edrik sobre sus nuevas funciones. Dame diez minutos y estaré contigo.

Él asintió, aunque no sin antes dejarme una última mirada, como si estuviera marcando su territorio.

-Te veré en la oficina de tu padre. Debo hablar contigo sobre algo importante.

Cuando salió, me quedé a solas con Blossom. Por un instante, el silencio llenó la habitación. La miré y noté que estaba a punto de romperse. Sus ojos, que siempre habían sido tan fuertes, parecían ahora un espejo de todo lo que estaba ocultando.

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-No voy a ser el otro, Blossom -dije finalmente, mi voz cargada de un dolor que no pude esconder-. Jamás aceptaré quedarme como tu segunda opción.

Ella cerró los ojos, como si mi declaración la hubiera golpeado físicamente.

-Nunca serás mi segunda opción, Edrik. Pero necesitas entender que no estás llegando en el mejor momento. No puedo dejar todo a un lado por ti, por más que quiera.

Me reí, pero fue una risa amarga.

-¿Desde cuándo te escondes detrás de excusas? ¿Dónde quedó esa mujer que creía que el amor lo podía todo? Dime, Blossom, ¿es realmente Harding lo que te detiene? ¿O es tu miedo?

-Por favor, Edrik... ponte en mi lugar por un minuto -suplicó, sus lágrimas comenzando a brotar.

Quería abrazarla, decirle que todo estaría bien, que yo esperaría el tiempo que fuera necesario. Pero no podía. Porque sabía que esperar solo me destruiría.

-No puedo seguir así. No puedo soportar esta situación. Tal vez sea mejor que sigamos adelante, cada quien por su lado.

Ella me miró, desesperada, pero no dijo nada. Su silencio fue suficiente para destrozarme. Me acerqué, dejando un beso en su mejilla, y antes de que pudiera detenerme, salí de esa oficina.

En el pasillo, me crucé con Harding.

-Ya puedes pasar. Ella terminó de explicarlo todo -le dije sin emoción, pero él sonrió como si acabara de ganar una batalla.

Qué ironía. Yo, el hombre que había soñado con Blossom durante años, debía ahora darle paso al hombre que no la merecía.

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Caminé hacia mi oficina, tratando de encontrar algo, lo que fuera, que pudiera distraerme de este dolor. Pero entonces escuché una voz que no esperaba.

-¿Edrik Maxwell?

Me giré y ahí estaba ella: Ashley Stevens. Una vieja conocida, amiga de Blossom desde la universidad.

-Ashley... -murmuré, forzando una sonrisa-. Ha pasado tiempo.

Nos saludamos, intercambiamos palabras cordiales, pero no pasó mucho antes de que el tema volviera a Blossom. Siempre Blossom.

-¿Qué pasó entre ustedes? -preguntó Ashley, directa como siempre.

Suspiré.

-Ella está con Harding. Fin de la historia.

Ashley negó con la cabeza.

-Harding no es un obstáculo. Si quieres a Blossom, pelea por ella.

Sus palabras resonaron en mi mente mucho después de que se despidiera y me dejara solo en mi oficina. Pero, ¿cómo se pelea por alguien que ya ha decidido rendirse? ¿Cómo se lucha cuando el corazón de la persona que amas parece estar atrapado en una jaula de miedos y dudas?

No tenía respuestas. Solo sabía una cosa: mi amor por Blossom no era suficiente para salvarnos.

            
            

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