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Dorian.
Un mes después
El tiempo pasó rápido, y mañana comenzamos en la universidad. Será nuestro primer año, y aunque decidí estudiar lenguas la realidad es que no quiero hacerlo. Mi verdadero deseo es montar una agencia de seguridad y trabajar junto a papá. Hoy el día transcurre sin mucho alboroto.
Decido salir a distraerme un rato. Casi nunca lo hago, pero hoy es diferente, siento que lo necesito.
-Papá, ¿puedo pasar? -pregunto mientras abro la puerta de su despacho.
-Ya estás adentro, hijo -responde con una sonrisa sarcástica.
-Pa, voy a salir un rato. Cúbreme con Darieth, no quiero que se preocupe. Ya sabes que casi no salgo, pero mañana empiezan las clases, y pensé que...
-...quieres salir porque sabes que después no tendrás tiempo, ¿cierto? -me interrumpe con una ceja arqueada.
-Exacto, como siempre, tienes razón.
Papá sacude la cabeza con una sonrisa burlona. Sin decir más, salgo de su despacho, bajo al garaje y me subo a mi Renualth negro. Les doy instrucciones a los guardias para que mantengan todo cerrado y en orden antes de arrancar. Sin rumbo fijo, enciendo el motor y dejo que la noche me guíe.
No tengo idea de a dónde ir, así que marco el número de Alan Su voz responde al segundo timbre:
-¿Qué demonios quieres a esta hora, hermano?
-Vaya, alguien no está de humor -bromeo para provocarlo un poco.
-A ver, cuñado, ¿qué tan importante es esta llamada?
Cuñado... hacía tiempo que no me llamaba así, no desde lo de Aliana. El apodo desapareció cuando comencé a salir con Kendra pero ahora que estoy solo, parece que ha vuelto.
-Recomiéndame un lugar decente para despejarme un rato.
Al otro lado de la línea escucho una risa que no promete nada bueno.
-Claro, ve a la calle central. Hay un lugar llamado "Diamantes". Es un club nocturno. Te aseguro que no te decepcionará.
-¿Y qué más hay en Diamantes? -pregunto, desconfiado.
-Digamos que encontrarás música, luces y mujeres que saben cómo moverse.
-Está bien, lo probaré.
Cuelgo y acelero. Media hora después, estoy frente al lugar. Pago los 200 dólares de entrada y cruzo las puertas. Por dentro, Diamantes es puro lujo: luces de neón, música electrónica y un bullicio que sacude el suelo. La barra está repleta, pero mis ojos se van directo a la tarima veo a las bailarinas.
Me acerco a la barra y pido un par de chupitos. La chica que me atiende me sonríe, coqueta, pero mi atención está fija en la tarima. Una canción electrónica llena el ambiente, una que todos parecen reconocer: Tony Igy – Astronomi.
Mis ojos nuevamente se detienen en dos chicas bailando. Ambas se mueven al ritmo de la música, con una energía que magnetiza a todos los hombres alrededor. Tienen uno de sus pies sobre pequeños banquillos, sus movimientos sensuales hipnotizan, pero hay algo especial en la pelirroja. Ella se mueve con una gracia que hace que el resto del lugar desaparezca.
Se voltea, gira y, junto a su amiga, camina hacia la barra. Los hombres enloquecen, como si estuvieran viendo un espectáculo exclusivo. Mis ojos permanecen fijos en ella, en ese rostro. Algo dentro de mí se enciende. ¿Dónde la he visto antes?
Entonces mi mente me lleva al puente. Sí, es ella. La chica que no he podido sacar de mi cabeza desde aquella noche, desde que nuestras miradas se cruzaron. Hoy, lleva el cabello teñido de rojo, pero no hay duda. Es ella.
Ella parece notar mi presencia. Eleva las manos en un saludo breve mientras sigue bailando, sin apartar los ojos de mí. Hay algo en su mirada que me reta, que me invita a acercarme, pero que también me advierte mantener la distancia.
-¿La pelirroja? ¿Cómo se llama? -le pregunto a la chica de la barra, sin dejar de mirar a esa mujer que se mueve como si dominara el mundo.
Echa un vistazo rápido hacia la tarima, pero guarda silencio. Saco mi billetera y dejo un billete de 200 dólares frente a ella. Sé que la información tiene precio y estoy dispuesto a pagarlo.
-No solemos dar esa clase de información, pero... te diré un apodo. Algo para que te hagas una idea -dice al fin, tomando el billete con cierta reticencia. Mis ojos no se apartan de la pelirroja mientras espero.
-Gatita. Todos le dicen Gatita.
-¿Gatita? -repito, intrigado. Miro su figura mientras se mueve con una seguridad que pocos podrían igualar. Vaya, una gatita bailarina.
-Ajá. Pero te advierto, no es como las demás. Ella no habla con nadie. Es... diferente. Así que si planeas ligar con ella, mejor ahórrate el tiempo.
Diferente. Esa palabra despierta aún más mi interés.
-Gracias por la advertencia -respondo con una sonrisa, sin dejar de mirarla.
-Pero yo estoy aquí, si prefieres algo más fácil... -dice, intentando captar mi atención.
-Estoy bien, gracias.
Pago mi chupito y vuelvo a enfocarme en la Gatita. Ella sigue bailando, esta vez al ritmo de otra canción electrónica, con movimientos que me invitan y me desafían al mismo tiempo.
Me pongo de pie y camino hacia la salida, pero puedo sentir cómo sus ojos me buscan. Así que eres especial, ¿eh? Pienso mientras cruzo la puerta. Pronto veremos para quién lo serás.
A la mañana siguiente, el auditorio está lleno. Es la ceremonia de bienvenida, y Darieth está con Kendra, charlando animadamente. Yo, aburrido, decido salir al patio a tomar aire fresco.
Mientras estoy ahí, una chica rubia aparece en la entrada. Camina abrazándose a sí misma, como si quisiera desaparecer entre la multitud. Su ropa es sencilla: un pantalón flojo y un suéter negro. Lleva len cabello suelto, un poco desordenado. Parece que busca algo en unos papeles.
Me acerco a ella con calma.
-¿Andas perdida, nena?
Levanta la mirada y me observa, algo nerviosa.
-Eh... sí, estoy buscando el auditorio.
Su voz es tímida, pero familiar. Cuando nuestros ojos se cruzan, lo confirmo. Es ella.
-Hola, Gatita -digo con una sonrisa.
La sorpresa en su rostro es evidente. Los papeles que sostenía caen al suelo.
-Tú... -murmura, sin palabras.
-Vaya, parece que esta vez no estás bailando en una tarima. Qué vueltas da la vida, ¿no?
Ella se sonroja y aparta la mirada, pero sé que no es casualidad. El destino acaba de ponernos en el mismo lugar, y no pienso desaprovecharlo.