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Dorian.
Llegamos al barrio donde se supone que vive. Me pide que la deje en el Puente de las Luciérnagas... Woo, no sabía que se llamaba así.
-Gracias por el aventón -agradece con seriedad.
-No es nada, gatita de ojos verdes -le sonrío. Ella frunce el ceño, estira los labios en forma de pico. Me gusta ese gesto de nerviosismo.
Quién diría que esta gatita es tan distinta a la que vi anoche. Me gusta desde el primer día en que la vi en este mismo lugar. Bajo de mi coche y me acerco para abrirle la puerta, pero ella ya ha salido rápido.
-Muchas gracias -repite con la misma actitud seria.
-No es nada, gatita -susurro muy cerca de sus rosados y pequeños labios. Me mira sin pestañear. Sus ojos me cautivan. Baja la cabeza y se encamina hacia un callejón. Antes de entrar, se detiene, gira el rostro hacia mí, me sonríe y sigue su camino.
Al verla desaparecer por la entrada, decido marcharme. Subo a mi Audi A6 último modelo y arranco a toda velocidad. Mientras manejo, sonrío para mí mismo. La adrenalina se apodera de mi cuerpo. Es una exquisita sensación, me encanta, aún más cuando estoy sobre mi Harley.
Esa nena me gusta. Mucho. Presiento algo extraño en ella. Es callada, tímida... o al menos lo aparenta. Me pregunto por qué, siendo tan joven, trabaja en ese burdel.
En las noches es exótica, pero en el día proyecta inocencia e ingenuidad. Y sin embargo, me gusta. No me cabe duda. Sin darme cuenta, ya estoy sobre la avenida Hamilton. En serio... esa chica está empezando a apoderarse de mis sentidos.
Al llegar a casa, estaciono el auto en la entrada, ya que planeo salir esta noche. Saludo a los guardias y entro al salón. Busco a cierta personita, pero no la encuentro. A lo lejos oigo sus gritos. Es mi hermanita menor, la que me hace sentir alegría. Viene hacia mí dando saltitos.
-¡Dorian! -grita eufórica-. ¡Hermanito! ¡Por fin llegaste! -exclama exaltada, con las mejillas sonrojadas.
-Sí, ya estoy aquí. Y tú estás toda agitada -acaricio su mejilla. Ella ríe. Amo demasiado a esta pequeña. Con sus ocho años le da tremenda guerra a mamá y papá.
Amelia es un caos total. Es la viva imagen de mi madre.
-¡Amelia, eres una niña muy mala! -entra mi mamá entre gritos. Amelia ríe y corre por toda la sala mientras mamá la fulmina con la mirada. Me acerco a mi madre, le beso la sien y comento en tono burlón:
-Mami, Amelia seguramente es igualita a ti cuando eras niña, ¿cierto?
Mi madre ríe y niega con la cabeza.
-Podría ser... no me acuerdo -se encoge de hombros y vuelve a llamar a mi pulguita menor. Esta niña, ¿de dónde saca tanta energía?
Ambas se persiguen por toda la casa. Son graciosas.
Subo a mi cómoda habitación y me tiro en la cama. Lo primero que me viene a la mente es el rostro de mi gatita... Dios, ¿qué rayos me pasa llamándola mi gatita?
Estoy loco... pero me tiene loco desde aquel día. Hace un mes, exactamente. Y más aún desde que la vi bailar de una manera que a cualquier hombre le haría perder la cabeza. Me gusta mucho. La quiero para mí. Es una locura... pero después de Ailana ninguna mujer me había hecho sentir lo que esta gatita está provocando.
Mis pensamientos se interrumpen con unos golpes en la puerta. Suspiro frustrado. ¿Quién demonios viene a molestar ahora? Abro la puerta. Es la molesta de Darieth Aunque no lo crean, es verdaderamente fastidiosa.
-Hermano, eres muy malo. Me dejaste botada en la universidad siendo el primer día. Qué malo -espeta fingiendo enojo. La abrazo con fuerza y le respondo burlón:
-Estabas muy ocupada mirando el trasero de varios chicos.
-¡Oye! Qué malo eres -ambos reímos a carcajadas.
-Te quiero mucho, -le digo feliz.
-Y yo también -me besa la mejilla y salimos juntos de mi habitación.
Al bajar al salón, veo a mis padres dándose besos, mientras la pequeña monstruo de Amelia juega con su perrita. Papá le hace mimos a Analisse. En serio, ellos aún se aman con locura, a pesar de los años. Quisiera tener un amor como el de ellos. Duradero. Verdadero.
-¿Pasa algo, hijo? Estás distante -inquiere mi padre, sacándome de mis pensamientos.
-Sabes, Pa, te admiro... ¿cómo haces para que mamá se siga derritiendo por ti?
Él ríe por mi comentario, mira a mamá con amor y admiración.
-Tu madre fue mi primer amor... y será el último. No sabes cuánto me costó ganármela. Ella era tan difícil... con una actitud de los mil demonios. Pero valió la pena conquistar a la señora Hielo. La amo desde el primer día que la vi... y más cuando empezó a seducirme.
Woo... el rostro de papá brilla cuando habla de mamá. Se nota cuánto la ama. Miro a las tres mujeres más importantes para nosotros: mamá, Darieth y Amelia
-Papá... ¿crees que algún día podré tener a una mujer para toda la vida? Amarla... envejecer con ella...
El rostro de Detroit cambia. Seguro ya sabe a quién me refiero.
-Hijo mío, no lo dudes. Aunque es difícil encontrar el amor después de una pérdida. Ailana estará feliz si encuentras a alguien más. Sabemos lo que significó para ti... pero la vida a veces te arrebata cosas buenas para darte algo mejor.
-Ojalá encuentre algo bueno -comento, fingiendo una sonrisa.
Detroit me palpa el hombro, me deja un beso en la cabeza y ríe, burlón.
-Se me hace que gustas de alguien.
Le esquivo la mirada.
-Bueno, pa... me voy a revisar los horarios de clase, ¿vale?
Él asiente y sonríe antes de volver con nuestras tres mujeres.
Subo a mi habitación y busco en el gavetero el álbum de fotos. Paso una a una, las fotos desde mi infancia con mis seres queridos.
En una de ellas está Ailana. Tan linda, tan tímida, tan sencilla. Cabello rubio, piel blanca, ojos gris verdosos y labios carnosos. Tenía dieciséis años cuando tomamos esa foto.
-Ailana..., fuiste mi primer amor. Te amé... y tu recuerdo sigue intacto. Sé que estarás feliz cuando encuentre a alguien linda como tú. Te pido que me ayudes... ayúdame a encontrar a la indicada.
Suspiré, pensando en los momentos que pasé con ella.