Capítulo 2 Cruzando Líneas

El sol de la mañana bañaba la ciudad con una luz cálida, pero Clara apenas lo notaba mientras caminaba apresuradamente por el pasillo principal del Hospital Central. Había pasado la noche en vela, incapaz de apartar de su mente los ojos de Mateo y el electrizante momento que compartieron. "Fue un error", se repetía a sí misma, pero la verdad era que algo dentro de ella se negaba a dejarlo ir.

Cuando llegó a la sala de enfermería, encontró a sus nuevas compañeras en una animada conversación. Aunque intentó pasar desapercibida, la enfermera jefe, Julia, la interceptó con una sonrisa afable.

-Clara, justo a tiempo. Hoy tienes asignado el turno en la Unidad de Cuidados Intermedios. Familiarízate con los pacientes. Algunos son nuevos ingresos y necesitarán una evaluación completa.

Clara asintió con profesionalismo, pero no pudo evitar sentir un nudo en el estómago al pensar que podría encontrarse nuevamente con Mateo. ¿Qué diría si lo viera? ¿Cómo lo miraría sin que sus sentimientos quedaran al descubierto? Se obligó a concentrarse en su trabajo mientras revisaba las historias clínicas de los pacientes asignados.

Al entrar en la primera habitación, fue recibida por una mujer mayor con una cálida sonrisa que facilitó el ambiente. Clara se ocupó de su evaluación con dedicación, recordó por qué había elegido esta profesión. Poco a poco, la tensión en sus hombros comenzó a disiparse.

Sin embargo, su calma se desmoronó cuando se detuvo frente a la puerta del siguiente paciente. El nombre en el registro era inconfundible. Mateo Torres. Su corazón dio un vuelco, y las palabras de Julia resonaron en su mente. "Mantén siempre la compostura, no importa la situación". Con una respiración profunda, se preparó para entrar.

Cuando abrió la puerta, Mateo estaba sentado en la cama, hojeando distraídamente una revista. Levantó la vista al oírla entrar, y una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro.

-Buenos días, Clara. Parece que el destino está empeñado en juntarnos -dijo con un tono ligero que ocultaba algo más profundo.

Clara intentó ignorar el calor que subía por su cuello y se concentró en su profesionalismo.

-Buenos días, señor Torres. Estoy aquí para hacer un chequeo de rutina -respondió, ajustando el tono de su voz para que sonara neutral.

Mateo observó cada uno de sus movimientos mientras revisaba sus signos vitales, su expresión más seria de lo que esperaba. Después de unos momentos, rompió el silencio.

-¿Estás bien? Pareces un poco nerviosa.

Clara se detuvo, sorprendida por su perspicacia. ¿Era tan evidente lo que sentía? Mantuvo la calma y levantó la vista para enfrentarlo.

-Estoy perfectamente bien. Gracias por preguntar.

Mateo entrecerró los ojos, como si intentara descifrar lo que pensaba. Pero antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió abruptamente, revelando a una mujer alta y elegante con una expresión llena de confianza. Llevaba un vestido caro y un perfume que llenó el aire al instante.

-Mateo, cariño, vine tan pronto como pude -dijo la mujer, cruzando la habitación con paso decidido y plantando un beso en su mejilla.

Clara sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. La conexión que había sentido con Mateo se desmoronó como un castillo de naipes. Intentando mantener la compostura, se apresuró a terminar su trabajo.

-Todo está en orden. Volveré más tarde para monitorearlo -dijo rápidamente, evitando la mirada de ambos mientras salía de la habitación.

Mientras caminaba por el pasillo, sus pensamientos eran un caos. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué significaba para Mateo? Pero lo más importante, ¿por qué sentía como si algo dentro de ella se hubiera roto? Apoyó la frente contra una pared fría, buscando calmar el torbellino de emociones que la consumía.

En la habitación, Mateo observaba la puerta por donde Clara había salido, su mente dividida entre la mujer que había llegado y la que acababa de irse. Aunque intentaba convencerse de que no había pasado nada importante, no podía ignorar la sensación de pérdida que lo invadía. Una sensación que no tenía sentido... o tal vez sí.

El día apenas comenzaba, y ya estaba cargado de promesas, secretos y una tensión que nadie parecía dispuesto a reconocer.

Al mediodía, el cafetín estaba lleno de murmullos, platos chocando y el aroma a café recién hecho que flotaba en el aire. Dana, con el ceño ligeramente fruncido, buscó una mesa libre entre el bullicio. Apenas se había sentado, notó una figura conocida entrando por la puerta. Clara.

El instinto de Dana fue alzar la mano para llamarla, pero algo en la postura rígida de la mujer la detuvo. Clara parecía incómoda, con los hombros tensos y los ojos vagando por el lugar como si buscara una ruta de escape. Aun así, sus miradas se encontraron por un instante.

Clara titubeó, un pie ya en dirección a la salida, pero Dana no le dio tiempo a decidir.

-Clara, por favor, siéntate conmigo.

El tono no era una súplica, pero tampoco una orden. Era una mezcla calculada de cordialidad y firmeza que la dejó sin opciones. Clara suspiró, visiblemente incómoda, y tras un momento de vacilación, cruzó el espacio entre ellas con pasos lentos.

-No quería molestarte -dijo Clara, al sentarse frente a Dana. Sus manos jugaban nerviosamente con la correa de su bolso.

-No lo haces. De hecho, quería hablar contigo -respondió Dana, apoyando los codos sobre la mesa y clavando su mirada en la de Clara.

Clara desvió la vista hacia la ventana, evitando la intensidad de Dana. Sus labios se apretaron en una fina línea, como si estuviera debatiéndose entre levantarse y marcharse o quedarse y enfrentar lo inevitable.

-¿De qué quieres hablar? -preguntó, finalmente, en un tono seco que delataba su resistencia.

Dana sonrió con suavidad, aunque en su mirada había una mezcla de determinación y curiosidad.

-De ti, de mí... y de lo que parece que estás evitando.

-No sé a qué te refieres. Soy nueva en este trabajo y no quisiera...

-Solo me gustaría que seamos amigas, me siento muy sola, lejos de mi familia y con mi esposo en ese estado.

-Me gustaría, pero no en mi horario de trabajo -dijo Clara mientras se levantaba para irse.

El silencio que siguió fue pesado, cargado de todo lo que ninguna de las dos estaba dispuesta a decir. Sin embargo, también fue el inicio de algo inevitable: una conversación que prometía cambiar las cosas entre ellas.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022