El secuestro de Laura, un vuelco al corazón.
img img El secuestro de Laura, un vuelco al corazón. img Capítulo 2 Un encuentro inesperado
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Capítulo 6 Rosa entre espinas img
Capítulo 7 Recuerdos de libertad img
Capítulo 8 Coincidencias img
Capítulo 9 Ojos simpáticos img
Capítulo 10 Descarga de adrenalina img
Capítulo 11 Dulce compañía img
Capítulo 12 Ilusión de vivir img
Capítulo 13 Un nuevo atardecer img
Capítulo 14 Ola de pensamientos img
Capítulo 15 Por un millón img
Capítulo 16 Lluvia de diamantes img
Capítulo 17 Sentidos img
Capítulo 18 Abrazo de almas img
Capítulo 19 Puesta de sol img
Capítulo 20 Ira sin control img
Capítulo 21 Aleteo de mariposas img
Capítulo 22 No puedo vivir sin ti img
Capítulo 23 Adiós para siempre img
Capítulo 24 Verte otra vez img
Capítulo 25 Deseo cumplido img
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Capítulo 2 Un encuentro inesperado

Ya habían transcurrido algunos minutos cuando entré en un centro comercial y me sentí segura. Aquí no había nadie que pudiera amenazarme, habían demasiados testigos. Me paseé lenta y tranquilamente entre las estanterías e intenté olvidar a mi padre.

Una y otra vez dejé que mi pelo cayera sobre mi cara para que nadie viera ni notara mis sentimientos, así como el golpe que minutos antes mi padre me había dado. Sabía que el ambiente de casa, hoy, no sería el más acogedor, y, aunque estaba acostumbrada a los escándalos, sabía que esta vez todo se saldría de control, algo en mí, lo gritaba, sin embargo, como última esperanza, pensé que podría cambiar, pero no fue así.

Me entretuve mirando algunos comerciales de videojuegos, que pronto estarían disponibles. No es que me llamen mucho la atención, pero era una buena forma de distraerme. Cuando me di la vuelta, vi a una niña de pie, buscando entre la gente que la ignoraba, parecía estar completamente perdida. Las lágrimas corrían por sus pequeños cachetes rosados y pude ver en sus labios que murmuraba palabras. Me abrí paso entre la multitud y con cuidado, me puse en cuclillas frente a ella y la miré.

-Hola. -dije, sonriéndole a través de mi pelo, que aún me servía mucho de protección. Sus ojos se abrieron de par en par y se congeló.

-Hola. - sollozó enjugando una lágrima.

-¿Puedo ayudarte? -le pregunté extrañada.

-Estoy buscando a mamá. -dijo y de nuevo las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Me dio mucha pena, me recordaba a mí misma hace algún tiempo atrás, sentada en mi habitación, llorando sin consuelo, al intentar proteger a mi madre de los abusos de mi padre. Rápidamente reprimí el recuerdo y el dolor que surgió dentro de mí.

-¿Te ayudo a buscarla? -le pregunto con media sonrisa. Ella asintió con la cabeza y empezó a masticar su camisa, tenía rizos rubios y llevaba ropa rosa, lo que me recordaba a una pequeña princesa.

De repente, oí un fuerte golpe y mi cabeza dio vueltas, buscando el origen del ruido. Fue entonces cuando la vi, las fotos de aquellos dos hombres que habían aparecido en mi sueño, se encontraban en el periódico como los más buscados. Miré fijamente aquella fotografía tratando de comprender lo que estaba sucediendo, pero ya era demasiado tarde, pues se encontraban en aquel centro comercial.

El hombre del pelo rubio tenía la mano levantada hacia el techo y observaba los alrededores, en su mano llevaba una pistola, mientras que el otro tenía un saco en la espalda y también miraba a su alrededor.

-¡No hagas ruido y tírate al suelo! -le dije mirando fijamente a la pequeñita, que me vio de forma incrédula.

-¡Al suelo he dicho! -escuché a una voz con rabia gritando y al verle me miró fijamente, entonces supe que las palabras iban dirigidas a mí, porque el resto de la gente ya estaba en el suelo.

Muy despacio me tumbé en el piso y tiré de la niña hacia mí, la rodeé con mis brazos y sentí como sus lágrimas mojaban el interior de ellos, no era para menos, sus padres habían desaparecido y ahora estos locos pegando gritos y amedrentando a la gente.

-¡Tranquila, todo va a salir bien!, solo son personas raras jugando a que son malvadas. No te pasará nada. -le hablé suavemente y acaricié con delicadeza sus maravillosos rizos de ángel.

-Mierda de cuento, ¿no te dije que te callaras? -Levanté la vista y me le quedé mirando a un crucifijo que llevaba en el cuello, me recordó a uno que solía llevar mi abuelita cuando estaba viva.

Luego vi sus ojos, eran los más fríos que jamás había visto. Apreté los labios y le devolví la mirada con rabia. No sentí más que ira e impotencia, seguía reprimiendo el resto de mis sentimientos por mi padre y por lo que me esperaría al llegar a casa.

-¿No estás escuchando?, ¡un metro entre todos! -Me gritó y le habría abofeteado si no tuviera una pistola. ¿Cómo puede una persona tener tan poca compasión por una niña y asustarla tanto?

–¡Olvídalo! -le dije a la chiquitina en el oído, mientras la acerqué a mi pecho y la sentí temblar.

De repente me agarró del pelo y yo ignoré el dolor mientras me levantaba por él. Mi padre siempre le hacía eso a mi madre, hoy estaba experimentado la triste realidad que vivió y ha vivido mi mamá todo este tiempo.

-Escucha, pequeña, suelta a esa chica ahora mismo. -se dirigió a la niña y sentí su aliento caliente en mi piel.

-¡Nunca! -respondió la inocente criatura. Fue entonces cuando sentí el cañón de la pistola en mi cabeza y vi la ira en sus ojos. Nos miramos fijamente y lo único que quería era que apretara el gatillo. No habría tenido que volver al infierno, y este sucio tipo habría ido a la cárcel por asesinato.

-¡Déjala! -intervino una voz suave pero firme, que me sacó de mis pensamientos sobre la muerte y lo vi poner una mano en el hombro del rubio. -¡Te lo estás buscando! -lo intimidó un poco, pero no fue suficiente como para seguir mirándome con sus fríos ojos marrones.

Entonces le escupí a la cara y vi que se enfadaba aún más, era bueno ver que su ira iba en aumento. Tal vez me dispare después de todo, pensé y le devolví la mirada con rabia. Empujó mi cabeza con toda su fuerza hacia el suelo y sólo conseguí agarrarme con las manos. Lentamente levanté la cabeza y miré, él seguía viéndome con rabia.

-¡Vamos, tenemos que irnos! - sin dejar de mirarme, a pesar de que su cómplice le hablaba, el rubio dijo:

-Nos dejarán salir sin más, necesitamos un rehén. -le oí responder en voz baja. Inmediatamente, la mirada del cómplice se trasladó hacia mí y ahora ambos me miraron fijamente.

«¡Por favor, mátenme!» pensé, sólo quería morir.

-¡Levántate! -me dijo el rubio, apuntándome con su arma.

Me quedé inmóvil, sin quitarle los ojos de encima.

-¡Oye tú! -me dijo sonriendo amablemente. -¡y ella también!- apuntó con su arma a la niña de pelo rizado que ahora empezaba a llorar de nuevo. Sabía perfectamente que me lanzaría a proteger a la chica. Así que me levanté lentamente, pero no le quité los ojos de encima ni un solo segundo.

-¡Sucio cerdo! -dije y vi que su expresión cambiaba de enfadada a divertida.

-Gracias, eres bienvenida cuando quieras. -dijo y me agarró con fuerza en el hombro donde tenía el gran moretón, que había causado mi padre al estrellarme contra el suelo, pero no quería mostrar ninguna debilidad frente a este asqueroso e ignoré el dolor. En cambio, le miré fríamente.

-¡No te enfades tanto! -me comentó en un oído, entonces alguien puso una venda en mis ojos.

No hice ningún movimiento, aunque mis pensamientos seguían en aquella pobre niña, intentando encontrar a su madre, la cual sin motivo alguno terminó envuelta en una cruda realidad de adultos. Recé para que su tierna mirada no hubiera sido tapada a la par de la mía. Ahora tenía miedo, pero la preocupación hacia aquel angelito había inundado mi corazón. Mi sueño siempre había sido tener una hermana pequeña, con la cual crecer y crear mundos de fantasías.

El odio hacia mi padre corría por mis venas, al igual que hacia el rubio ese de la mirada penetrante.

            
            

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