Una mano se agitó salvajemente frente a mi cara y lo miré confundido. «¿Qué quería de mí?», lo miré con más atención. Su pelo cobre estaba ligeramente despeinado y parecía moverse con la suave brisa del clima, creía estar frente a un modelo de las revistas famosas de moda. Sus labios lucían suaves y perfectos, como dos nubes de algodón que se acariciaban cuando él hacía un ligero movimiento para articular sus palabras. Sus ojos irradiaban mucho vida y brillaban al igual que el de las piedras preciosas.
De repente, ese rostro comenzó a alejarse lentamente de mi vista, y ahora se acercaba a mí el chico rubio de carácter agresivo. Desperté completamente y comencé a darle patadas.
-¡Quítame tus asquerosas manos de encima, imbécil! -le grité y al mismo tiempo me sorprendí de que pudiera hablar. Ya no tenía cinta adhesiva en la boca.
-Maldita sea, siempre tienes que pisarme. -gimió, agarrándose la entrepierna mientras se retorcía de dolor. -Una sonrisa satisfecha y mezquina se extendió por mi cara.
-¡Te lo merecías! -oí decir a alguien con una carcajada. Mi cabeza se giró, y vi al chico de cabello cobre sentado en una silla mientras observaba la situación.
Fue entonces cuando me fijé en el entorno, había pensado que era un almacén, lejos de la ciudad, pero esta habitación estaba amueblada de forma acogedora. Como si una familia viviera aquí. Dejo vagar lentamente mi mirada alrededor y reconozco grandes ventanales, así como muebles coloridos y acogedores.
Mis ojos se detuvieron en la ventana. Tal vez podría distinguir algo de los alrededores y planear una ruta de escape, pero afuera todo era negro. Así que volví a centrar mi atención en mis dos captores, uno de los cuales me sonreía y el otro estaba enfadado.
-Los encuentro bastante molestos. -dijo el de cabello rizo y se dejó caer en la silla frente al tipo rubio. Miré con rabia a ambos y me di cuenta de que tenía las manos atadas.
Entonces me fijé en el suelo de madera en el que estaba sentada. Quería levantarme e irme, pero apenas me agaché, no pude ir más allá. Al mirar a mi alrededor en busca del origen de mi perturbación, vi que los grilletes de mis manos estaban atados a una columna con una cuerda corta. Me senté allí como un perro molesto.
-¡Quítame esto! -les dije a los dos que me observaban.
-¿Para que puedas salir corriendo de nuevo y actuar como una loca después? Olvídalo. -me respondió mientras se dirigió a un armario del que sacó una bolsa de patatas fritas.
-¡Te he dicho que me quites esto! -le grité mientras pasaba a mi lado.
-¡No! -tiró las papas sobre la mesa y despreocupadamente, se acomodó y empezó a hablar con el otro chico llamado Leonardo, como si yo no estuviera allí. Así que, empecé a gritar como una desquiciada. Inmediatamente, ambos se volvieron hacia mí y supe que Yul vendría a taparme la boca si no hacía otra cosa. Por eso me tiré al suelo y arremetí contra él. Ignoré el dolor de los moretones que había recibido al defender a mi madre del abusivo de mi padre.
No me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor. Pero de repente estaba a mi lado y le agarré la pierna y le hice caer, toda mi rabia, miedo y frustración, los empujaba mientras él intentaba sujetarme.
-¡Está bien! -me quedé helada y miré la cara de enfado de Yul.-¡De acuerdo! -me gritó mirándome con las cejas levantadas.-Solo si prometes no hacer un escándalo y no intentas escapar de nuevo. ¿Está claro?
Asentí en silencio, cogió un cuchillo que se encontraba en una de las sillas, se puso de cuclillas y cortó la cuerda que me ataba al pilar. Luego se levantó y me ayudó milagrosamente a pararme, pero después me dejó de pie y se sentó con el otro tipo, que seguía mirándome.
-¿Tienes hambre? -me pregunta el chico de los rizos extravagantes. Leonardo me miró interrogativamente y yo le ignoré por completo. No hice ningún movimiento, sino que me quedé quieta.
-¡Déjala! -gritó Yul, a medida que Leonardo se volvió hacia él y lo miró con rabia.-Deberías cuidarla un poco, después de todo, ¡esto es culpa tuya!, ya que la idea del rehén fue tuya, cuando vuelva a casa no seré yo el que salga perjudicado, serás tú. Pero, por favor, si te voy a molestar así, cuida de tu rehén tú solo.
-¿Mi rehén?-le replicó.
Yul miró incrédulo al rubio. -¡Sí, el tuyo! -la madera crujió cuando Leonardo empujó la silla hacia atrás y salió rápidamente de la habitación. Entonces se oyó un portazo y me quedé a solas con Yul.
-¿Tienes hambre o no? -le oí preguntar con un tono molesto. Lo miré de arriba abajo e ignoré su mirada malvada.-Bien, entonces no tienes hambre, así que vamos. -Se levantó y caminó hacia mí. Ignorando el hecho de que me estaba estremeciendo, buscó mis manos atadas.
-¿Qué vas a hacer? -se me escapó, mi voz sonaba demasiado débil y temblorosa. No me dijo nada. Simplemente me arrastró hacia una pequeña puerta, y, me asusté tanto que ya no me daba cuenta de nada.
«¿Qué había detrás de esa puerta?, ¿ me violaría?, ¿me mataría?» Sentí, en mi nariz y en mis ojos, la creciente sensación de lágrimas formándose, así como un miedo insoportable. Él estaba ajeno a todo esto.
Entonces entré en una habitación donde había una cama, así que la violación después de todo, pasó por mi cabeza y la idea de que mi primera vez sería con un delincuente me hizo llorar. Cerró la puerta y no me prestó atención mientras esponjaba la colcha, me arrinconé y le observé. El depredador a punto de abalanzarse sobre mí.
–¡Quítate la ropa! -me tensé, sintiendo cómo la adrenalina se disparaba a través de mis flujos sanguíneos. Lo sabía, iba a violarme. Como no hubo ninguna reacción por mi parte, me echó una rápida ojeada, y se dio la vuelta de nuevo sólo para volver a mirarme con asombro.
-Oye, ¿qué pasa? -su voz había cambiado, ya no había nada del frío rubio, en su lugar un chico preocupado y con un gran corazón estaba frente a mí.
-¡Por favor, no me viole! -sabía lo infantil que sonaba, pero no tenía ni idea de cómo decirlo. Así que traté de apelar a la conciencia de un delincuente, me preguntaba cuáles eran mis posibilidades de éxito.
-Escucha, quizá sea un gilipollas asqueroso y un criminal, pero nunca haría algo así. Sólo quiero que te quites la ropa sucia. -Su expresión se volvió amable y protectora. Lo que no sabía él era que no podía quitarme la ropa, no quería, tenía moretones por todas partes que formaban parte de la evidencia del maltrato al que era sometida cada día. No quería que nadie lo viera.
Negué con la cabeza y se acercó a mí con cuidado, mientras alejaba las manos de su cuerpo.
-No te haré nada, lo prometo. -Su mano se deslizó hasta mi mejilla y enjugó una de mis lágrimas. De repente, su mirada ya no era fría, sino la más cálida y verdadera que jamás había visto.
-Te ayudaré. -dijo suavemente y me desató. No pude resistirme y entonces me tiró de la camiseta por encima de la cabeza, me miró sorprendido y supe lo que vio, tenía moretones por todas partes, él sabía que las lesiones no eran suyas. Con cuidado, deslizó uno de sus toscos dedos sobre mi hombro magullado y me estremecí porque nadie me había tocado así antes, en especial un criminal.
-¿Quién fue? -me preguntó y le miré a los ojos, que ahora reflejaban ira, pero sabía que esa ira no era dirigida hacia mí.
-Nadie. -susurré, apartando el hombro de él, pero ahora veía mi espalda azul.
-Dime, ¿Quién te hizo esto? - escuché el enfado en su voz y reconocí algo parecido a la preocupación, que inevitablemente me hizo llorar. Nadie se había preocupado por mí en años, al menos eso creía. Fue entonces cuando sentí su mano recorrer mi espalda magullada y supe que estaba mirando los moretones.
-¡No! -intenté decir con fuerza, pero se me quebró la voz. Su mano se detuvo y se alejó. Oí cómo se abría un cajón y cómo frotaban unas telas. Entonces se oyeron pasos suaves, de repente, desde atrás, me tapó la cabeza con una camiseta con mucho cuidado de no tocar mis heridas.
Cuando me di la vuelta, le vi tumbado en la cama con una expresión rígida en la cara. «¿Y dónde duermo yo?» me pregunté inmediatamente, quedándome parada impotente en un rincón. Su rostro se volvió hacia mí y su expresión se suavizó.
-Vamos, no te voy a morder. - me llamó entre tanto señalaba el espacio vacío que quedaba a su lado, me sonrió ligeramente.
Tentativamente, me acomodé en la cama y me moví hasta el borde contrario. No quería dormir en el suelo, eso solo empeoraría el dolor. Entonces olí su desodorante en la ropa de cama, era de alguna manera fuerte y a la vez suave, lo que me confundió bastante, sentí que me ataba el pie a algo y tardé un momento en darme cuenta de que nos había atado juntos.
-Buenas noches. -le oí susurrar suavemente y me acurruqué en la ropa de cama, después se hizo el silencio.
Mis pensamientos giraban en torno al curso posterior del secuestro, mi padre, mi madre y aquel angelito que había dejado en aquel centro comercial. En mi mente solo aparecía la imagen de mi padre preguntándome dónde estaba y por qué dormía en la misma cama que un criminal, al ser tan cobarde como para no aceptar que él también lo era.
Yul parecía estar inquieto, seguro tenía el temor de que yo aprovechara cualquier oportunidad para salir corriendo, pero él no sabía que yo no tenía intención de irme. Siempre viví enojada con Dios por la vida dura y difícil que me había tocado vivir.
Además, nunca escuchaba mis oraciones o al menos eso pensaba, ya que en cada ocasión que intentaba quitarme la vida algo ocurría que el plan siempre fallaba.
Cada momento pasaba por mi mente como fotografías sucesivas en un álbum de fotos, lo que provocaba que las lágrimas corrieran por mis mejillas. Jamás había experimentado el amor, para mi era algo que solo aparecía en los libros o historias baratas que muchos solían leer o vender, pero no algo que sucediera en la vida real.
Permanecí en silencio, no quería parecer débil, esa noche no pude dormir y sabía que la persona que se encontraba a mi lado tampoco, su respiración era demasiado agitada y pude oír cómo su pelo rozaba la ropa de cama cuando giró la cabeza hacia mí y me miró. Lo único que podría salvarme era pedir un deseo para que algo sucediera aquella noche y por fin la pesadilla de mi vida concluyera, ese milagro que muchos soñaban con tener, tal vez había aparecido frente a mí y cambiaría mi vida de principio a fin.