Capítulo 3 Una Alianza Inesperada

Clara y Dana habían intentado pasar la semana alejadas del caos que Mateo había dejado en sus vidas, pero la calma era solo una ilusión. Por las noches, cada una repasaba en silencio las heridas abiertas, imaginando maneras de enfrentarlo. La venganza era un pensamiento recurrente, aunque ninguna se atrevía a admitirlo. Hasta que una tarde, el silencio se rompió.

Mientras el sol comenzaba a teñir el cielo con tonos anaranjados, Clara invitó a Dana a tomar un café en su apartamento. Era una invitación sencilla, casi rutinaria, pero ambas sabían que había algo más detrás de ese encuentro.

La reunión comenzó como tantas otras. Clara sirvió café en el pequeño balcón de su apartamento mientras Dana se acomodaba en una de las sillas de metal. Hablaron de cosas triviales: el clima, las compras, los preparativos para los bebés. Pero el verdadero motivo del encuentro flotaba en el aire, sin ser mencionado.

Miraban la calle desde el pequeño balcón, con tazas de café caliente en las manos. El aire fresco de la tarde acariciaba sus rostros, hasta que las cosas no dichas empezaron a emerger. Finalmente, fue Dana quien rompió el hielo, dejando su taza sobre la mesa con un golpe seco.

-No puedo seguir fingiendo que todo está bien, Clara. No después de lo que vimos en la gala.

Clara levantó la mirada, sorprendida por la brusquedad en el tono de Dana.

-¿A qué te refieres? -preguntó con cautela, aunque ya sabía la respuesta.

Dana se inclinó hacia adelante, con los ojos llenos de furia contenida.

-A Mateo. A esa sonrisa falsa que se paseaba entre los invitados mientras nosotras lo mirábamos desde las sombras. ¿No te hierve la sangre cada vez que lo recuerdas?

Clara apretó la taza entre las manos, con el cuerpo tenso.

-Claro que sí, - murmuró. - Pero ¿qué podemos hacer? ¿Acaso arruinarle la vida nos va a devolver lo que perdimos? No, que va...

-No se trata de devolver nada, - replicó Dana, su voz temblando de frustración. - Se trata de justicia, Clara. Se trata de que él no siga caminando como si fuera intocable mientras nosotras lidiamos con las consecuencias de sus decisiones. ¿Imagina cuando nazcan los gemelos?

Clara dejó la taza sobre la mesa con un temblor en las manos. Sus ojos se llenaron de lágrimas que luchó por contener.

-¿Y qué sugieres? ¿Enfrentarlo? ¿Gritarle la verdad a Lucía en medio de una cena elegante? Ella en el fondo no tiene la culpa, seguro ni sabe que existimos.

Dana la miró fijamente, con una intensidad que Clara no había visto antes.

-Tal vez. Pero no de cualquier manera, tampoco vamos a ir contra ella, como tu dices, seguro ha estado engañada todo este tiempo. Si vamos a hacer algo, tiene que ser inteligente. Frío. Algo que lo derrumbe sin que él pueda levantarse, que no le quede manera de zafarse del escarnio público.

Clara se quedó en silencio, mordiéndose el labio inferior. La idea era tan tentadora como aterradora.

-¿Cómo? ¿Tienes algo en mente?- preguntó finalmente.

Dana esbozó una sonrisa amarga, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

-Primero, necesitamos pruebas. Algo que lo exponga. Sabemos de sus mentiras, pero necesitamos que el mundo también lo sepa. Fotos, mensajes, cualquier cosa que lo desenmascare.

Clara negó con la cabeza, aún indecisa.

-¿Y qué pasa si Lucía no nos cree? ¿Qué pasa si él encuentra la manera de darle la vuelta a todo, como siempre lo hace? Ambas conocemos lo hábil que es con las palabras.

Dana la tomó de las manos con firmeza.

-Por eso tenemos que ser meticulosas. No se trata solo de Lucía. Se trata de todos los que lo rodean. Su familia, sus socios, sus amigos. Tenemos que destruir su fachada desde dentro.

Clara retiró las manos, apartando la mirada.

-No sé si puedo hacerlo, Dana. Pensar en todo esto... me da miedo. Mira como estoy dentro de poco no voy a poder ni ponerme los zapatos.

Dana suspiró, pero su voz se suavizó.

-A mí también me da miedo, Clara. Pero si no hacemos algo, él seguirá ganando, y nosotras seguiremos perdiendo. ¿De verdad quieres que tus hijos crezcan sabiendo que su padre es un mentiroso que nunca asumió sus responsabilidades?

Las palabras de Dana golpearon a Clara como una bofetada. Cerró los ojos, recordando todas las veces que había defendido a Mateo ante su hija Melina, todas las noches en las que había llorado en silencio para que nadie la viera. Cuando abrió los ojos, había una nueva determinación en ellos.

-Está bien, - dijo finalmente. - Pero si vamos a hacer esto, lo hacemos juntas. No pienso quedarme sola en esto. Cada día voy a necesitarte más, lo sabes...

Dana sonrió, aliviada.

-Nunca estuviste sola, Clara. No mientras yo también esté en esto.

Esa tarde, entre susurros y planes trazados en servilletas, comenzaron a construir su estrategia. Hablaron de los mensajes que aún guardaban, de las fotos que habían tomado en la gala, de las mentiras que podían probar.

Cuando el sol se ocultó y el balcón quedó envuelto en penumbra, ambas mujeres se miraron con un entendimiento silencioso. Habían sellado un pacto, una alianza que cambiaría el rumbo de sus vidas.

-Mateo no sabe lo que se le viene, - dijo Dana con una sonrisa fría, levantando su taza como si brindara.

Clara tomó la suya y chocó suavemente contra la de Dana.

-Por nosotras, - murmuró, y en sus ojos brillaba algo más que rabia: brillaba la esperanza de recuperar el control de su destino.

            
            

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