Capítulo 4 El Juicio de Dana

Las palabras del abogado de Dana resonaban en la pequeña sala del tribunal, un lugar muy lejos de la opulencia en la que Mateo había estado acostumbrado a desenvolverse desde su compromiso con Lucía. La demanda era clara: disolución del vínculo matrimonial. Pero lo que más lo estremeció fue el domicilio que Dana había proporcionado como suyo: la dirección de Lucía, su prometida.

Dana, vestida con sencillez, lucía tranquila, pero su mirada era un huracán contenido. A su lado, su abogado repasaba los papeles con gesto imperturbable. Mateo, sentado frente a ellos, se sentía como si estuviera en el centro de un escenario donde todas las luces apuntaban a sus errores.

Mientras el juez revisaba los documentos, Mateo se preguntaba cómo Dana había conseguido esa dirección. No tardó en recordar los días recientes en los que Lucía le comentó que alguien parecía estar siguiéndola. "Quizás solo es mi imaginación", había dicho ella entre risas. Ahora, esa "imaginación" se convertía en una amenaza tangible.

-Señor Mateo Torres -comenzó el juez, con voz neutra, pero autoritaria-, según lo presentado en esta demanda, la señora Dana Reyes solicita la disolución del matrimonio por motivos de abandono y deshonestidad. También menciona que existe un hijo en camino, situación que usted no ha enfrentado adecuadamente.

Mateo se sintió acorralado. Quería protestar, explicar, pero sabía que la verdad, aunque parcial, estaba en su contra. Había abandonado a Dana en el peor momento, y aunque le había prometido apoyo, no cumplió.

Los recuerdos de aquel día volvían con fuerza. Dana, con lágrimas en los ojos, mientras él, la dejaba sosteniendo en sus manos aquel sobre con el resultado positivo de la prueba de embarazo. Él había mirado hacia otro lado, incapaz de enfrentarse a la magnitud de lo que sucedía. Ahora, ese mismo acto de cobardía lo perseguía como un fantasma en esta sala.

El abogado de Dana se puso de pie, ajustándose las gafas antes de hablar:

-Su Señoría, queremos destacar que la dirección proporcionada como domicilio del demandado, y donde él reside actualmente, es la misma donde vive su prometida, Lucía Alvarado. Consideramos pertinente que esta información sea incluida en el proceso, dado que afecta el carácter público de la relación del demandado y su capacidad de cumplir con responsabilidades futuras.

Mateo sintió un frío recorrerle la espalda. El hecho de que el domicilio de Lucía estuviera ahora en los registros judiciales lo inquietaba más de lo que quería admitir. Sabía lo protectora que era su prometida con su privacidad. Si Lucía se enteraba de que su dirección había sido expuesta de esta manera, no solo estaría furiosa, sino que seguramente comenzaría a atar cabos.

-¿Tiene algo que decir en su defensa, señor Torres? -preguntó el juez.

Mateo se aclaró la garganta y se puso de pie, tratando de mantener la calma.

-Señoría, reconozco que he cometido errores. Estoy dispuesto a llegar a un acuerdo con la señora Reyes para asegurar que reciba el apoyo necesario tanto ella como el hijo que está en camino. Pero quisiera pedir que se mantenga la privacidad de mi actual residencia.

El juez levantó una ceja, claramente no impresionado por la declaración de Mateo.

-El tribunal evaluará esa solicitud, pero le advierto, señor Torres, que los detalles relevantes para este caso no pueden ser ocultados simplemente por su conveniencia.

Dana mantuvo su mirada fija en Mateo durante todo el intercambio, sin parpadear. Cuando el juez anunció un receso, ella se levantó con calma y salió de la sala sin decir una palabra.

Fuera del tribunal, Mateo tomó su teléfono, nervioso. Quería advertirle a Lucía antes de que alguien más lo hiciera, pero las palabras se le atascaban en la garganta. ¿Cómo podía explicarle esto sin que todo estallara en su contra?

Mientras tanto, en el otro lado del pasillo, Dana y su abogado hablaban en voz baja. Aunque había logrado llevarlo ante la justicia, la victoria no le sabía dulce. Lo único que quería era asegurarse de que su hijo tuviera lo que merecía, pero en el fondo sabía que el verdadero problema no era solo Mateo, sino la red de mentiras que lo rodeaba.

Dana encontró a Clara esperándola con una sonrisa. Clara, que ahora llevaba siete meses de embarazo, sostenía una botella de agua y le ofreció un abrazo rápido.

-Lo logramos -dijo Clara con satisfacción-. Ya dimos el primer golpe.

Dana asintió, compartiendo su alegría.

-Esto es solo el comienzo, pero es una victoria que necesitábamos. Al menos ahora está claro que no puede esconderse más.

Ambas mujeres caminaron hacia la salida juntas, dejando atrás la seriedad del tribunal. Aunque su situación no era ideal, aquel momento de triunfo compartido las llenó de una renovada determinación. Sabían que quedaba mucho camino por recorrer, pero por primera vez, sintieron que tenían el control de la situación.

Mateo salió del edificio con un nudo en el estómago, consciente de que este era solo el inicio. Lo que más temía no era la reacción de Dana ni la decisión del juez, sino el momento inevitable en el que Lucía descubriría la verdad completa. Ese sería el verdadero juicio, uno que no estaba seguro de poder ganar.

            
            

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