/0/15720/coverbig.jpg?v=96bdf7266d46f7f410b3e16b9d127f8a)
El reloj marcaba las 8:00 de la mañana cuando Claudia Velasco, sentada en el estudio de su mansión, desbloqueó su teléfono. Su café permanecía intacto sobre la mesa mientras esperaba ansiosamente la llamada del hombre a quien había contratado. El desconocido, un investigador privado, se había vuelto su única esperanza para confirmar lo que sus sospechas le susurraban desde hacía meses.
Cuando el teléfono vibró, Claudia respondió al instante.
-¿Qué tienes para mí? -preguntó, sin preámbulos, su voz es firme, aunque contenía un nerviosismo que ni ella misma podía ocultar.
-Le enviaré algo en los próximos minutos -respondió una voz masculina, seca y profesional-. Pero déjeme advertirle: lo que está buscando podría no gustarle.
El corazón de Claudia dio un vuelco, pero su tono no vaciló.
-No estoy pagando para que me protejas de la verdad. Envíame todo lo que tengas a la mano.
Unos segundos después, su teléfono emitió un sonido de notificación.
Claudia abrió el mensaje y, al hacerlo, sintió como si el aire abandonara la habitación.
Las fotografías eran claras y desgarradoras: Leonardo y Sofía, juntos en un momento que hablaba más que mil palabras.
Por un momento, la rabia luchó por imponerse sobre el dolor.
Ella había sospechado de su esposo, pero verlo confirmado con esas imágenes le dio una bofetada emocional que no estaba preparada para recibir. Cerró los ojos, intentando ordenar sus pensamientos. Esto no era solo una traición personal; era un golpe a todo lo que había construido junto a Leonardo, su reputación, su familia, su vida.
Volvió a marcar el número del investigador.
-Necesito más detalles. Quiero saber todo lo que sabes de ella. Quién es, dónde vive, qué hace.
-Ya tengo parte de esa información. Sofía Martínez, 28 años, trabaja como su secretaria ejecutiva desde hace tres años. Vive sola en un apartamento en el centro. Le puedo enviar un informe detallado esta tarde.
Claudia apretó el teléfono con fuerza.
-Hazlo. Pero quiero que vayas más allá. Quiero saber si alguien más está involucrado, si hay más mentiras que no estoy viendo. Y quiero que todo esto sea discreto.
El hombre asintió al otro lado de la línea, prometiendo seguir adelante con la investigación. Pero mientras Claudia colgaba, no podía evitar sentir que algo más oscuro estaba en juego. Había algo en esa Sofía que no encajaba del todo. La conexión entre ella y Leonardo parecía demasiado calculada, como si la joven supiera exactamente cómo manipularlo.
Con un suspiro pesado, Claudia se levantó de la silla y se dirigió al ventanal que daba al amplio jardín de la mansión. Sus hijos jugaban en la distancia, aunque ya hubieran pasado por su niñez, ellos se amaban, y disfrutaban jugar juntos cada que podían hacerlo, ellos estaban ajenos al caos que se gestaba dentro de esas paredes que solían llamar como hogar.
Mientras tanto, en la sede de Enterprise Dynamics, Leonardo revisaba un correo en su oficina cuando Sofía entró con expresión preocupada.
-Leo, tenemos que hablar -dijo ella, cerrando la puerta detrás de sí.
-¿Qué sucede? -preguntó él, levantando la vista de la pantalla.
Sofía dudó un momento antes de continuar, pensando que tal vez lo que iba a revelar terminaría por arruinar, fuera cual fuera, la relación que entre ambos ha comenzado a crecer.
-Ayer... recibí mensajes extraños. Alguien sabe lo nuestro.
Leonardo frunció el ceño y se levantó de su silla, acercándose a ella con rapidez y comenzando a molestarse de saber que ni siquiera en su propia oficina tenía privacidad para vivir sus propias aventuras alejadas del matrimonio.
-¿Qué tipo de mensajes?
Ella le mostró el teléfono, los mensajes que había recibido la noche anterior. Leonardo los leyó en silencio, su mandíbula tensándose con cada palabra.
-Esto no es bueno -murmuró finalmente, devolviéndole el teléfono.
-¿Crees que alguien nos vio? -preguntó Sofía, la preocupación es evidente en su voz.
Leonardo negó con la cabeza, aunque su mente ya estaba trabajando en posibles soluciones.
-No lo sé, pero no podemos permitir que esto se salga de control. Nadie debe enterarse. Haré que alguien investigue quién está detrás de estos mensajes.
Sofía asintió, pero no pudo evitar sentir que algo más profundo se estaba gestando. La paranoia comenzaba a invadirla, y no sabía cuánto más podría soportar esa tensión.
De vuelta en la mansión, Claudia revisaba nuevamente las fotos.
Una idea comenzó a formarse en su mente, un plan que no solo le permitiría descubrir toda la verdad, sino también enfrentarse a Leonardo y a Sofía en sus propios términos.
"Esto no quedará así. Ellos no saben con quién se están metiendo.", pensó, mientras su mirada se endurecía con una determinación que no había sentido en años.
Las piezas estaban en movimiento, y el tablero pronto sería testigo de un juego peligroso.
El reloj avanzaba, y con cada tic-tac, Claudia sentía que su paciencia se desgastaba, pero no podía permitir que eso pasara.
Las imágenes seguían abiertas en la pantalla de su teléfono, cada detalle de las fotografías estaban quemándose en su memoria para siempre.
El rostro sonriente de Leonardo, la cercanía entre él y Sofía... todo era una burla al compromiso que alguna vez habían compartido.
Claudia creía que el amor entre ella y Leonardo era mutuo y sería hasta la tumba, más esas fotos confirmaron que no fue así.
Se dirigió al escritorio y sacó una libreta de cuero donde anotaba pensamientos importantes que no podía y que no revelaría ante nadie.
Abrió una página en blanco y escribió un nombre: "Sofía Martínez", rodeándolo con un círculo marcado con rabia.
-Si esta mujer cree que puede arruinar mi vida sin consecuencias, está muy equivocada -murmuró para sí misma, cerrando la libreta con fuerza.
Por otro lado, en Enterprise Dynamics, Leonardo comenzó a elaborar un plan en silencio mientras Sofía lo observaba, inquieta. La culpa y el temor se entrelazaban en su mirada, pero también había un destello de algo más: ambición.
-Voy a protegernos, Sofía, pero necesito que confíes en mí -dijo Leonardo finalmente, tomando su mano con una seguridad que a ella no le pareció del todo convincente.
Sofía retiró la mano suavemente.
-¿Y qué pasará si Claudia descubre todo? Sabes lo que podría hacer. Tiene recursos, contactos... No es alguien con quien se pueda jugar.
Leonardo suspiró, frustrado.
-Claudia puede sospechar, pero no tiene pruebas suficientes. Además, no es la primera vez que enfrento problemas como este. Me he asegurado de que cualquier rastro sea difícil de seguir.
Sofía lo miró con incredulidad.
-¿No es la primera vez? -repitió en voz baja, sintiendo un nudo en el estómago.
-Eso no importa ahora -respondió él con firmeza, evadiendo la pregunta. Su enfoque estaba claro: mantener a Claudia a oscuras y evitar que la situación se descontrolara.
Mientras tanto, Claudia, sola en la mansión, llamó a su abogada de confianza, Mónica Delgado, una mujer conocida por su habilidad para resolver casos complicados y salir victoriosa incluso en las situaciones más adversas.
-Mónica, necesito que vengas a la casa. Es urgente.
-¿Pasa algo grave? -preguntó la abogada, percibiendo el tono tenso de Claudia.
-Muy grave. Leonardo me está traicionando, y quiero asegurarme de que, cuando esto salga a la luz, todo juegue a mi favor.
Una hora después, Mónica llegó a la mansión. Claudia la recibió en el estudio, donde las fotografías y los mensajes que había recibido estaban desplegados sobre la mesa.
-Quiero que esto sea manejado con absoluto sigilo -dijo Claudia mientras le entregaba las pruebas-. No solo quiero proteger mis intereses, quiero que él pague por lo que ha hecho.
Mónica estudió las fotos con atención, su expresión es profesional pero calculadora.
-Claudia, esto es un campo minado. Si decides confrontar a Leonardo, debes estar preparada para cualquier cosa. No solo a nivel emocional, sino también legal. ¿Estás segura de que quieres seguir adelante? Ya sabes como es tu marido, es un hombre muy poderoso, y con muchos contactos. Debes estar preparada para lo que se pueda venir.
Claudia asintió con determinación.
-Nunca he estado más segura de una decisión.
Mónica esbozó una leve sonrisa, comprendiendo que su clienta estaba lista para cualquier batalla que se avecinara.
En ese momento, Claudia supo que la venganza no era solo un acto impulsivo, sino un juego de estrategia que estaba dispuesta a ganar. Y esta vez, ella escribiría las reglas.