Amor secreto del CEO
img img Amor secreto del CEO img Capítulo 5 ¿A salvo
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Capítulo 6 Detras img
Capítulo 7 Un encuentro img
Capítulo 8 Celos img
Capítulo 9 Una batalla img
Capítulo 10 Una batalla img
Capítulo 11 Discusiones img
Capítulo 12 Gane img
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Capítulo 5 ¿A salvo

El aire dentro de la camioneta era denso, y yo no podía dejar de respirar con dificultad. Cada movimiento de los hombres que me rodeaban parecía amplificar el miedo que me invadía. Estaba atrapada, inmóvil, y lo único que podía hacer era intentar recordar las rutas, las caras de los hombres que me vigilaban, pero mi mente estaba a punto de estallar.

Estaba completamente sola, sin posibilidad de defenderme, sin manera de saber si volvería a ver a Ethan, ni si alguna vez encontraría una salida. Mis manos temblaban de nervios, y el silencio de la camioneta, roto solo por el rugir del motor, me estaba volviendo loca.

Intenté mantener la calma, como siempre lo había hecho en situaciones de angustia, pero algo dentro de mí se rompió. El miedo, la ansiedad, la desesperación se mezclaron en un torrente incontrolable que me sobrepasó. Fue como si algo que había estado dormido por años se despertara, algo reprimido. Y antes de darme cuenta, me vi gritando, por primera vez en mi vida.

Mi voz, salida de lo más profundo de mi garganta, resonó en el espacio cerrado de la camioneta. Mis palabras no eran claras, solo gritos de terror, como si tratara de expulsar todo lo que había guardado dentro por tanto tiempo. Mi cuerpo se convulsionaba con cada grito, y por un momento, no reconocí a la persona que se encontraba en ese asiento.

-¡Déjenme ir! ¡Por favor, suéltame! -grité entre sollozos, sin pensar, sin control.

Nunca había hablado de esta manera, nunca había dejado que mi voz llegara tan lejos. Siempre me había limitado a hacer señas, a mantenerme callada, a someterme al silencio impuesto por años de abuso y dolor. Pero en ese momento, ese dolor salió disparado como una flecha, y no pude evitarlo. Mi garganta ardía, mi pecho se sentía como si fuera a explotar.

Los hombres que me rodeaban se miraron entre sí, sorprendidos por mi grito. Nadie esperaba que hablara, mucho menos que lo hiciera con tanta desesperación. Uno de ellos se acercó a mí, me agarró por el brazo con más fuerza, y me obligó a quedarme en silencio. Pero yo no podía. El pánico no me dejaba.

-¡Cállate! -gritó el hombre que estaba a mi lado.

Intenté zafarme, pero no podía. En ese momento, todo lo que deseaba era escapar, huir de esa pesadilla, de esos hombres que me tenían secuestrada. Pero no podía, y me sentí aún más vulnerable al darme cuenta de lo que me había convertido en ese instante: una mujer gritando, quebrada, completamente desbordada.

Mi cuerpo temblaba de miedo, de rabia, de impotencia. Y mientras seguía luchando por respirar, el sonido del motor de la camioneta cambió. En vez de seguir por el camino que habíamos estado recorriendo, nos desviamos, tomamos una curva y nos detuvimos. La camioneta se apagó, y mi corazón se aceleró al escuchar cómo los hombres comenzaban a moverse a su alrededor, como si estuviéramos a punto de llegar a algún lugar, algún destino del cual no tenía idea.

La puerta se abrió con un estruendo y sentí un tirón en el brazo, arrastrándome hacia afuera. El aire frío me golpeó de inmediato, y me cegó por un momento. Estaba tan aturdida que ni siquiera logré ver dónde estábamos, solo sentí las luces brillantes, las sombras alargadas de los edificios, y una pista de aterrizaje. Mi cuerpo estaba rígido, no podía moverme. Estaba demasiado aterrada para pensar, solo quería que todo terminara.

Me empujaron hacia una pequeña avioneta estacionada cerca de nosotros. La rampa estaba abajo, y podía escuchar las voces de los hombres que me rodeaban. Los pasos se acercaban a mí, el ruido de sus botas resonaba en mi oído, pero algo extraño pasó: escuché un sonido familiar. Un sonido que me hizo detenerme por un segundo.

-¡No la toquen! -Una voz firme cortó el aire.

Era Ethan. No podía ser. Mi mente no podía procesarlo, pero al verlo, todo lo que había sentido se desmoronó. Lo vi de pie, frente a mí, con una expresión decidida, pero también sorprendida. No me lo esperaba. Ni siquiera imaginé que él estuviera allí, pero lo estaba. Y lo vi, con sus ojos fijos en mí, su presencia imponente que hacía que los otros hombres se detuvieran en su camino.

Un fuerte alivio recorrió mi cuerpo, pero al mismo tiempo, una ola de incredulidad me golpeó. Había sido él todo el tiempo, la única persona que podía salvarme. No entendía cómo, ni por qué, pero allí estaba, y algo dentro de mí gritó su nombre:

-¡Ethan!

Mi voz salió con una mezcla de alivio, asombro y desesperación. Era la primera vez que pronunciaba su nombre con tanta claridad, y no pude evitar que las lágrimas comenzaran a caer de mis ojos, mezclándose con el sudor frío de mi frente.

Él dio un paso hacia mí, y sus ojos se agrandaron de sorpresa al escucharme. Por un instante, sus facciones se suavizaron, pero rápidamente recobró su compostura. Aun así, su mirada se mantuvo fija en mí, como si estuviera evaluando la situación, intentando entender lo que acababa de suceder.

-¿Lía? -preguntó, como si no creyera lo que estaba viendo.

El silencio que siguió fue penetrante. Mis manos seguían temblando, pero ahora me sentía un poco más fuerte. Algo dentro de mí había cambiado. Y aunque no sabía lo que me deparaba el futuro, en ese momento, sabía que la pesadilla estaba por terminar.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, Ethan se giró y dio una orden a los hombres que lo acompañaban. Fueron rápidos, eficientes, y antes de que pudiera darme cuenta, me habían rodeado. Los hombres que me mantenían cautiva fueron reducidos en segundos, y uno de ellos cayó al suelo, desarmado. La confusión reinaba entre ellos, pero Ethan no mostró ni el más mínimo rastro de sorpresa o temor. Su expresión era tan fría como siempre, pero en sus ojos brillaba una determinación feroz.

-Llévatela de aquí -le ordenó a uno de sus hombres, señalándome con un gesto.

Me tomaron del brazo con suavidad, pero firmeza, y me guiaron hacia una camioneta que estaba estacionada a unos pasos. No podía dejar de mirar a Ethan, tratando de comprender lo que había sucedido, de entender cómo me había encontrado en ese lugar tan lejano de la seguridad de su hogar. Pero no había tiempo para preguntas. Todo sucedía demasiado rápido.

Cuando finalmente subimos a la camioneta, Ethan se acercó a mí, sus ojos todavía fijos en mi rostro. Por un momento, las palabras se estancaron en mi garganta. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo explicarle que me había quebrado, que había hablado por primera vez, solo para gritar su nombre? Pero eso tendría que esperar.

-Estás a salvo ahora -dijo con voz baja, su mirada suavizándose por un segundo.

Era todo lo que necesitaba escuchar.

                         

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