Refugio en sus brazos
img img Refugio en sus brazos img Capítulo 4 La jaula dorada
4
Capítulo 6 Sombras en la Noche img
Capítulo 7 La Ilusión de Control img
Capítulo 8 La Primera Grieta img
Capítulo 9 Algo en el Aire img
Capítulo 10 Un Momento de Fragilidad img
Capítulo 11 Las grietas en el muro img
Capítulo 12 Límites Borrosos img
Capítulo 13 Confrontación img
Capítulo 14 Cambios img
Capítulo 15 Su hogar img
Capítulo 16 Una familia img
Capítulo 17 Helena la había elegido img
Capítulo 18 A Contracorriente img
Capítulo 19 El Peso del Mundo en sus Manos img
Capítulo 20 Tempestad en la Cima img
Capítulo 21 Cimientos de Cristal img
Capítulo 22 Ahora es mi turno img
Capítulo 23 El Precio del Poder img
Capítulo 24 La guerra habia comenzado img
Capítulo 25 Encrucijada de Fuego img
Capítulo 26 El Pasado que Nos Persigue img
Capítulo 27 El abismo de la verdad img
Capítulo 28 Verdades Inconfesables img
Capítulo 29 Sin escapatoria img
Capítulo 30 Solo entender img
Capítulo 31 Verdades que queman img
Capítulo 32 El primer paso img
Capítulo 33 Sin Escape img
Capítulo 34 La Traición Que Nos Salvará img
Capítulo 35 La Jugada Inesperada img
Capítulo 36 Bajo la Tormenta img
Capítulo 37 Entre el Caos y la Verdad img
Capítulo 38 Sombras en Movimiento img
Capítulo 39 El Ojo del Enemigo img
Capítulo 40 La cacería apenas comenzaba img
Capítulo 41 Cazadores en la Oscuridad img
Capítulo 42 El Precio de la Lealtad img
Capítulo 43 Cazadores y Presas img
Capítulo 44 Hacia la venganza img
Capítulo 45 El Precio de la Venganza img
Capítulo 46 La Caída del Imperio img
Capítulo 47 Cenizas de un Imperio img
Capítulo 48 Reina de las Sombras img
img
  /  1
img

Capítulo 4 La jaula dorada

Emma pasó el resto del día explorando el penthouse. No es que quisiera husmear, pero la verdad era que estaba demasiado fuera de su entorno y necesitaba algo con qué distraerse. El lugar tenía una atmósfera extraña, como si estuviera demasiado perfectamente arreglado, demasiado inmaculado.

No parecía un hogar.

Era un espacio para vivir, sí, pero no para sentirse en casa.

Cada habitación era impecable, decorada con muebles minimalistas de líneas rectas y colores neutros. No había fotos personales, recuerdos familiares ni nada que delatara algo de la vida privada de Helena Laurent.

Todo era frialdad y control.

Emma se detuvo en la biblioteca, un espacio impresionante con estanterías de madera oscura que llegaban hasta el techo. Había una escalera deslizante para alcanzar los estantes más altos y una enorme ventana que daba a la ciudad.

Deslizó la yema de los dedos por los lomos de los libros. Había de todo: literatura clásica, economía, derecho, filosofía... No encontró novelas románticas, lo cual no le sorprendió en lo absoluto.

Sonrió para sí misma.

-Definitivamente no eres el tipo que lee sobre amores imposibles -susurró.

-No me interesan los finales predecibles -dijo de pronto la voz de Helena desde la puerta.

Emma se giró sobresaltada.

-¿Siempre caminas sin hacer ruido?

Helena apoyó un hombro contra el marco de la puerta.

-Cuando necesitas controlar una habitación, es mejor que nadie te escuche entrar.

Emma la observó con atención. Cada vez que hablaba, lo hacía con esa seguridad que parecía inquebrantable, con esa autoridad que no necesitaba elevar la voz para imponer respeto.

-Entonces, ¿te interesa controlar todo a tu alrededor?

-Siempre.

Emma la miró con algo parecido a la diversión.

-Debe ser agotador.

Helena dejó escapar una ligera sonrisa.

-A veces.

Emma tomó un libro al azar y lo hojeó sin realmente leerlo.

-¿Nunca te cansas de esto?

-¿De qué?

-De esta vida. De estar en la cima. De que todo el mundo te mire con admiración o miedo.

Helena se cruzó de brazos.

-No sé lo que es vivir de otra forma.

-Debe ser una jaula muy bonita -murmuró Emma.

Helena alzó una ceja.

-Curioso que lo digas. Se supone que soy libre.

-¿Lo eres?

El silencio que siguió fue pesado.

Emma volvió a dejar el libro en su lugar y caminó hacia la ventana.

-A veces, la peor prisión no es la que tiene barrotes, sino la que construimos con nuestras propias decisiones.

-Hablas como si supieras de lo que estás diciendo.

Emma soltó una risa sin humor.

-Porque lo sé.

Helena la observó en silencio por un largo rato.

Emma no se giró. Sabía que la CEO estaba analizándola, tratando de encontrar un significado más profundo en sus palabras.

Pero había cosas que no pensaba compartir. No aún.

-Ven conmigo -dijo Helena de pronto.

Emma frunció el ceño y se giró.

-¿A dónde?

-A comprar ropa.

Emma la miró incrédula.

-Estoy bien con lo que tengo.

Helena negó con la cabeza.

-Lo que tienes es un conjunto de emergencia. No puedes seguir usando lo mismo todos los días.

-Helena, no necesito-

-No es negociable -la interrumpió Helena-. Vamos.

Emma resopló, pero no discutió más. Sabía que discutir con Helena Laurent era perder el tiempo.

Cuando llegaron a la boutique, Emma supo que no encajaba ahí.

El lugar era el tipo de tienda donde solo entraban personas con cuentas bancarias que tenían más ceros de los que ella podía imaginar. Las empleadas estaban impecablemente vestidas, con sonrisas ensayadas y modales impecables.

-Señora Laurent -saludó una de ellas-. Qué honor tenerla aquí.

-Necesito ropa para ella -dijo Helena con su tono usual de autoridad, señalando a Emma.

Las empleadas la miraron con una mezcla de sorpresa y discreción profesional.

-Por supuesto. ¿Algo en particular?

-Algo cómodo. Y elegante.

Emma puso los ojos en blanco.

-Helena, no soy tu proyecto de caridad.

-No, pero si vas a estar en mi casa, al menos vístete como alguien que no parece estar de paso -dijo Helena con calma-. Elige lo que quieras.

Emma suspiró. Sabía que si se negaba, Helena simplemente encontraría la forma de hacer que lo aceptara de todos modos.

Así que, con un suspiro resignado, se dejó llevar por las empleadas.

Treinta minutos después, Emma se miró en el espejo de uno de los vestidores.

El vestido negro que llevaba puesto era simple, pero elegante. Se ajustaba suavemente a su figura sin ser incómodo. Se veía... bien.

Demasiado bien.

No era ella.

Suspiró y salió del vestidor.

-No. -Dijo antes de que Helena pudiera siquiera abrir la boca.

-¿No?

-No. Esto no soy yo.

Helena inclinó la cabeza levemente.

-¿Quién eres, entonces?

Emma apretó los labios.

-No lo sé. Pero sí sé que no soy una muñeca para vestir.

Helena la miró durante un largo rato, antes de esbozar una ligera sonrisa.

-Está bien. Elige lo que te haga sentir cómoda.

Emma se quedó helada.

¿Helena Laurent cediendo?

Definitivamente, ese día estaba lleno de sorpresas.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022