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La gala estaba en su punto máximo, un mar de trajes elegantes, copas de champán tintineando y conversaciones ininterrumpidas llenas de ambición y promesas. El salón principal del hotel Riviera Heights estaba decorado con un lujo que solo los más poderosos podían permitirse: candelabros de cristal, mesas de mármol, y una orquesta que tocaba suavemente desde un rincón, marcando el ritmo de la noche. Los asistentes, cada uno con su propio aire de grandeza, se deslizaban entre los pasillos como figuras de un tablero de ajedrez, siempre vigilantes y calculando sus próximos movimientos.
Álex entró al salón con paso firme, sus ojos recorrían la multitud en busca de lo que más deseaba. El ambiente, aunque deslumbrante, era solo un telón de fondo para lo que él consideraba su verdadero objetivo: hacer que Valentina lo viera, lo notara de una manera especial. Esa noche no sería como las demás, no para él. Sabía que todos los ojos estaban sobre él, pero no le importaba. Lo que importaba era ella.
"Álex, querido, qué gusto verte. ¿Cómo va Lucid Technologies?" La voz suave de un hombre mayor lo sacó de sus pensamientos. Era René Armand, un influyente inversionista europeo, conocido por su frialdad y su destreza para tomar decisiones que arrastraban miles de millones. Álex le estrechó la mano con una sonrisa calculada.
- Todo va viento en popa, René. Sabes que siempre estamos a la vanguardia, buscando nuevas oportunidades. - Su tono de voz era firme, profesional, pero en el fondo de sus ojos se podía ver la ansia por buscar algo más. La respuesta fue una cortesía, y al instante, Álex desvió su atención, reconociendo a lo lejos a Valentina.
Ella estaba en la esquina opuesta del salón, conversando con un grupo pequeño, pero su presencia lo dominaba todo. Valentina llevaba un vestido largo de terciopelo negro, simple pero deslumbrante, con el cabello recogido en un elegante moño que dejaba ver su cuello delicado. Su porte era el de una mujer que no necesitaba del lujo para brillar; su sola existencia era un espectáculo. Mientras reía suavemente con quienes la rodeaban, Álex sintió que el aire se volvía más denso. Sabía que esa noche no se trataba solo de negocios. Tenía que hacerle ver que él no era solo otro hombre más en ese salón.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso hacia ella, la figura de Diego apareció ante él.
- Álex, buen ver. - Diego sonrió con su típica confianza mientras extendía la mano para saludarlo, pero su mirada no mostraba lo que parecía ser una verdadera cordialidad. Ambos hombres compartían la misma ambición, pero la competencia entre ellos era palpable. Desde que Álex había comenzado a ascender en el mundo de la tecnología, Diego había sentido que sus propios logros en el mundo financiero no bastaban para eclipsar el poder de Lucid Technologies.
- Diego, siempre un placer. - La sonrisa de Álex era fría y calculada, pero su mente seguía fija en Valentina. - ¿Ya has hablado con Valentina?
Diego asintió con una leve sonrisa, su expresión relajada, casi como si se sintiera dueño de la situación.
- Sí, hemos tenido algunas conversaciones interesantes. No está nada mal para alguien que proviene de un mundo distinto al mío. - La manera en que Diego hablaba de ella parecía casi posesiva, como si tuviera el control de la situación, pero Álex pudo ver un destello de celos en sus ojos. El juego ya había comenzado.
En ese momento, Sebastián entró al salón. Su mirada era distinta, más serena, pero igual de intensa. A diferencia de los otros dos hombres, no buscaba impresionar a nadie con su presencia. Él estaba allí para hacer lo que mejor sabía hacer: observar y esperar su momento. Sus ojos se posaron en Valentina, quien ya se había separado del grupo con el que conversaba y ahora caminaba lentamente por la sala, disfrutando de la música. Sebastián dio un paso hacia ella, sin preocuparse por los murmullos que comenzaban a surgir a su alrededor.
Los tres hombres, casi al mismo tiempo, avanzaron hacia Valentina, como si sus destinos estuvieran inevitables e irremediablemente entrelazados. El aire estaba cargado de una tensión que solo aquellos que jugaban en las grandes ligas podían sentir.
Valentina levantó la vista en el instante en que Sebastián se acercó a ella, una sonrisa cálida apareció en su rostro.
- Sebastián, qué bien verte. - Dijo con un tono suave, casi como si estuviera hablando con un viejo amigo. No le sorprendió verlo; había aprendido a reconocer su calma y a no subestimarlo, aunque las veces que se habían encontrado fuera de los eventos oficiales le habían mostrado a un hombre reservado, pero con una pasión que no se dejaba ver fácilmente.
- Valentina, siempre un placer. - Respondió Sebastián con una sonrisa sincera. No se apresuró a lanzarse en la conversación; en cambio, disfrutó el momento en que los dos compartieron una mirada que solo ellos entendían.
Antes de que pudieran seguir conversando, los otros dos hombres llegaron casi al mismo tiempo. El salón pareció detenerse por un segundo, como si todos los asistentes esperaran algo. Álex y Diego, por fin, miraron a Valentina, cada uno con sus propias expectativas.
- Valentina, qué bien te veo esta noche. - Álex fue el primero en romper el silencio, su tono confiado, pero no exento de una ligera tensión.
Diego asintió, sin mirarle directamente, pero con un guiño hacia Valentina. - Siempre tan radiante, Valentina. Estoy seguro de que esta noche será memorable.
Valentina no respondió de inmediato. Los tres hombres la observaban, y por un momento, parecía que ella estaba evaluando cada una de sus palabras. No podía negar que había algo en cada uno de ellos que la atraía. Álex, con su inteligencia afilada y su increíble poder en el mundo tecnológico, le resultaba intrigante, pero también lo veía como alguien que había tenido siempre todo al alcance de su mano. Diego, por otro lado, tenía un aire sofisticado y una confianza en su propio poder financiero que no podía dejar de notar, pero también representaba el mismo tipo de hombre que siempre había tenido a su alrededor. Sebastián, aunque parecía más reservado, tenía una intensidad tranquila que la atraía. Él no buscaba impresionar, sino simplemente ser, y eso le parecía fascinante.
Finalmente, Valentina rompió el silencio.
- Caballeros, la noche está joven. No creo que haya necesidad de hacer de esto una competencia... aún. - Sonrió, sus ojos brillando con picardía mientras los tres hombres se miraban entre sí. Sabía lo que estaba haciendo. No solo les estaba mostrando que ella controlaba la situación, sino que también los estaba desafiando. La tensión creció, pero Valentina no tenía miedo de provocarlos. Sabía que este juego apenas comenzaba, y, por más que los tres hombres fueran poderosos, en ese instante, el poder estaba de su lado.
La noche continuó su marcha, pero las alianzas, los desafíos y las traiciones ya comenzaban a gestarse en los pasillos de esa elegante gala. Cada paso que daban los tres hombres los acercaba más a un juego peligroso, donde no solo el poder estaba en juego, sino también su capacidad para ganar el corazón de la mujer que, de alguna forma, los hacía sentir vulnerables.