/0/15973/coverbig.jpg?v=1e1ab346199618937e8327ceff4cf2a9)
La fiesta había terminado, y las luces del salón ya se apagaban lentamente, dejando atrás solo el eco de risas lejanas y los murmullos de los invitados que comenzaban a retirarse. La ciudad, que antes se había visto vibrante y llena de vida, ahora se sumergía en un silencio profundo, como si el tiempo se hubiera detenido.
Valentina se encontraba sola en el jardín exterior del edificio, buscando un poco de espacio para procesar todo lo que había ocurrido esa noche. Había algo en el aire, algo que la inquietaba. Después de todo lo que había vivido con Sebastián, Álex y Diego, la emoción que sentía ahora no era la satisfacción de una victoria, sino una extraña mezcla de incertidumbre y temor. El juego había comenzado, pero ¿realmente quería participar en él?
Las luces de la ciudad, parpadeando en la distancia, parecían llamarla, pero no lograban disipar la neblina que se había formado en su mente. Había algo en los tres hombres que la confundía. Sebastián, con su serenidad casi etérea, Álex, con su arrogancia encubierta, y Diego, con su encanto y oscuridad, todos parecían jugar el mismo juego. Pero en ese momento, Valentina sentía que algo en su interior se rebelaba. No quería ser parte de su lucha, no quería convertirse en un trofeo más en una competencia que no pedía.
De repente, una sombra apareció ante ella. Era Sebastián. Él había sido el primero en dejar la fiesta, pero había sentido que algo no estaba bien. Observó cómo Valentina, al igual que él, parecía haber quedado atrapada en la misma confusión.
- ¿Te encuentras bien? - Preguntó, su voz grave, pero suave, como si supiera que algo la afectaba profundamente.
Valentina lo miró, pero sus ojos reflejaban una mezcla de emociones que no sabía cómo expresar. Era como si su mundo, que hasta hace solo unas horas parecía tan claro, ahora estuviera difuso y frágil.
- Estoy bien. Solo... necesito pensar. - Respondió, intentando esconder el nudo que se había formado en su pecho. Sebastián la observó en silencio por unos segundos, percibiendo la inquietud en su mirada. Sin decir más, dio un paso hacia ella, como si estuviera invitándola a compartir ese espacio, a comprender sus pensamientos sin prisa ni imposiciones.
La noche estaba llena de una quietud inesperada. El sonido de los árboles meciéndose con la brisa y el canto lejano de las aves nocturnas parecían acentuar el silencio que se había apoderado de ambos.
- No tienes que hacer nada que no quieras hacer. - Sebastián rompió el silencio, su voz tranquila pero firme. - Si no quieres formar parte de este juego, Valentina, nadie te lo está pidiendo. No tienes que ser una pieza más en el tablero de ajedrez de ellos.
Valentina lo miró, sorprendida por la sinceridad que percibía en sus palabras. Sebastián, quien siempre había parecido tan alejado de sus emociones, quien nunca había mostrado ninguna vulnerabilidad, estaba frente a ella con una claridad que, de alguna manera, la confortaba.
- ¿Y tú? ¿Qué harás? - Preguntó, su tono buscando algo más que respuestas. - ¿De verdad crees que puedes salir de este juego sin que nada cambie?
Sebastián suspiró, su mirada perdida por un momento en las luces de la ciudad.
- No sé. A veces, siento que todo esto es más complejo de lo que parece. - Respondió, sus palabras cargadas de un conflicto que Valentina no esperaba ver en él. - Pero... te lo puedo decir de una manera simple: lo que sea que decida, quiero que lo haga por mí mismo, no porque me lo haya dictado alguien más.
Las palabras de Sebastián resonaron en el aire. Valentina no estaba segura de si lo entendía por completo, pero algo en su voz la hizo sentir que él también estaba luchando con las mismas dudas que ella. Y, por un breve instante, sintió que no estaba tan sola como pensaba.
- ¿Y tú? - Sebastián preguntó, devolviéndole la pregunta, algo en su tono que indicaba que quería saber más de ella, más allá de la fachada de CEO de alto nivel que Valentina proyectaba.
Valentina lo miró fijamente, notando la sinceridad en sus ojos. Sin embargo, no sabía si estaba lista para ser tan abierta. Aún había tanto que no comprendía sobre ella misma, tanto que todavía no quería aceptar.
- Yo... no sé si puedo escapar de este juego, Sebastián. - Respondió finalmente, su voz vacilante, pero honesta. - Y tal vez, ni siquiera quiero hacerlo. Pero no sé si lo que está en juego aquí realmente vale la pena.
Sebastián sonrió con una suavidad que no había mostrado antes. Era una sonrisa sin pretensiones, sin el brillo de la competencia que había marcado su relación con los otros hombres. Era, simplemente, una sonrisa genuina.
- Lo que está en juego no siempre es lo que parece. Y a veces, la respuesta no está en lo que tenemos que perder, sino en lo que estamos dispuestos a ganar.
Las palabras de Sebastián se quedaron flotando en el aire, pero antes de que Valentina pudiera responder, la voz de Álex la interrumpió.
- ¿No les parece que es un poco tarde para filosofar sobre la vida, Sebastián? - Su tono era agudo, pero no malintencionado. En cambio, había algo en su presencia que parecía desafiante, como si quisiera poner a prueba esa calma que Sebastián transmitía.
Valentina, sintiendo la tensión entre los dos hombres, se giró para mirarlo. Álex había llegado sin previo aviso, su mirada fija en Sebastián con una mezcla de desafío y una pizca de celos. La calma con la que Sebastián había hablado claramente no le gustaba a Álex.
- ¿Te has dado cuenta de lo que realmente está en juego aquí? - Álex continuó, acercándose un paso más. - Porque lo que sea que sea, Valentina, yo estoy dispuesto a jugarlo. Y no tengo miedo de perder.
Valentina lo observó, sintiendo el peso de sus palabras. Álex estaba tan seguro de sí mismo, pero algo en su postura, en la forma en que había llegado hasta ella, lo hacía parecer más inseguro que nunca.
- Ya basta. - Dijo, interrumpiendo a ambos hombres. - ¿De verdad creen que esto es una competencia? Porque no lo es. No quiero ser parte de su juego.
La determinación en su voz sorprendió a ambos hombres. Sebastián, por un momento, la miró con un resquicio de admiración, mientras que Álex pareció mantenerse en silencio, procesando sus palabras.
Valentina los observó, un peso levantándose de su pecho al ver la sorpresa en sus rostros. Había hablado con claridad, y por primera vez en mucho tiempo, no se sentía atrapada en una red de expectativas ajenas.
- Ya no voy a ser un trofeo. - Murmuró para sí misma, antes de girarse y alejarse de ambos.
La noche había terminado, pero Valentina había comenzado a entender algo importante: ella era más que una pieza en el juego. Y, por primera vez, estaba dispuesta a definir sus propias reglas.