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La madrugada había llegado con la promesa de una nueva oportunidad, pero para Valentina, la atmósfera de la gala ya había cambiado. El brillo del salón, la música suave, y las luces brillantes, todo eso ya no era suficiente para deslumbrarla. Había algo en el aire, algo entre esos tres hombres que la rodeaban, que no lograba ignorar. No se trataba solo de poder o ambición, no solo de lo que podían ofrecerle. Había algo más profundo que la atraía de una manera que no entendía, y eso, más que nada, le incomodaba.
Mientras los otros asistentes continuaban con sus conversaciones triviales y sus bromas calculadas, Valentina decidió que necesitaba un respiro. Caminó lentamente hacia uno de los balcones del salón, buscando la quietud de la noche. La ciudad se desplegaba ante ella, como un lienzo iluminado por miles de luces que parecían reflejar la misma opacidad que sentía en su pecho. El viento fresco acarició su rostro, pero no logró despejar la sensación de incertidumbre que se había instalado en su corazón.
Sin embargo, no estaba sola. Al girar la esquina del balcón, vio la silueta de Sebastián. Estaba mirando hacia el horizonte, como si buscara algo que él mismo no entendía.
- No sé si este es el lugar más adecuado para una conversación profunda. - Valentina dijo, su voz apenas un susurro, pero cargada de un significado claro. Sabía que Sebastián no era de los que hablaban en vano, y aunque su manera de ser era serena, no podía dejar de sentirse atraída por esa calma que él irradiaba.
Él giró lentamente, como si hubiera estado esperando que llegara ese momento. La mirada de Sebastián era firme, pero también tranquila, casi como si no hubiera presiones o expectativas.
- Este es el lugar más adecuado para lo que sea que quieras decir. - Respondió, y aunque sus palabras fueron sencillas, hubo algo en su tono que hizo que Valentina dejara de lado cualquier guardia. Él no había dado un paso hacia ella, no había hecho el movimiento predecible, ni dicho algo que la hiciera sentir que estaba siendo manipulada. Simplemente había estado allí, observando.
Valentina se acercó al borde del balcón, mirando las luces de la ciudad que se extendían hasta perderse en el horizonte.
- ¿Qué es lo que quieres, Sebastián? - Preguntó sin mirarlo directamente, aunque su tono era suave, reflexivo. Era una pregunta que había rondado en su mente desde la primera vez que lo conoció. Sebastián no se ajustaba a los moldes que ella conocía. No era un hombre que se moviera por ambiciones inmediatas ni por la necesidad de estar siempre en el centro de atención. Pero aún así, había algo en su manera de ser que la desconcertaba. Algo que, quizás, la atraía más que lo que cualquier otro hombre pudiera ofrecerle.
Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, caminó un paso hacia ella, pero de una manera tan sutil que Valentina no lo percibió como una invasión de su espacio. Era como si él simplemente existiera, sin presionar, sin forzar.
- ¿Qué quiero? - Sebastián repitió la pregunta como si no tuviera respuesta, pero sus ojos se encontraron con los de ella, y por un instante, Valentina vio algo en él que nunca había visto en los otros dos hombres: una vulnerabilidad en su mirada. Algo que parecía tener más que ver con lo que él había vivido que con lo que quería lograr. - Solo quiero ser yo mismo. Y quizás, encontrar a alguien que no tenga miedo de ver lo que soy.
Valentina lo miró en silencio. No podía negar que esas palabras tocaban una fibra que ni siquiera ella sabía que existía. Sebastián no le había ofrecido nada que no pudiera conseguir por sí misma. No le ofrecía riquezas ni la posibilidad de ser parte de su mundo de influencia. Lo que él le daba era su propia esencia, algo que solo él podía ofrecerle. Y eso, de alguna manera, le hacía sentir incómoda.
- ¿Y por qué crees que yo no tendría miedo de ver lo que eres? - Su voz se tornó más suave, casi como si estuviera revelando una parte de ella misma que no quería mostrar. Valentina no era de las que se dejaban llevar por las emociones fácilmente, pero Sebastián parecía haber encontrado la forma de tocar un lugar sensible en ella.
Sebastián sonrió ligeramente, sin arrogancia, sin el orgullo de quien sabe que está ganando algo. Era una sonrisa tranquila, serena.
- Porque sabes que, al final, no estamos jugando a un juego. - Dijo. - No se trata de lo que cada uno tiene o puede ofrecer. Se trata de algo más real. Algo que no se puede medir en riquezas o poder.
Valentina desvió la mirada hacia las luces de la ciudad una vez más, como si estuviera buscando algo que no sabía qué era. Pero Sebastián tenía razón en algo: la vida no era un juego de poder. Al menos, no siempre. A veces, lo que más se valoraba no era lo que se lograba a través de la competencia, sino lo que se era capaz de construir sin tener que competir.
Antes de que pudiera responder, el sonido de unos pasos interrumpió la conversación. Era Álex, quien se acercaba con su habitual aire de seguridad, pero esta vez algo había cambiado en él. Había una determinación en sus ojos que, por primera vez, se sentía real.
- Valentina. - Dijo, su voz grave, casi como un desafío. - ¿Te has perdido entre todas estas luces?
Valentina levantó una ceja, mirando a Álex con una mezcla de sorpresa y algo más. La forma en que él la había abordado, directa y sin rodeos, no era como las otras veces. Parecía ser más sincero, más dispuesto a dejar de lado la fachada que siempre llevaba. Algo había cambiado en su actitud.
- Álex, ¿qué es lo que realmente quieres de mí? - Preguntó, su tono más serio que antes. No era una pregunta de cortesía; era una cuestión que necesitaba responderse, porque Valentina ya no podía ignorar lo evidente: cada uno de estos hombres estaba tratando de conquistarla de la manera en que sabía hacerlo, pero ninguno parecía dispuesto a mostrarse como realmente era.
Álex la miró fijamente. Había algo en su postura, algo en la forma en que se había aproximado, que le daba una nueva luz a su presencia. No era solo el hombre que había llegado al poder a través de su empresa, ni el joven rico que había heredado el éxito. Era algo más.
- No busco solo tu atención, Valentina. - Dijo, con una franqueza que la sorprendió. - Quiero algo más. Quiero que me veas por lo que soy, no por lo que represento.
Sus palabras cayeron en el aire con la misma intensidad que una promesa, pero Valentina no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. No podía. Sabía que los tres hombres estaban allí por una razón, y esa razón era ella. Pero ¿era realmente el poder lo que los unía? ¿O había algo más profundo en juego?
Sebastián observó la escena desde un lugar más alejado, sin intervenir. Había dicho lo que tenía que decir, y ahora era momento de que Valentina decidiera. La noche había llegado a un punto de inflexión, y la decisión que ella tomara cambiaría el curso de sus vidas.