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El reloj marcaba ya las primeras horas de la madrugada, y el salón se llenaba de risas y charlas, pero para los tres hombres, el aire estaba cargado de algo más: una competencia silenciosa que se tejía entre ellos, una tensión apenas disimulada tras los gestos amables y las sonrisas de cortesía. La gala de la Fundación de Innovación Empresarial había sido un éxito rotundo, pero para Álex, Diego y Sebastián, solo quedaba una cosa en la mente: Valentina.
Álex estaba parado junto a una mesa de cócteles, con una copa de vino en la mano, observando cómo Valentina conversaba animadamente con un pequeño grupo de personas. Su vestido negro de terciopelo seguía dominando el salón, y aunque parecía tranquila, Álex sabía que bajo esa calma había algo más, algo que podía cambiarlo todo. Había sido testigo de cómo su presencia podía hacer que hasta los hombres más poderosos en la sala se sintieran inseguros. Y ahora, él estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para que ella lo mirara de la misma forma en que él la observaba: con admiración, deseo y algo más.
De reojo, Álex notó a Diego acercándose hacia el grupo de Valentina, con una sonrisa confiada, como si no hubiera nada que lo detuviera. Al principio, pensó que podría intervenir, acercarse a ella de inmediato, pero algo en el comportamiento de Diego le hizo pensarlo dos veces. Tal vez valía la pena ver cómo se desenvolvía el juego entre los dos.
Diego, al notar la mirada de Álex, levantó una ceja y esbozó una ligera sonrisa, una que solo los hombres de su círculo conocían bien: aquella que decía "estoy en control". Caminó con paso firme hasta Valentina, saludando a los que la rodeaban con una calidez calculada. Su manera de moverse, sus gestos elegantes, todo en él hablaba de poder y éxito. Pero en ese mismo momento, Valentina dejó de sonreír y desvió la mirada, como si hubiera captado una incomodidad que solo ella entendía.
Álex observó detenidamente cómo Valentina se deshacía suavemente del pequeño grupo para caminar hacia el borde del salón, como si buscara un poco de espacio. No era una mujer que cayera fácilmente en las redes de la adulación, y eso, más que nada, lo había cautivado. Lo que menos esperaba era que ella se dirigiera directamente hacia Sebastián, quien estaba de pie junto a una ventana, mirando hacia la ciudad con una calma que contrastaba con la vorágine que se vivía en el salón.
Álex decidió que era hora de actuar. Caminó hacia ellos con una seguridad que reflejaba su propio poder, pero, al mismo tiempo, con una creciente inquietud en su pecho. No podía dejar que Sebastián, un hombre de pocas palabras y aún menos pretensiones, fuera quien se llevara la atención de Valentina esa noche.
Valentina, al ver que Álex se acercaba, levantó la mirada y esbozó una ligera sonrisa.
- Álex. Pensé que te habías perdido en alguna de esas interminables conversaciones de negocios. - Dijo, su tono juguetón, pero también desafiante. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo: era una mujer que jugaba al mismo nivel, que no le temía al poder que ellos representaban.
Álex, sabiendo que su oportunidad había llegado, se inclinó ligeramente hacia ella y la miró a los ojos.
- Estoy aquí ahora, Valentina. Creo que podemos hablar de algo mucho más interesante que negocios. - Respondió, con una mirada que no dejaba espacio para dudas. La tensión entre ellos era palpable, y aunque muchos podrían pensar que su avance era arriesgado, Álex sabía que no podía dejar pasar la oportunidad. No esta vez.
Sebastián, que había estado observando en silencio, se dio cuenta de que su presencia estaba siendo opacada por la forma en que Álex y Valentina se miraban. Podía ver que la batalla por su atención comenzaba a intensificarse, pero en lugar de sentirse desbordado por los egos de los otros dos hombres, decidió no intervenir, al menos no de inmediato. Después de todo, él no tenía prisa. En sus conversaciones previas con Valentina, había notado que ella valoraba la paciencia y la sinceridad más que cualquier intento de manipulación.
Por un momento, Sebastián se acercó lentamente hacia ellos, pero sin alterar el equilibrio que se había formado. No quería ser parte del juego directo, sino el observador silencioso que sabía que, al final, Valentina se acercaría a él de la manera en que siempre lo había hecho.
Valentina notó su presencia, y aunque no hizo un movimiento directo, su mirada pasó de Álex a Sebastián y viceversa. Era como si estuviera observando cómo dos mundos completamente diferentes chocaban ante ella. El poder, el dinero, la influencia... todo estaba a su disposición, y eso la hacía sentir una extraña mezcla de control y vulnerabilidad.
- ¿Sabes, Álex? - Valentina dijo, rompiendo la tensión que había crecido entre los tres. - Creo que hay algo que no todos los hombres entienden. El poder no solo radica en lo que tienes o lo que haces, sino en cómo te manejas cuando realmente no tienes nada.
Álex, al principio desconcertado por la dirección que había tomado la conversación, frunció el ceño ligeramente, pero rápidamente recuperó su compostura.
- Es cierto, pero ¿qué haces cuando todo lo que tienes te ha sido ganado con esfuerzo? - La respuesta de Álex fue firme, pero no del todo convincente. A pesar de su éxito rotundo, sabía que la palabra "esfuerzo" en su vida se había diluido con los años. Había sido un hombre con suerte, nacido en una familia que lo respaldaba en cada paso. Sin embargo, Valentina no parecía impresionada por eso. En su mirada había una evaluación más profunda, algo que solo ella podía ver.
Diego, quien se había mantenido apartado, intervino por fin.
- Todos podemos hablar de esfuerzos, Álex, pero la verdadera pregunta es: ¿qué es lo que realmente te importa? Porque hasta ahora, todo lo que he visto es a un hombre buscando la próxima oportunidad para escalar. - La crítica de Diego fue mordaz, pero con una calma estratégica que contrastaba con su usual arrogancia. Él no temía hablar con franqueza, pero sabía cuándo aplicar sus palabras como si fueran cuchillos bien afilados.
Valentina lo miró, y por un instante, se permitió sonreír. No porque lo encontrara gracioso, sino porque comprendió que todos ellos tenían un vacío interno que solo ella podía llenar. Pero ¿realmente quería llenarlo? Esa era la gran pregunta.
La tensión estaba al límite. Las palabras flotaban en el aire, pero ninguno de los tres hombres parecía dispuesto a ceder. Sebastián, que había permanecido en segundo plano, decidió que ya había llegado el momento de entrar en la conversación, pero lo haría a su manera. No iba a luchar por la atención de Valentina, ni iba a competir con los otros dos. Solo dejaría que las palabras fluyeran.
- Creo que los tres estamos buscando lo mismo. - Dijo Sebastián de manera sencilla, su voz calmada y segura. - El poder no se encuentra solo en lo que eres capaz de obtener, sino en lo que eres capaz de dar.
Valentina lo miró por un largo momento, y algo en su mirada cambió. Tal vez fue la sinceridad de Sebastián o tal vez fue la forma en que, a pesar de la competencia, él no necesitaba demostrar nada para que ella lo viera. Sebastián no jugaba al mismo nivel que los otros dos. Y eso, en ese preciso momento, parecía ser lo más atractivo de todo.
Álex y Diego, conscientes de que las cartas ya estaban sobre la mesa, se miraron entre sí. La competencia se había intensificado, y lo único que estaba claro era que, esa noche, no habría vencedores.
Al menos, no todavía.