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Después del desayuno, caminaron por la ciudad sin un rumbo fijo. Para Valentina, esto era completamente inusual. Siempre tenía un destino, un objetivo claro.
-¿Así vives todos los días? -preguntó después de un rato.
-Básicamente -respondió Leo-. No hay un plan. Solo el siguiente paso.
-Debe ser agotador.
-¿Más que reuniones interminables y vivir bajo la lupa de todo el mundo?
Valentina no respondió de inmediato.
-Es diferente.
-Pero igual de pesado.
Ella lo miró de reojo, sin querer admitir que, en el fondo, tenía razón.
Mientras caminaban, un hombre vestido con ropa sencilla se acercó a Leo con una sonrisa.
-¡Hey, Leo! Hace días que no te veía.
-Tomé unas vacaciones, Pedro -bromeó Leo.
Pedro miró a Valentina con curiosidad.
-¿Y ella?
-Una amiga.
Valentina se sorprendió al escuchar esa palabra.
Pedro no pareció convencido, pero asintió.
-Bueno, si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.
-Gracias, Pedro.
Cuando el hombre se alejó, Valentina cruzó los brazos.
-¿Amiga?
-¿Preferías que dijera "mi jefa que intenta descubrir cómo vive la otra mitad del mundo"?
Ella suspiró.
-¿Quién era él?
-Alguien que también ha pasado por tiempos difíciles.
Valentina lo observó por un momento antes de preguntar algo que había estado rondando en su mente desde que lo conoció.
-¿Cómo terminaste en la calle, Leo?
Él se quedó en silencio por unos segundos antes de responder.
-Tienes curiosidad, ¿eh?
-Es parte del trato. Si yo salgo de mi zona de confort, tú también.
Leo sonrió, pero esta vez su expresión era más pensativa.
-Digamos que antes tenía una vida bastante diferente. Buen trabajo, dinero, estabilidad.
-¿Qué pasó?
-Confié en la gente equivocada.
No dijo nada más.
Valentina entendió que no era un tema fácil para él, así que decidió no insistir.
Pero ahora tenía aún más preguntas.
Y estaba decidida a encontrar las respuestas.
El día pasó más rápido de lo que Valentina esperaba.
Cuando finalmente revisó la hora en su teléfono, se dio cuenta de que había pasado casi toda la mañana con Leo. Algo completamente impensable para ella hasta hace unas horas.
-Creo que es hora de que regrese a mi oficina -dijo, con cierta duda en su voz.
-No te preocupes, jefa. No quiero hacer que faltes a tus responsabilidades.
Ella lo miró con advertencia.
-Valentina.
-Lo sé, lo sé. Es solo que me gusta verte poner esa cara cuando te digo "jefa".
-Eres insoportable.
-Lo sé.
Él sonrió y se echó las manos a los bolsillos.
-Bueno, nos vemos pronto.
-¿A dónde vas?
-A seguir mi vida sin planes, como siempre.
Valentina sintió una extraña punzada en el pecho al escucharlo decir eso.
-Nos vemos, Leo.
Mientras se alejaba, sintió que, de alguna manera, este día había sido diferente a cualquier otro.
Y no podía negar que quería repetirlo.
El camino de regreso a su oficina fue diferente. Valentina solía estar sumergida en correos, llamadas y estrategias mientras su chofer la llevaba por la ciudad, pero esta vez su mente estaba en otra parte. En Leo.
Era absurdo. Apenas lo conocía. Era un hombre que vivía sin rumbo, sin un trabajo fijo, sin nada que se pareciera a la estabilidad que ella valoraba tanto. Y aun así, había algo en él que la intrigaba.
Mientras miraba por la ventana, recordó su sonrisa desenfadada, la forma en la que parecía leerla con facilidad, la manera en que no se doblegaba ante su actitud autoritaria como la mayoría de las personas.
¿Por qué eso la atraía tanto?
El auto se detuvo frente a la empresa y Valentina se obligó a sacudirse esos pensamientos. Tenía trabajo que hacer.
Pero incluso cuando cruzó las puertas de su edificio, con empleados saludándola con respeto y el sonido constante de teléfonos sonando en el fondo, no pudo evitar sentir que algo dentro de ella había cambiado.
-Señorita Ferrer, tenemos un inconveniente.
Valentina apenas había llegado a su oficina cuando su asistente, Sofía, se acercó con el ceño fruncido.
-¿De qué se trata?
-El proveedor principal de materiales ha cancelado el contrato.
-¿Qué? -Valentina dejó su bolso sobre el escritorio y miró a Sofía con seriedad-. ¿Por qué?
-Dijeron que recibieron una oferta mejor de otra empresa y que no pueden igualar las condiciones que les propusieron.
Valentina respiró hondo. Esto no podía estar pasando. Ese contrato era esencial para la producción de una nueva línea de productos que estaban lanzando.
-¿Ya intentaron negociar?
-Sí, pero no quieren reconsiderarlo.
Valentina cerró los ojos un segundo. Esto no era solo un inconveniente, era una amenaza real para el proyecto.
-Consigue una reunión con el equipo de estrategia. Y averigua qué empresa les hizo esa oferta.
Sofía asintió y salió de la oficina.
Valentina se pasó una mano por el cabello. Sabía que el mundo de los negocios era despiadado, pero no estaba dispuesta a perder sin pelear.
Esa noche, Valentina terminó más tarde de lo habitual. El estrés de la empresa la había dejado agotada, pero en lugar de ir a su casa, decidió pasar por el hotel donde se estaba quedando Leo.
No tenía una razón lógica para hacerlo.
Solo quería saber si seguía ahí.
Cuando llegó, subió hasta la habitación que le había pagado y tocó la puerta.
Pasaron unos segundos antes de que la puerta se abriera y Leo apareciera, con el cabello despeinado y vistiendo una camiseta simple y unos pantalones de algodón.
-¿Otra vez por aquí, jefa?
Ella suspiró.
-Valentina.
Leo sonrió y le hizo un gesto para que entrara.
-¿Y a qué debo el honor?
-Quería saber cómo te iba.
Él la miró con una ceja arqueada.
-¿En serio?
-Sí -dijo, cruzándose de brazos-. ¿Algún problema con eso?
-Ninguno, pero me sorprende. No pensé que fueras del tipo de personas que se preocupan por los demás.
Valentina se sintió un poco ofendida.
-No soy una persona fría.
Leo se encogió de hombros.
-No digo que lo seas, pero sí pareces alguien que no deja que los demás se acerquen demasiado.
Ella lo miró en silencio. ¿Era cierto? Quizás sí. Siempre había mantenido distancia con las personas, protegiéndose de posibles decepciones o traiciones.
Leo la observó un momento antes de sonreír.
-¿Quieres una cerveza?
Valentina dudó. No bebía mucho y definitivamente no era el tipo de persona que tomaba cerveza en una habitación de hotel con un hombre al que apenas conocía.
Pero por alguna razón, esa noche no quería ser la Valentina Ferrer de siempre.
-Está bien.
Leo abrió dos botellas y le pasó una.
-Salud, jefa.
-Valentina.
-Salud, Valentina.
Ella tomó un sorbo y, por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba haciendo algo solo porque quería hacerlo, no porque debía.
Y esa sensación era extrañamente liberadora.