Capítulo 5 5

La conversación con Leo fluyó con una facilidad que la sorprendió.

-Así que me dijiste que antes tenías estabilidad -dijo Valentina, apoyándose contra el respaldo del sillón-. ¿A qué te dedicabas exactamente?

Leo bebió un poco de su cerveza antes de responder.

-Trabajé en inversiones. Fondos, acciones... todo ese mundo.

Ella no pudo ocultar su sorpresa.

-¿Eras financiero?

-Algo así.

-Entonces... ¿cómo terminaste en la calle?

Leo sonrió, pero no era la sonrisa juguetona de siempre.

-Tomé malas decisiones.

-¿Qué tipo de malas decisiones?

-Confié en alguien que no debía. Perdí todo lo que tenía.

Valentina notó que, por primera vez, su mirada se ensombreció.

-Lo siento.

-No lo hagas. Aprendí mi lección.

Ella bebió un poco más de su cerveza y lo estudió con atención.

-Pero podrías volver a empezar. No pareces alguien que se rinda fácilmente.

-¿Y quién dice que me he rendido? -respondió Leo, con una sonrisa misteriosa-. Solo estoy esperando el momento adecuado.

Valentina no sabía qué significaba eso exactamente, pero de algo estaba segura: Leo no era un simple vagabundo sin rumbo.

Y cuanto más lo conocía, más quería descubrir la verdad sobre él.

Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabía era que sus mundos estaban a punto de chocar de una manera que cambiaría todo.

El tiempo pasó sin que Valentina se diera cuenta. Había planeado quedarse solo unos minutos en la habitación de Leo, pero la conversación se volvió envolvente, como si cada palabra construyera un puente entre ellos.

Hacía mucho que no hablaba así con alguien. En su mundo, las conversaciones siempre tenían un propósito: cerrar un trato, convencer a un inversor, resolver un problema. Pero con Leo, simplemente hablaban.

-¿Sabes qué es lo curioso de todo esto? -dijo Leo, recostándose en la cama con los brazos detrás de la cabeza-. Que si nos hubiéramos conocido hace unos años, probablemente habríamos sido enemigos en el mundo corporativo.

Valentina lo miró desde el pequeño sillón donde estaba sentada.

-¿Por qué lo dices?

-Porque en el mundo financiero, la gente como tú y yo jugamos en equipos opuestos. Tú eres la que toma decisiones desde la cima, y yo era el tipo que apostaba contra empresas como la tuya para ganar dinero.

Ella arqueó una ceja.

-¿Eras un especulador?

-No me llames así -dijo, sonriendo-. Digamos que era un inversor con buen ojo para ver fallas en grandes corporaciones.

Valentina cruzó los brazos.

-¿Y ahora qué eres?

Leo la miró fijamente.

-Buena pregunta.

El silencio entre ellos se hizo más denso, más cargado de algo que Valentina no estaba segura de querer nombrar.

-Creo que debería irme -dijo ella finalmente, levantándose.

-No tienes que hacerlo.

Valentina sintió una punzada en el estómago. Había algo en la forma en la que Leo la miraba, como si pudiera ver más allá de la imagen que ella proyectaba al mundo.

-Sí, sí tengo que hacerlo -dijo con un intento de sonrisa-. Mañana será un día complicado en la empresa.

Leo no la retuvo, pero cuando Valentina se dirigió a la puerta, su voz la detuvo.

-Valentina.

Ella se giró.

-¿Qué?

Leo la miró con seriedad.

-No dejes que el trabajo sea lo único que te defina.

Sus palabras la golpearon más fuerte de lo que esperaba.

Valentina salió de la habitación con el corazón latiéndole más rápido de lo normal.

Al día siguiente, Valentina estaba en su oficina cuando Sofía entró con expresión preocupada.

-Tenemos un problema.

-¿Otro más? -preguntó Valentina, masajeándose las sienes.

-Es sobre la empresa que nos quitó al proveedor.

Valentina enderezó la espalda.

-¿Ya descubriste quiénes son?

Sofía asintió y dejó una carpeta sobre su escritorio.

-Se llaman Invex Capital. Son un fondo de inversión agresivo, especializado en reestructuración de empresas en crisis.

Valentina abrió la carpeta y revisó los documentos.

-Quieren entrar en nuestro sector -murmuró-. Y están dispuestos a jugar sucio para lograrlo.

-Eso no es lo peor -dijo Sofía con un suspiro-. Su director ejecutivo es Nicolás Moreau.

Valentina sintió que el estómago se le hundía.

Nicolás Moreau.

Su ex.

El hombre que había estado a punto de pedirle matrimonio antes de que ella terminara la relación de manera abrupta.

-Quiere verte -agregó Sofía-. Dijo que puede "encontrar una solución amistosa".

Valentina apretó los dientes. Sabía exactamente lo que eso significaba. Nicolás nunca hacía nada por altruismo. Si quería verla, era porque tenía una propuesta que, de alguna manera, lo beneficiaría a él más que a ella.

-Dile que aceptaré la reunión -dijo finalmente-. Pero que la haré en mis términos.

Sofía asintió y salió de la oficina.

Valentina cerró la carpeta y exhaló lentamente.

Justo cuando su vida estaba empezando a desviarse de su rutina, su pasado venía a tocar la puerta.

El restaurante elegido para la reunión era elegante y exclusivo, justo el tipo de lugar que Nicolás solía frecuentar.

Cuando Valentina llegó, lo vio esperándola en una mesa privada.

Nicolás se levantó al verla y le dedicó una sonrisa impecable. Seguía siendo igual de atractivo que antes: alto, con el cabello oscuro perfectamente peinado y un traje que le sentaba como si hubiera nacido para llevarlo.

-Valentina -dijo, besándole la mejilla con familiaridad-. Es bueno verte.

-Nicolás -respondió ella con frialdad, sentándose frente a él-. Ve al grano.

Nicolás rió suavemente.

-Siempre tan directa. Muy bien. Quiero que consideres una fusión entre nuestras empresas.

Valentina lo miró incrédula.

-¿Estás bromeando?

-No. Invex Capital quiere expandirse, y Ferrer Industries tiene la infraestructura para hacerlo posible. Seríamos socios igualitarios.

-¿Y si digo que no?

Nicolás entrelazó los dedos sobre la mesa.

-Entonces haremos lo que sea necesario para tomar nuestra parte del mercado. Con o sin tu cooperación.

Valentina sintió una furia fría recorrer su cuerpo.

-¿Esto es una amenaza?

Nicolás sonrió.

-Es un negocio, Valentina. Pero te conozco. Eres demasiado inteligente para hacer esto más difícil de lo necesario.

Valentina lo observó en silencio.

-Lo pensaré -dijo finalmente, levantándose de la mesa.

Nicolás la dejó ir sin presionarla más, pero ella sabía que esto era solo el comienzo.

Después de la reunión, Valentina no quería regresar a su casa ni a su oficina. Sin pensarlo demasiado, tomó un taxi hasta el hotel donde estaba Leo.

Cuando llamó a la puerta, él tardó un poco en abrir.

-¿Otra vez por aquí? -dijo con una sonrisa perezosa.

-Necesito hablar.

Leo la miró por unos segundos antes de apartarse para dejarla pasar.

-¿Problemas en el paraíso corporativo?

-Algo así.

Se sentó en el sillón, dejando caer la cabeza hacia atrás.

Leo se sentó frente a ella.

-¿Qué pasó?

Ella dudó. No entendía por qué, pero sentía que podía confiar en él.

-Un exnovio está tratando de manipularme para hacer un trato de negocios.

-Déjame adivinar: ¿un tipo con mucho dinero y una sonrisa de tiburón?

-Básicamente.

Leo se frotó la barbilla.

-¿Y qué planeas hacer?

-No lo sé. No quiero ceder, pero tampoco quiero que destruya mi empresa.

Leo la miró con intensidad.

-Entonces necesitas hacer algo que él no espere.

Valentina lo observó con atención.

-¿Como qué?

Leo sonrió.

-Déjame pensarlo. Pero una cosa es segura, jefa: no dejes que ese idiota dicte las reglas del juego.

Por primera vez en mucho tiempo, Valentina sintió que tenía un aliado.

Y, sin darse cuenta, también sintió algo más. Algo que no quería admitir.

Pero lo cierto era que cada vez que miraba a Leo, se preguntaba en qué momento se había convertido en alguien tan importante para ella.

                         

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