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Pronto, la mujer que mantenía tranquila en el comedor, disfrutando de su tableta y su café, mirándome con ojos de juramento de odio por haber llegado así a la vida de su hijo, decidió enfrentarse a mí, y si no hubiera sido por la aparición de su hijo en la cocina, muy posiblemente, la madre de Federico y yo hubiéramos terminado jalándonos de las mechas aquí.
Porque yo no iba a permitir que esta mujer tan prepotente y despectiva fuera capaz de insultarme sin siquiera haberme conocido antes.
- ¿Qué está pasando aquí? Hasta allá afuera se escuchan sus gritos. ¿Qué les pasa a las dos? ¿No van a ser capaces de aprender a convivir de la mejor manera posible sin causarme dolores de cabeza desde tan temprano en la mañana? - Federico se quejó. Recibió su taza de café que una de las muchachas de la servidumbre le había servido en cuanto lo vio entrar a la cocina, como si ella supiera que él era su patrón, que él era quién mandaba en esta casa.
Al escucharlo, la madre de Federico me miró como si yo hubiera sido la culpable, como si yo hubiese sido la loca que había provocado esta inútil discusión y con la presencia de su hijo en este momento ella pretendía hacerse únicamente la víctima y culparme a mí de todo.
¿Cómo lo sabía? Pues así se comportaban este tipo de madres, y para colmo, su mirada de odio hacia mí no lo disimulaba ni un poco.
- Hijo mío, hijo de mi vida. Por favor, no me regañes, fue culpa de esta mujer. Ella se levantó únicamente para provocarme y amargarme el día. Mira hasta me está doliendo ya la cabeza por escucharla, discutir como loca - se quejó la mujer, y en ese instante, fue cuando abrazó a su hijo para protegerse de mí como si yo fuera a querer golpearla, y ella comportándose como una niña chiquita que buscaba refugiarse en los brazos de su madre para sentirse segura.
Levanté la ceja, sintiéndome bastante ofendida porque ella estaba haciendo tremendo show delante de su hijo. Ahora comprendo todo, era una mujer consentida, se pegaba al lado de los pantalones de su hijo solamente para hacerse la víctima, a pesar de que fuera una mujer adulta que sabía defenderse muy bien. Pero ella evidenciaba que solo lo hacía para poner a su hijo en mi contra.
Federico me miraba con ojos de querer decirme algo, pues él ya me había advertido de que su madre era una mujer difícil y que no me metiera con ella, si él me regañaba era justo, yo no tenía por qué haber reprendido a la mujer, teniendo en cuenta en la situación que nos hemos conocido, sin embargo, él también conocía muy bien como era su madre, tampoco podía darme el regaño solamente a mí como si fuera su hija chiquita que se comportaba mal y no obedecía sus órdenes.
- Madre, escúchame bien lo que voy a decirte, y esto también va para ti - dijo él mientras miraba a su madre y luego me miraba a mí para advertirnos de que prestáramos atención a lo que nos diría a continuación -Tienen que aprender a llevarse bien, no pueden comportarse de esa manera, como dos niñas inmaduras. No quiero tener problemas con ustedes, además, madre, deja de tratar a las personas así, no la conoces a ella como para que vengas a tratarla así de despectivo como siempre haces cuando alguien no te agrada. Recuerda que ella será tu nuera pronto, así que, pórtate bien. Pórtense bien las dos, no me den dolores de cabeza, no más de los que mantengo por culpa del trabajo. ¿De acuerdo?
Suspiré para calmarme, y tuve que asentir, resignada a entenderlo y obedecerle como si de ello dependiera mi estadía en esta casa. Porque para ser honesta, no pensaba irme hasta que él cumpliera con su parte del trato y me diera un buen cargo de trabajo dentro de la empresa de su familia, que prometía ser el mejor lugar para trabajar.
Ya después de eso, creo que es posible que firmemos el divorcio, y luego, cada quien seguiría por su lado, aunque y después de todo, ambos saldríamos bastante beneficiados después de todo, y para mí no sea tan tedioso comportarme y no hacerlo caso a los insultos de esa loca mujer que tiene él por madre, solo por llevar una sana convivencia mientras tuviéramos que vivir juntas.
Por suerte, Federico había aceptado mi trato de no enamorarnos mutuamente para no comprometernos más de lo que ya estábamos con relación a su contrato matrimonial por su herencia.
- Bien, entendido. Daré todo de mi parte para que tengamos una sana convivencia en tu casa, mientras que yo esté aquí para ayudarte. Pero eso sí, dile a tu madre que también se mida, ella fue la que empezó todo esto, y tú sabes que yo no puedo dejar que ni ella, ni nadie me insulte sin haberme conocido antes.
Federico asintió y miró a su madre fijamente, entendiendo muy bien mi advertencia.
Ella solamente lo miró, y resignada, terminó aceptando.
- De acuerdo, haré lo mejor que pueda. Pero no te prometo nada. Solo mantenla lejos de mi vista, no quiero tenerla todo el tiempo cerca de mí como si fuera mi perro guardián. ¿Entendiste? - ella se quejó.
Federico volvió a asentir, y suspiró, tratando de contenerse, y solamente me miraba como si sintiera lástima de mí, pero yo no necesitaba su lástima, solamente necesito que cumpla con su palabra, es todo. No planeo quedarme de por vida en esta casa ni en esta familia que bien, habían comenzado muy mal las cosas como para querer permanecer por años aquí.
- Ahora, Gabriella, arréglate. Vamos a cumplir con nuestras actividades del día. Te espero, tienes 15 minutos para hacerlo.
¿Qué? ¿15 minutos para ducharme y salir? ¿Estaba loco? ¿Quién se creía que era él para venir a darme órdenes así?
En fin, decido obedecer, ya habían sido suficientes los problemas causados por culpa de su madre entre nosotras, con tan solo pocas horas de haber comenzado el día como para yo ahora ponerme a discutir con él también por culpa de mi rebeldía.
Subí a mi habitación, me metí a la ducha, me di un baño rápidamente, no tuve ni tiempo de ducharme con agua tibia para disfrutar de mi baño porque tenía afán, y entonces, salí de la ducha, me organicé lo mejor que pude, colocándome la misma ropa que llevaba puesta ayer para la celebración de mi onceavo aniversario que nunca se celebró, y salí de mi habitación con apuro de que Federico no fuera a molestarse más ahora con mi tardanza.
Me encontré con él esperándome en la puerta de salida de la mansión.
- ¿Lista? - preguntó al verme acercar.
- Sí, vámonos.
Salimos de la mansión, subimos a su auto, él no iba a recurrir de sus choferes hoy, decidió darme un paseo en su cámaro convertible naranja porque parecía que haría un bonito día y había que disfrutarlo.
Al encender el auto y salir a carretera, Federico abrió la capota del vehículo, y yo gocé de una agradable vista y brisa de viento helada, que aunque fuera temprano todavía, aquella brisa de viento no me haría nada de daño de sentir en ese momento.