Los Hijos del Abismo
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Capítulo 4 4

El sonido reverberó en la noche como un trueno lejano. Era gutural, un eco de algo antiguo y voraz. Alden sintió cómo la piel se le erizaba mientras miraba a Evelyn, quien apretaba los puños con desesperación.

-Tenemos que irnos -susurró ella, y sus ojos parecían haber perdido el brillo dorado que los caracterizaba. Ahora, solo reflejaban temor.

Alden se tensó, su mente dividida entre hacer preguntas o seguir sus órdenes. Evelyn no era alguien que pareciera asustarse con facilidad, pero en ese instante, estaba completamente aterrorizada.

-¿A dónde? ¿Qué está pasando?

Evelyn se giró y abrió la puerta de golpe. El aire helado de la noche entró en la casa, trayendo consigo un olor a mar, pero no a la frescura del océano, sino a algo pútrido, como si el agua misma se hubiera podrido en las profundidades.

-No hay tiempo para explicaciones. Si nos quedamos aquí, nos encontrarán.

Alden apretó los dientes y asintió. No tenía muchas opciones. Agarró su chaqueta, su cuaderno de notas y la linterna que solía llevar a sus investigaciones nocturnas. Salieron a la calle en completo silencio, sus pasos apenas un murmullo sobre la tierra húmeda.

El pueblo de Feredo dormía en la penumbra, con solo algunas farolas temblorosas iluminando el camino empedrado. No se escuchaban perros ladrando, ni el murmullo del viento. Era como si la misma noche contuviera la respiración.

Evelyn lo condujo por un sendero que rodeaba el pueblo, adentrándose en la espesura del bosque. Las ramas de los árboles parecían inclinarse hacia ellos, como si fueran testigos silenciosos de su huida.

Alden no pudo contener más sus preguntas.

-¿Quiénes nos están buscando? ¿Los Arendal? ¿Erik?

Evelyn se detuvo y lo miró con intensidad.

-No solo ellos. Hay algo más en este pueblo, algo que ha dormido por siglos... y ahora ha despertado.

Antes de que Alden pudiera procesar sus palabras, un grito lejano se alzó en la noche. No era un grito humano. Era un lamento profundo, inhumano, como si viniera de las entrañas de la tierra misma.

Evelyn palideció.

-Dios... ya es demasiado tarde.

Alden miró en dirección al pueblo y vio cómo una sombra negra se alzaba entre las casas. Al principio, pensó que era el humo de una chimenea, pero la forma se movía con una voluntad propia, retorciéndose en el aire como si tuviera vida.

-¿Qué demonios es eso?

Evelyn lo agarró del brazo con fuerza.

-Corre.

Y corrieron.

El bosque se cerró sobre ellos mientras se adentraban en la oscuridad, las ramas arañando sus rostros y ropa. A lo lejos, el pueblo quedó atrás, pero el sonido de algo persiguiéndolos se hizo cada vez más fuerte.

Un golpe seco resonó a su derecha, y Alden apenas alcanzó a ver cómo un árbol entero se partía en dos, como si una fuerza invisible lo hubiera desgarrado.

-¡No mires atrás! -gritó Evelyn.

Pero Alden miró.

Y lo que vio fue suficiente para helarle la sangre.

Una criatura, alta como una casa, con extremidades largas y huesudas, emergía de la sombra oscura. No tenía ojos, pero su cabeza alargada se movía como si pudiera verlos de alguna manera. Su piel era negra como el abismo, y cada movimiento que hacía parecía desafiar las leyes de la realidad.

El grito de la bestia se alzó de nuevo, un sonido que retumbó en el pecho de Alden, haciendo que su corazón se detuviera un instante.

Evelyn lo tomó del brazo con más fuerza y tiró de él.

-¡Sigue corriendo!

Los dos atravesaron la espesura hasta llegar a una pequeña cueva oculta entre las rocas. Evelyn lo empujó dentro y se quedó en la entrada, respirando agitadamente.

Alden la miró con desesperación.

-¿Qué es esa cosa?

Evelyn cerró los ojos un momento antes de responder.

-Es lo que Erik ha despertado. Lo que siempre ha estado bajo este pueblo... esperando su momento.

El silencio cayó sobre ellos, solo interrumpido por los latidos frenéticos de sus corazones. Afuera, la noche estaba más viva que nunca, y lo que sea que se había alzado del abismo no descansaría hasta encontrar a su presa.

El aliento de Evelyn era errático mientras permanecía en la entrada de la cueva, mirando hacia el bosque como si esperara ver surgir aquella monstruosidad en cualquier momento. Alden, aún temblando, se apoyó contra la pared de piedra, tratando de darle sentido a lo que acababa de presenciar.

-¿Cómo sabes tanto sobre eso? -preguntó en un susurro.

Evelyn tardó en responder. Su silueta se recortaba contra la negrura de la noche, inmóvil, como si intentara escuchar algo más allá del silencio.

-Porque no es la primera vez que despierta -murmuró finalmente-. Hace siglos, antes de que este pueblo existiera, había algo aquí... algo que no debió ser perturbado.

Alden se pasó una mano por el cabello, sintiendo el sudor frío pegajoso en su piel.

-Estás diciendo que Erik... ¿lo despertó a propósito?

Evelyn se giró hacia él con los ojos encendidos de furia.

-No sabemos qué hizo exactamente. Pero desde que llegó con su familia, la energía de este lugar ha cambiado. Y ahora que lo ha desatado, no lo podrá controlar.

El periodista tragó saliva.

-Dijiste que ha despertado antes. ¿Qué pasó la última vez?

Evelyn suspiró y entró más a la cueva, sentándose en una roca húmeda.

-Las crónicas más antiguas de este lugar hablan de un pueblo que desapareció en una sola noche. No quedaron cadáveres, no hubo incendios ni destrucción. Solo... se desvanecieron. Los pocos que escaparon dijeron que algo negro como la muerte se arrastró desde la tierra, devorándolo todo a su paso.

Alden sintió un escalofrío recorrerle la columna.

-Y ahora está aquí otra vez.

Evelyn asintió lentamente.

-No podemos quedarnos mucho tiempo en este lugar. Necesitamos llegar al otro lado del bosque antes del amanecer.

Alden la miró con incredulidad.

-¿Cruzar el bosque? ¡Es una locura! Esa cosa nos está cazando.

Evelyn lo fulminó con la mirada.

-Si nos quedamos aquí, tarde o temprano nos encontrará. Bajo la luz del día tal vez podamos tener una oportunidad.

El periodista se frotó el rostro con frustración. Todo esto era demasiado. Hasta hacía unos días, estaba escribiendo sobre desapariciones de niños en un pueblo olvidado y ahora estaba huyendo de un ser que no podía explicar.

-Bien -murmuró-. ¿Pero cómo demonios vamos a atravesar el bosque sin ser detectados?

Evelyn pareció dudar por primera vez.

-Hay... un camino. Pero no es seguro.

Alden soltó una risa sarcástica.

-Nada en este lugar es seguro.

-No, en serio, este camino podría ser peor que enfrentar a la criatura.

El periodista frunció el ceño.

-¿Peor cómo?

Evelyn se inclinó hacia él, con el rostro sombrío.

-¿Alguna vez has escuchado de los Caminantes del Abismo?

Alden negó con la cabeza.

-No me gusta cómo suena eso.

Evelyn suspiró.

-Son... sombras. Entidades que existen entre nuestro mundo y el otro. No tienen una forma definida, pero pueden tomar prestada la de quienes han caído en su dominio.

Alden sintió un nudo en el estómago.

-¿Quieres decir... que imitan a las personas?

Evelyn asintió.

-Si te encuentras con uno, no le hables. No lo mires a los ojos. Y pase lo que pase, nunca respondas si te llama por tu nombre.

El periodista sintió que la temperatura en la cueva descendía aún más.

-¿Y si nos atrapan?

-Entonces no habrá forma de escapar.

El silencio cayó entre ellos como una losa. Afuera, la noche se sentía más pesada, más densa. Era como si el bosque mismo contuviera la respiración, esperando su siguiente movimiento.

Finalmente, Evelyn se puso de pie y miró a Alden con determinación.

-No tenemos más opción. Debemos movernos.

Alden tomó una bocanada de aire y se preparó para lo que estaba por venir. No tenía idea de lo que encontrarían en ese sendero oculto, pero algo le decía que lo peor aún estaba por llegar.

            
            

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