Capítulo 4 El Precio de la Amistad

Samuel solía pensar que tenía el control de su vida. En los negocios, cada movimiento estaba calculado. Cada inversión, cada decisión, cada alianza tenía una estrategia detrás.

Pero con Laura... con Laura nunca había control. Solo caos.

Y ahora estaba atrapado en una de sus decisiones más estúpidas: ayudarla a conquistar a otro hombre mientras su corazón se hacía pedazos.

Era viernes por la noche cuando su celular volvió a vibrar.

Laura: "¡Sammy! Necesito verte. ¿Puedes pasar por mi departamento?"

Él miró la pantalla, sintiendo una mezcla de ansiedad y expectativa. No importaba cuánto intentara alejarse emocionalmente, seguía siendo incapaz de decirle que no.

Samuel: "Voy en camino."

Se puso una chaqueta y salió de su penthouse. Su chofer ya estaba listo en la entrada del edificio, pero esa noche prefirió manejar él mismo. Necesitaba despejar su mente antes de verla.

El tráfico era ligero a esa hora, pero su cabeza estaba repleta de pensamientos. ¿Para qué lo había llamado? ¿Había pasado algo con Andrés? ¿Lo había besado? La idea lo golpeó como un puño en el estómago.

Cuando llegó al edificio de Laura, subió al quinto piso y tocó la puerta.

Ella abrió en segundos, como si hubiera estado esperando junto a la entrada.

-Gracias por venir, Sammy.

Samuel la miró. Llevaba una sudadera holgada y pantalones cortos, su cabello desordenado en un moño improvisado. Era la imagen de alguien que tenía demasiado en la cabeza.

-Siempre vengo cuando me llamas. Lo sabes.

Ella sonrió con ternura y se hizo a un lado para dejarlo pasar.

-¿Quieres vino?

-Solo si me dices qué pasa primero.

Laura suspiró y se dejó caer en el sofá.

-Es Andrés.

Samuel sintió la tensión recorriéndole la espalda.

-¿Qué pasó?

-Hoy en el trabajo tuvimos otra reunión juntos y... siento que estoy avanzando. Pero hay algo raro en él. A veces parece que está interesado, y otras veces siento que solo me ve como una compañera más.

Samuel se sentó frente a ella, entrelazando los dedos.

-¿Te ha dado señales claras de que le gustas?

-No exactamente... pero tampoco me ha rechazado.

-Entonces hay dos posibilidades. -Su tono fue neutral, aunque por dentro quería gritarle que dejara de perder el tiempo con alguien que no veía lo increíble que era-. Uno, que sea un tipo inseguro que no sabe cómo actuar cuando alguien le gusta. O dos, que simplemente no esté interesado en ti de esa manera.

Laura frunció el ceño.

-¿Y si es la primera opción?

-Entonces te tocará dar el siguiente paso.

Ella se quedó en silencio, mordiendo su labio inferior, pensativa.

-¿Crees que deba invitarlo a salir?

Cada fibra de su ser quería decirle que no. Que no valía la pena. Que no debía arriesgarse. Pero sabía que lo haría de todos modos.

-Si realmente quieres saber qué siente por ti, sí.

Laura asintió, más segura.

-Lo haré.

Samuel le sonrió, aunque el gesto no le llegó a los ojos.

-Bien. Entonces dime, ¿qué vino tienes?

Ella se rió y se levantó para buscarlo, sin darse cuenta de que Samuel acababa de firmar su propia sentencia de sufrimiento.

Dos días después, el mensaje que temía llegó.

Laura: "Le pedí a Andrés que salgamos este viernes. ¡Y aceptó!"

Samuel sintió que le faltaba el aire.

Samuel: "Eso es genial. ¿A dónde van?"

Laura: "A un restaurante italiano. Nada muy formal, pero lo suficientemente íntimo. Estoy nerviosa."

Samuel: "No tienes por qué estarlo. Sé tú misma."

Laura: "Eso siempre dices, pero quiero hacerlo bien. ¿Puedo verte antes para prepararme? Necesito tu opinión sobre qué ponerme y qué decir."

La ironía era brutal.

Samuel: "Claro. Ven a mi departamento el jueves."

Laura: "¡Gracias, Sammy! No sé qué haría sin ti. ❤️"

Él suspiró y dejó el teléfono sobre su escritorio.

No sabía cuánto más podría soportarlo.

El jueves por la noche, Laura llegó a su penthouse con una maleta de ropa.

-Ok, esto es como un campo de batalla. Necesito tu ayuda con la elección final.

Samuel se recostó en el sofá y la observó sacar opciones: un vestido rojo ajustado, un conjunto más relajado con jeans y blusa, y un vestido negro sencillo pero elegante.

-Ese. -Apuntó al negro sin pensarlo mucho.

Laura arqueó una ceja.

-¿No el rojo? Pensé que a los hombres les gustaba más el rojo.

-Sí, pero el negro es más tú. Es elegante, atractivo y no parece que estés esforzándote demasiado. Andrés debería verte como eres, no como crees que él quiere verte.

Ella lo miró fijamente y luego sonrió.

-¿Cómo sabes siempre qué decir?

Porque te conozco mejor que nadie.

-Porque soy tu mejor amigo.

Las palabras salieron con amargura disfrazada de broma.

Laura no lo notó.

Cuando ella se fue, Samuel se quedó mirando la ciudad desde el ventanal.

Mañana era el gran día.

Mañana, la mujer que amaba tendría su cita con otro hombre.

Y él se quedaría en su departamento, solo, preguntándose en qué momento había dejado que su amor se convirtiera en su propio castigo.

            
            

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