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Emily Carter nunca había estado en una situación más absurda en su vida. Despertarse con una resaca infernal en una suite de lujo en Las Vegas ya era malo, pero descubrir que estaba casada con un hombre que apenas conocía era simplemente surrealista.
Y ahora, ese hombre-Alexander Westwood, CEO de una empresa tecnológica multimillonaria-estaba sugiriendo que mantuvieran el matrimonio por un tiempo.
-Esto es una locura. -Emily se cruzó de brazos, todavía envuelta en la sábana, mirándolo como si le hubiera propuesto que se lanzaran de un avión sin paracaídas.
Alexander, por su parte, se veía increíblemente tranquilo para alguien que acababa de descubrir que estaba casado con una completa desconocida. Se había levantado de la cama, y aunque solo llevaba puestos unos pantalones de pijama, su postura seguía exudando autoridad. Como si estuviera acostumbrado a tener el control en cualquier situación.
-No es tan irracional como parece. -Se pasó una mano por el cabello desordenado, intentando parecer razonable.
Emily soltó una risa sin humor.
-Ah, claro. Porque casarse con un desconocido y permanecer casados durante un par de meses suena completamente normal.
Alexander la miró con paciencia, como si estuviera tratando de negociar con una persona difícil.
-Escucha, mi empresa está pasando por un momento complicado. Hay demasiados rumores sobre mi vida personal, la prensa está buscando cualquier excusa para atacarme y, aparentemente, casarme te convierte en la solución perfecta.
Emily lo miró con incredulidad.
-¿Así que crees que una esposa improvisada hará que la prensa deje de molestarte?
Él se encogió de hombros.
-No solo la prensa. También los inversores y la junta directiva. Una imagen más estable y comprometida me haría ganar algo de tiempo hasta que las cosas se calmen.
Emily entrecerró los ojos, procesando lo que decía.
-¿Y qué gano yo con esto?
Alexander no se inmutó.
-Dinero.
Emily bufó.
-Te dije que no necesito tu dinero.
-¿Entonces qué necesitas?
La pregunta la dejó en blanco por un momento. No era como si su vida estuviera perfectamente organizada. Su carrera apenas estaba comenzando, su cuenta bancaria no era precisamente abundante, y su departamento en Nueva York era del tamaño de un armario.
-Necesito entender cómo diablos terminé en esta situación. -Finalmente, se dejó caer en una silla, frotándose las sienes. Su cabeza aún palpitaba por la resaca, y la conversación no estaba ayudando.
Alexander suspiró y tomó asiento en el sofá frente a ella.
-Podemos investigar después. Pero ahora, necesito que consideres mi propuesta.
Emily levantó la mirada, encontrándose con sus ojos azules, serios y calculadores.
-Si aceptaras... -continuó él, con tono persuasivo-, podrías vivir en mi casa, sin preocupaciones económicas, con acceso a lo que necesites. No tendría que ser un matrimonio real, solo una fachada para los medios.
Emily exhaló, sintiendo que esto se estaba saliendo de control.
-¿Y cuándo exactamente se supondría que nos "divorciaremos"?
-En cuanto el escándalo desaparezca. Unos meses, quizás medio año.
-¿Medio año? -repitió, como si le hubieran pedido que se mudara a otro planeta.
-Sé que parece mucho tiempo, pero... si lo piensas bien, tampoco es tan terrible.
Emily apoyó los codos en sus rodillas, dejando caer la cabeza en sus manos. Esto no podía estar pasando.
-No sé...
-Piénsalo. -Alexander se inclinó ligeramente hacia ella-. Puede ser un beneficio mutuo.
Ella lo miró con escepticismo.
-¿Cómo puedo confiar en ti?
Alexander sonrió, pero no era una sonrisa divertida, sino una que irradiaba seguridad.
-Porque si algo tengo es palabra. No te estoy pidiendo nada más que una actuación. Firmaremos un contrato, estableceremos reglas y, cuando todo termine, podrás seguir con tu vida sin complicaciones.
Emily mordió su labio inferior. Todo esto iba contra su sentido común. Pero había algo en la forma en que Alexander hablaba-con tanta confianza, tanta certeza-que la hacía dudar de su propia negativa.
-¿Y si digo que no?
-Entonces anulamos el matrimonio inmediatamente y seguimos con nuestras vidas. -Hizo una pausa, luego añadió-: Pero podrías estar rechazando una gran oportunidad.
Emily se quedó callada, observándolo con cautela. ¿Era realmente una oportunidad o solo un desastre en espera de ocurrir?
Después de unos segundos, exhaló lentamente.
-Dame 24 horas para pensarlo.
Alexander asintió.
-Eso es todo lo que pido.
Pero mientras Emily miraba el anillo en su dedo, no podía evitar preguntarse si realmente quería conocer la respuesta.