Capítulo 2 DEBO DETENER MIS PENSAMIENTOS

Necesito que esto se detenga. Necesito que se vaya, que se vaya al reino de los recuerdos que nunca reviso. No a menos que esté bebiendo vino y me sienta particularmente mal conmigo misma.

En ese momento suena el teléfono de Roger.

Sin apartar la mirada de la mía, responde: -Lo sé. Me bajé en el piso equivocado-.

Mordiéndome el labio, empiezo a pulsar el botón del ascensor de nuevo. ¿Por qué la máquina no puede vencer al hombre esta vez? No me importaría aplastar a mi ex entre dos enormes puertas metálicas y salir corriendo.

-Estaré allí-. Roger finaliza la llamada antes de que la persona del otro lado termine. Los oigo despotricar justo antes de que el teléfono se quede en negro.

Finalmente, quita las manos de la puerta.

Aprovechando la oportunidad, clickeo más rápido.

Roger se mete en el ascensor conmigo y me agarra el dedo justo cuando las puertas se cierran. Su piel está caliente contra la mía y mi corazón rebota como en una partida de ping-pong.

Arrastro mi mano hacia otro lado.

Sin inmutarse, entra en mi espacio personal y se inclina hacia delante.

Su cara flota sobre la mía.

Íntimamente.

Él no se detiene.

Este idiota no me va a besar ¿verdad?

Cierro los ojos y me preparo.

En el último segundo, siento que Roger cambia de dirección. Cuando abro los ojos, él está pasando por delante de mí y tocando el botón del vestíbulo.

Mi mandíbula se afloja y grazno: -¿Qué estás haciendo?-

-Te acompañaré hasta tu auto -dice con una sonrisa cómplice en sus labios.

La tensión en mis hombros empeora y me siento totalmente estúpida.

Por supuesto que Roger no me besaba.

Por un lado, sabe que probablemente le daría una cachetada en la cara si se atreve a intentarlo.

Por otro lado, podría tener una novia o una esposa.

La molestia me recorre al pensarlo.

No porque esté celosa.

No, definitivamente no.

-Preferiría que no me acompañaras a ningún lado -me quejo.

-Lo suficiente para decirme qué estás haciendo aquí -arquea una ceja gruesa-. No estarás visitando a un novio, ¿verdad?

Hay un tono bajo y posesivo en su voz que me molesta. La verdad está en la punta de mi lengua, pero en ese momento lo último que quiero hacer es parecer herida, patética y soltera frente a mi ex.

-Si. -Levanto la barbilla tan alto que prácticamente apunto mi mandíbula hacia el techo-. Él trabaja aquí y somos muy felices juntos.

Roger parece divertido.

Lo cual no es la reacción que esperaba.

Su sonrisa arrogante me pone los nervios de punta y le lanzo una mirada oscura. -¿Qué?-

Se acerca un poco más a mí, llenando mi espacio personal con su parfume picante. -Estás mintiendo-.

Lo miro fijamente.

-Si realmente tuvieras novio, me habrías dicho que no es asunto mío...-

Mis pestañas se agitan. -No es asunto tuyo-.

-Demasiado tarde, princesa. -Me toca la mejilla con la delicadeza del ala de una mariposa-. Nunca puedes mirar a alguien a los ojos cuando mientes.

Por un segundo, su dedo en mi mejilla es como el centro de mi universo. La única conexión que mi cuerpo anhelaba desde hacía años.

Desesperada por encontrar algún tipo de terreno nivelado, le golpeo la mano para alejarlo.

-No finjas que me conoces -le espeto-. Ya no soy la misma que antes.

Me observa imperturbable, sin inmutarse. Siempre ha sido el rey de la cara de póquer. -Yo tampoco.

Mi respiración se entrecorta.

El teléfono de Roger suena de nuevo.

Suena fuerte en el silencio. Incesante.

Resoplo con fastidio. -¿Vas a contestar?-

-No.-

-Suena importante.-

-Algunas cosas son más importantes. -Me lanza una mirada significativa que provoca cien mariposas en mi estómago.

¡Ya basta de esto!

Roger y yo somos enemigos mortales. Por desgracia, mi cuerpo ha recibido el mensaje equivocado y parece pensar que él es lo mejor desde que se inventó el pan de molde. En lugar de seguir dejándolo provocarme, es mejor retirarse.

Avanzo con dificultad y presiono el botón que lleva al piso más cercano. Me arriesgaré con las escaleras.

Roger arquea una ceja. -Ese no es el vestíbulo-.

-Eso no es asunto tuyo.-

-Arriba.-

-No me llames así -espeto. Mi mirada es aguda, al igual que mi voz-. Hagamos como si nos hubiésemos conocido hoy.

Las puertas se abren y me sorprende ver a los fornidos guardaespaldas apiñados afuera. Miran a Roger, lo evalúan antes de mirarme con sospecha.

Levanto las cejas. ¿Roger viaja ahora con guardaespaldas? ¿Qué tan rico es?

No importa. Me abro paso entre los hombres y me alegro de que Roger no me siga.

            
            

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