Mycalyna - La reina del Este
img img Mycalyna - La reina del Este img Capítulo 4 Nuevo desplante
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Capítulo 8 Ofensa img
Capítulo 9 Solo te veo como amigo img
Capítulo 10 Somos amigos img
Capítulo 11 Una profunda conversación img
Capítulo 12 Una muerte dolorosa img
Capítulo 13 No eres mi tipo img
Capítulo 14 Invitación de Jerónimo img
Capítulo 15 Mi primer beso img
Capítulo 16 ¿Qué sucede entre los dos img
Capítulo 17 No tienes nada con él img
Capítulo 18 ¿Salida al cine img
Capítulo 19 No contesto sus llamadas img
Capítulo 20 Otra vez en la clínica img
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Capítulo 4 Nuevo desplante

Mordí mi labio, traté de recordar y tenía razón. Jamás había dicho el nombre.

-¿Su nombre es Alma? -afirmó-. ¿Por qué ese nombre?

-¿Por qué este se llama Tierra? -Se encogió de hombros.

-Ya entendí, disculpa.

Sonreí, pregunta tonta, era como decir por qué a la gallina le dicen gallina, porque al computador se le dio ese nombre, eres tonta Yelena.

-Dentro de poco serás la persona más influyente y sabrás qué hacer.

-Pertenezco aquí, si nací, crecí, vivo en esta galaxia, es por solicitud de la Energía, la misma de la que tanto hablas, pero Dios cambió los planes, me vinculó a la Tierra.

-Comienza a preguntarte lo mismo, yo no encuentro en este planeta nada bueno. Es corrupto, sin sentido común, pisotea a la naturaleza como si fuera territorio propio, como si el mundo fuera de ellos cuando es completamente, al contrario. Eres la segunda al mando de la Energía, primero tenemos al rey solo que...

-Se pone interesante la conversación.

-No hablaré más, aún no es tiempo.

-¡Abuela! -subió las escaleras, me dejó en el sótano, realicé un mohín de frustración-. ¿Tan malos somos? ¡Existe gente buena!

Preferí dejar el tema ahí. Era muy sensible ante el modo de nosotros tratar al mundo. Nos acercamos al abismo irreversible de la destrucción. Tal vez mi alma sea de dicho planeta, pero mi cuerpo era terrestre. Subí las escaleras.

-Abuela, ¿crees que la Tierra tenga alguna posibilidad?

-Presta atención. Somos desarrollados, les llevamos miles de años luz a los terrícolas, los humanos no hacen lo que tú haces. A ti se te revelarán, conocerás tus capacidades, resolverás ciertas situaciones con sabiduría y eso no son hechizos como sueles decirle.

» Hay algunos, pero ¡jamás los utilices!, en Alma a cierto grupo de las élites se nos revela información muy antigua. -Me explicó-, nos revelan magia, yo lo veo como conocimiento. -La abuela ingresó a su habitación, fui tras ella.

» Nos lo revelan para saber cómo combatirlos, el mal se suele apodarse de algunas almas. El Norte cayó bajo ese estilo de vida, se dejó llevar por la envidia, la codicia y el deseo de poder. Debes saber de ellos para combatirlos, recibimos la fuente de energía de la naturaleza. Podemos sanarnos, curar con la energía de nuestras manos.

» ¿Te imaginas a los humanos con su intelecto lo que harían con ese conocimiento? No se encuentran preparados. -suspiré-. Nuestro hogar es diferente cariño, muy diferente. -Los ojos se le iluminaron-. Cuando lo conozcas lo comprenderás.

-Comprendo. Otra pregunta. ¿Estoy destinada a un solo hombre? -Mi abuela sonrió.

-El rey es hermoso, él es diferente, en cambio, tú...

-¿Qué pasa conmigo?

-Ya hablé de más. -cortó como siempre.

-¿Por qué no me llevas a conocer mi supuesto mundo?

-A su debido tiempo lo conocerás. Primero debes permanecer en la Tierra hasta tu cumpleaños dieciocho. -Eran las reglas más raras.

-Después conoceré al hombre de mis sueños, perfecto y bello. -Le hice una mueca.

-Debe de haber cambiado, cuando niño era demasiado listo, vivaz, temerario, con rasgos de que se convertiría en un ser atractivo. Sí... No te burles porque será tu soberano, hace mucho no lo veo, tal vez ya ni lo conozca, debió cambiar, ahora es un adulto, cuando niño se parecía a su madre, el porte y la elegancia de su padre, la estirpe de los reyes.

-Lo conoces muy bien, hablaste de esa familia con mucha nostalgia. -Se puso nerviosa, tomó una toalla y se dirigió al baño.

-Conozco su alma cuando nació. ¡Te cuidará con su vida de ser necesario! -sonreí, ella se detuvo en la puerta del baño-. ¿De qué te ríes?

-No creo que se fije en mí. Si tengo ese cambio, espero terminar convertida en una reina de belleza. -comenté mientras salía de su habitación.

-Si dejas de utilizar esos feos pantalones con esas camisetas grandes de niño, tendrías a miles de jóvenes a tus pies. -«Si como no», pensé para mis adentros.

Me levanté temprano para ir a la escuela, saqué el primer pantalón con una camiseta de la pila de ropa acomodada en el armario. Ya se dio por vencida conmigo, por eso varía el orden con el fin de no repetir la misma ropa. Al ser promovida ahora estaba en el último año, aún no lograba adaptarme a mis compañeros, de eso han pasado tres meses. Por momento me gustaría volver al grupo del año anterior donde se encontraba mi mejor amiga.

Cada mañana era un sufrimiento interno ponerme la coraza para recibir comentarios mal intencionados en el salón. Las burlas por ser diferente, el cerebrito andando. He de reconocer lo incómoda que lograban hacerme sentir. Por más superdotada también era humana y deseaba ser aceptada.

-Buenos días, abuela. Nos vemos en la tarde.

Besé su frente, el desayuno se encontraba sobre la mesa, comí rápido, nunca he llegado tarde a la escuela, era de las primeras en el aula, así evitaba una gran tanda de malos comentarios. Se presentó frente a mí antes de abrir la puerta.

-Que la Energía divina te proteja.

Acostumbraba a decirme eso, luego realizaba un círculo frente a mí para terminar con su mano en mi corazón, ¡no sé para qué!, pero a mí me agradaba. Era como si saliera con un escudo ante los accidentes. Estaba tan acostumbrada a ese gesto. Era una de las pocas personas que no traían auto a la escuela. Cuando ingresé al instituto, fui directo al aula de clase, en el camino vi al vecino, su expresión era algo seria, estaba desubicado, entonces como buena samaritana me acerqué a saludarlo para ofrecerle ayuda.

-¡Hola!

La forma de mirarme era el pan diario de mi estadía en la escuela, por eso no le presté atención, uno más no hace la diferencia.

-Mi nombre es Yelena Hugman. Soy tu vecina, me alegra que asistas a la misma escuela. ¡Qué coincidencia!

¿Qué tontería fue eso Yelena? Su expresión corporal siguió igual, sin cambio alguno y gracias a Dios no le ofrecí la mano. Su expresión era de «no seas metida», volví a sentir la misma pena del día de ayer.

» Disculpa, nada más quería ser atenta.

-No te estoy pidiendo ayuda, sé defenderme solo.

Afirmé. Sentí mi rostro ponerse rojo, fui consciente del calor salir del cuello. ¡Qué vergüenza!, sentí pena conmigo misma. El corazón palpitó de forma afanosa, desvíe la mirada, no podía verlo a la cara, escuché que tomó aire.

» Eres muy amable, gracias.

Tal vez lo dijo al ver mi reacción, debo aprender a desaparecer de los lugares en situaciones incómodas, y ¡esta!, era una de esas ocasiones. Como deseé saber retroceder el tiempo, así podía evitar dichoso y engorroso encuentro, porque sí era una tremenda idiotez. No contesté, por lo poco que lo traté evidenció su arrogancia. Era el típico idiota presumido. Seguí el camino en dirección al aula, reprimí las extrañas ganas que me dieron de llorar generadas por el desaire. Jamás le hablo a nadie si no habla primero en la escuela, no sé por qué me lancé a cruzar palabra con ese extraño, mira cómo salió. Una razón de más para no hacer amigos nunca.

Al llegar al salón de clase me senté en mi puesto, quedaba en el centro, yo soy el punto discorde. Uno, por ser la consentida de los profesores y dos, porque era la primera en terminar los exámenes. El salón se fue llenando y cuando la mayoría de los estudiantes ingresaron en grupo, el vecino también lo hizo. Quise pagar escondederos a pesos. «No puede ser cierto», ingresó, ni se percató que yo sería una de sus compañeras.

Las chicas del salón abrieron sus ojos, comenzaron a susurrar entre sí, y a mirarlo, como lo hacen las típicas niñas fáciles; le coquetearon de manera descarada. Ni lo determiné, ya tuve suficiente con lo acontecido hace unos minutos. Tomó el puesto diagonal a tres sillas detrás del mío. La clase comenzó con el examen de química del profesor Sam, lo resolví en quince minutos, me levanté para entregárselo, al hacerlo volví a ser víctima de los malos comentarios y susurros, mis compañeros lanzaron las acostumbradas frases, mal intencionadas en voz baja, el zumbido fue general.

-¿Ya terminó cerebrito insípido?

El comentario que faltaba. Cuando miré a Larry con ganas de fulminarlo, ahí se encontraba el vecino haciendo una mueca, como si estuviera conteniendo la risa. Volví a avergonzarme, el calor se subió a mi rostro de nuevo. Hoy no era mi día, la protección de la abuela no funcionó. Sentí un nudo en la garganta, me senté sin levantar la vista del puesto. La clase transcurrió lenta.

Durante la mañana nos cruzamos en algunas clases. Supe que su nombre era Jerónimo Bell, también noté que le gustaba ser el centro de atención, el mundo debía girar alrededor suyo. En cuestión de horas fue acosado por las mujeres, y a los chicos tratando de congeniar con él. En tiempo récord creó un grupo liderado, vaya ironía, consiguió amigos con solo chasquear los dedos y yo tengo tres meses en el último curso, no he logrado hacer ni uno. En la cafetería me reuní con Sharon.

-¡Yelena! -gritó desde nuestra mesa, cuando tomé asiento, preguntó-. ¿Ya viste el nuevo espécimen e integrante de la escuela?, es muy atractivo. ¡No! Es un machote.

            
            

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