La Reina y la Usurpadora
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Capítulo 9 La Guerra Silenciosa

El sol comenzaba a filtrarse por las enormes ventanas del penthouse de Isabela, iluminando las líneas modernas y elegantes de su oficina. La ciudad seguía siendo un mar de ruido y movimiento a sus pies, pero Isabela, desde su atalaya, estaba completamente inmersa en sus pensamientos. Los últimos días habían sido una serie de tácticas que solo aumentaban la tensión entre ella y Valeria. Desde la cena en el hotel hasta las reuniones clandestinas que se sucedían cada vez con mayor frecuencia, el terreno de batalla había cambiado.

Ya no era solo un juego de negocios; ahora, cada movimiento estaba cargado de una guerra no declarada, pero definitivamente real.

Isabela sabía que Valeria estaba jugando su propio juego, pero lo que no esperaba era que estuviera tan decidida a desestabilizarla. Después de todo, ¿qué podía querer una mujer tan joven en la cima de su carrera, enfrentándose a alguien tan consolidado como ella? Isabela había tenido tiempo de sobra para estudiar a Valeria, y había llegado a la conclusión de que esta joven empresaria no era solo una usurpadora: era una mujer con un propósito claro. Algo más allá de una mera ambición. Y eso era lo que más la inquietaba.

La pantalla de su teléfono se iluminó con un mensaje. Era de Valeria, y su tono estaba impregnado de una arrogancia calculada que Isabela comenzaba a encontrar cada vez más insoportable.

"Veo que ya estás en tu oficina, como siempre. He escuchado que tienes una oferta que podría interesarme. Si te atreves, estaré esperando en mi lugar habitual."

Isabela dejó el teléfono sobre su escritorio con una sonrisa burlona. Valeria era un acertijo, una pieza impredecible que no sabía cómo encajar. Y, sin embargo, Isabela sentía que debía seguir el juego. No podía dejar que Valeria pensara que la había dejado fuera de lugar. La tentación de enfrentarse a ella, de hacerle ver lo que significaba realmente el poder, se había vuelto irresistible.

A las diez de la mañana, como había prometido, Isabela llegó a la cafetería donde Valeria siempre la esperaba. El ambiente estaba relativamente tranquilo, pero la presencia de Valeria era suficiente para que la tensión se volviera palpable en el aire. La joven empresaria estaba sentada en una mesa en una esquina, con una copa de vino blanco frente a ella, una bebida ligera que contrastaba con su presencia intensa. La mirada de Valeria se alzó cuando Isabela entró, y en ese momento, ambos supieron que este encuentro no sería como los anteriores.

Isabela se acercó con paso firme, pero sin prisa. Sabía que este era un terreno neutral, donde ambas podían jugar sin que el poder de una sobrepasara al de la otra... por ahora. Tomó asiento frente a Valeria y, sin mediar palabra, la joven dejó la copa de vino sobre la mesa y se inclinó ligeramente hacia adelante.

- Te he estado esperando, Isabela -comentó Valeria con su tono suave, pero cargado de intenciones.

Isabela no respondió de inmediato. La observó con calma, analizando el rostro de Valeria, la forma en que su presencia llenaba el espacio con una mezcla de confianza y provocación.

- No sabía que tenías algo que ofrecerme -dijo Isabela, cruzando los brazos. Su postura era de desafío, aunque también de cautela. No estaba segura de qué esperar de Valeria esta vez.

Valeria sonrió, una sonrisa que era tanto una amenaza como una invitación. Tomó un sobre de su bolso y lo deslizó hacia Isabela. Ella lo miró, desconcertada, antes de tomarlo y abrirlo. Dentro, encontró un contrato, pero no un contrato cualquiera. Era una oferta para una nueva empresa, una startup que Valeria había estado cultivando en secreto. Una oferta que, si Isabela aceptaba, cambiaría por completo la dinámica del mercado inmobiliario en Nueva York.

- Este contrato representa lo que podría ser el futuro del sector inmobiliario. O lo que te gustaría que fuera el futuro de Luján Enterprises. O tal vez, lo que yo quiero que sea el futuro de mi propia empresa. Te ofrezco una alianza, Isabela. Un movimiento en conjunto que nos pondría a ambas a la cabeza de todo lo que está por venir.

Isabela miró el contrato en sus manos, pero sus ojos nunca dejaron de estar fijos en los de Valeria. La oferta era tentadora, sí, pero sabía que todo en este juego de poder tenía un precio, y que Valeria no estaba dando nada sin esperar algo a cambio.

- ¿Y qué quieres a cambio? -preguntó Isabela, sin apartar la mirada.

Valeria respiró profundamente antes de hablar.

- Quiero lo que siempre he querido, Isabela: tu aceptación, tu respeto. Y, sobre todo, quiero que reconozcas que soy más que una amenaza. Quiero que me veas como una aliada, no como un obstáculo. Si lo haces, te aseguro que este acuerdo nos beneficiará a ambas.

Isabela sabía que Valeria era astuta. La oferta era una trampa disfrazada de oportunidad. Si aceptaba, ganaría poder, sí, pero también perdería algo más importante: el control. La joven empresaria no era tonta. Sabía que al ceder en este punto, estaría entrando en un juego en el que las reglas las impondría Valeria.

Pero Isabela no era de las que retrocedían ante un reto. Si Valeria quería jugar con fuego, entonces debía aprender que, a veces, el fuego puede consumirlo todo.

- No necesito que me respetes, Valeria. Ni que me aceptes. Pero me has subestimado si piensas que puedo caer en tus juegos tan fácilmente -respondió Isabela, dejando el contrato sobre la mesa. Su tono era firme, casi desafiante, mientras sus ojos brillaban con una determinación inquebrantable.

Valeria no se inmutó ante la negativa de Isabela. En cambio, su sonrisa se amplió, como si hubiera esperado esa respuesta.

- Ya veremos, Isabela. Ya veremos quién subestima a quién al final de todo esto -dijo Valeria, y su voz adquirió una resonancia profunda, como si estuviera segura de que el tiempo jugaría a su favor.

Isabela se levantó de la mesa sin mirar atrás. Sabía que este enfrentamiento no había terminado. Apenas comenzaba.

A medida que se alejaba de la cafetería, las palabras de Valeria resonaban en su mente. El juego estaba en marcha, y en ese momento, no importaba cuánto control tuviera sobre el resto del mundo. Con Valeria, no podría ganar con las mismas tácticas. Necesitaba algo más: algo que solo el tiempo le diría cómo obtenerlo.

Pero no había vuelta atrás. La guerra entre ellas se había desatado, y lo único que Isabela sabía con certeza era que, en este juego de poder, solo una reina quedaría de pie al final. Y no permitiría que esa reina fuera otra que ella misma.

            
            

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