La Reina y la Usurpadora
img img La Reina y la Usurpadora img Capítulo 8 Jugando con Fuego
8
img
  /  1
img

Capítulo 8 Jugando con Fuego

La noche había caído por completo, y la ciudad de Nueva York seguía vibrando con su energía inquebrantable. Isabela se encontraba sentada en su despacho, observando la vista de las luces titilando a lo lejos. La calma que había logrado construir en su vida estaba siendo desmantelada lentamente, pieza por pieza, y ella sabía que ya nada volvería a ser como antes.

Desde su conversación con Valeria, un torbellino de emociones la invadía. La joven empresaria se había infiltrado en su mente de una manera que Isabela no había anticipado. Cada palabra que Valeria le había dicho en la cena parecía rebotar en su cerebro, cada mirada desafiante, cada sonrisa insinuante... Todo parecía tener una carga extra, una electricidad palpable. Y lo peor de todo era que Isabela no sabía cómo manejarlo.

El teléfono vibró en la mesa, interrumpiendo sus pensamientos. Isabela levantó la vista con rapidez, y al ver quién era el remitente, un pequeño escalofrío recorrió su espalda. Era Valeria.

"El fuego nunca se apaga tan fácilmente. Te espero mañana, a las diez. Si tienes agallas, claro."

El mensaje fue breve, directo y cargado de una provocación que hacía que Isabela sintiera una mezcla de ira y, extrañamente, anticipación. ¿Por qué Valeria la desafiaba de esta manera? ¿Qué esperaba conseguir con esa invitación tan cargada de tensión? Y, lo que era aún más importante, ¿por qué, en lugar de sentirse amenazada, Isabela sentía una extraña urgencia de aceptar?

Sin pensarlo demasiado, Isabela tecleó una respuesta con rapidez.

"A las diez. No se te olvide que este fuego puede consumir a ambos."

La respuesta fue inmediata. Un solo emoji: una llama. Y, aunque Isabela trató de mantener su expresión seria, no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara a sus labios. Valeria era audaz, un reflejo de la mujer que alguna vez había sido Isabela, cuando aún se sentía imparable, cuando no temía a nadie ni a nada.

A la mañana siguiente, Isabela despertó temprano, como siempre lo hacía. La rutina era su refugio, el único espacio en el que realmente se sentía segura. Sin embargo, el día de hoy era diferente. El reloj marcaba las nueve cuando su asistente le informó que Valeria había llegado a la oficina, a la sede de Luján Enterprises. Su presencia, tan inesperada como decisiva, no dejaba espacio a la duda. Isabela sabía que no podía retrasarse más. Tenía que enfrentarse a Valeria y poner fin a este juego antes de que se saliera de control.

Se levantó de su silla, ajustó el blazer negro con precisión y se dirigió al ascensor. Mientras ascendía al último piso, su mente daba vueltas. El edificio era su territorio, su dominio. Cada rincón de Luján Enterprises había sido diseñado por ella para reflejar su poder. Sin embargo, en este momento, ella misma se sentía vulnerable. La ironía no la pasó por alto: estaba entrando a su propia oficina sintiendo que algo -o alguien- la estaba desestabilizando.

El ascensor se detuvo, y las puertas se abrieron, revelando la imponente sala de juntas, en la que Valeria ya esperaba. Sentada en la silla principal, como si hubiera estado esperando este momento desde siempre, Valeria la miró sin mover un músculo. Su presencia era, en un nivel subconsciente, tan dominante como la de Isabela. Pero hoy, era Valeria quien jugaba en el terreno de Isabela. Y lo sabía.

- Qué puntual, Isabela -comentó Valeria con una sonrisa que tenía más de desafío que de cortesía.

Isabela la observó un momento, analizando cada centímetro de su rostro. No había ira en sus ojos, solo una calma peligrosa, una frialdad que la desconcertaba. Había algo hipnótico en la forma en que Valeria la miraba, algo que la obligaba a cuestionar sus propias intenciones.

- No me hagas perder el tiempo -respondió Isabela, su tono firme pero con una dosis de amargura-. ¿Por qué estás aquí, Valeria? ¿Es otra de tus jugadas?

Valeria se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos brillando con una intensidad que solo las personas que realmente sabían lo que querían podían proyectar.

- No es una jugada, Isabela. Es una invitación. Quiero que entiendas que este juego no se acaba solo porque tú quieras. Y no importa cuánto puedas resistirte, el fuego se avivará si lo dejas. Yo estoy aquí para que lo comprendas.

Isabela apretó los dientes, sintiendo que la ira comenzaba a subir por su cuello. Pero no iba a ceder. No lo haría. Había trabajado demasiado tiempo para llegar hasta aquí, y nadie, ni siquiera Valeria, iba a arrebatárselo.

- Si crees que me vas a asustar con tus palabras, estás equivocada -replicó Isabela, tomando asiento frente a Valeria. El control seguía estando en sus manos. Así debía ser.

Sin embargo, Valeria no se inmutó. En lugar de eso, se reclinó en su silla y cruzó las piernas, de una manera que parecía casi casual, como si estuviera jugando una partida de ajedrez en la que ya conocía las jugadas de su oponente.

- Yo no busco asustarte, Isabela. Busco que veas la verdad. Tú y yo estamos cortadas por la misma tijera, lo sabes tan bien como yo. Ambas hemos jugado con fuego toda nuestra vida, y ahora es hora de ver quién es más hábil en este juego. Quiero que me enfrentes con todo lo que tienes, porque cuando todo termine, solo una de nosotras quedará de pie. Y si eres honesta contigo misma, sabes que la otra caerá.

Isabela guardó silencio, procesando las palabras de Valeria. No le gustaba cómo sonaban, pero también sabía que había una verdad en ellas que no podía negar. Había algo en esta joven, algo que la desafiaba en todos los niveles, que la desestabilizaba. Si bien no estaba dispuesta a admitirlo, Isabela sabía que no podía dejar que Valeria la desbordara.

- Entonces juguemos -dijo, su voz baja pero cargada de determinación-. Pero recuerda una cosa, Valeria: yo nunca pierdo. Y esta vez no será diferente.

Valeria le dedicó una sonrisa de reconocimiento, como si estuviera disfrutando de cada palabra, de cada momento.

- Veremos. -respondió Valeria, y su tono dejó claro que este era solo el comienzo de una guerra mucho más grande.

El fuego que ambas habían encendido en ese momento no se apagaría fácilmente. Las reglas del juego estaban claras, y no había vuelta atrás. Lo que comenzaba como una lucha por el poder y el control pronto se convertiría en una batalla más compleja, en la que los deseos, las traiciones y las pasiones comenzarían a jugar un papel mucho más importante que el dinero o la fama.

Isabela sabía que estaba caminando por un filo muy delgado. Pero no podía detenerse ahora. Valeria había retado a la reina, y ahora solo quedaba ver quién caía primero en el abismo que ambas habían creado.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022