Sombra de un Amor Prohibido
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Capítulo 4 La Llamada del Peligro

La noche cayó rápidamente sobre la ciudad, cubriendo las luces de la metrópoli con un manto de oscuridad. Isabel se encontraba en su apartamento, frente a una mesa llena de documentos que había estado revisando durante horas. Los papeles, las imágenes y los correos que había reunido durante la última semana formaban un caos organizado ante ella, pero su mente estaba lejos de allí. Cada vez que pensaba en la conversación con Hugo esa tarde, un nudo en el estómago la hacía sentir inquieta.

Sabía que algo más estaba sucediendo, algo que no se podía prever. A pesar de las promesas de Hugo, algo dentro de ella le decía que las amenazas a las que se enfrentaba no solo eran externas a la empresa. Había una sensación persistente, como si todo lo que Hugo había dicho tuviera una capa de incertidumbre, como si los peligros estuvieran mucho más cerca de lo que él mismo quería admitir.

Isabel intentó apartar esos pensamientos, pero la intensidad del momento seguía retumbando en su mente. No podía negar que cada vez que Hugo la miraba, algo dentro de ella reaccionaba. La atracción que sentía por él no era algo que pudiera ignorar. En ese espacio reducido, dentro de las paredes de su oficina, entre investigaciones y estrategias, Hugo se había convertido en algo mucho más complejo. Un líder, un hombre de negocios imparable, pero también un ser humano vulnerable, con más en juego de lo que él dejaba entrever.

El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Isabel miró la pantalla, y por un segundo, su corazón dio un brinco al ver el nombre de Hugo en la pantalla. Sabía que la llamada era importante. Sabía que no podía eludirlo, a pesar de lo que sentía por él. Así que, con una respiración profunda, descolgó el teléfono.

-Isabel -la voz de Hugo, clara pero tensa, le dio una sensación de urgencia-. Necesito que vengas ahora mismo a la oficina. Hay algo que debo mostrarte.

Isabel sintió que el aire se le escapaba del cuerpo al escuchar la urgencia en su tono. Algo no estaba bien. No podía esperar hasta el día siguiente. Tenía que ir.

-¿Qué sucede? -preguntó, mientras ya se levantaba de la mesa para recoger su abrigo.

-Es más seguro que lo veas por ti misma. Estoy esperando. -Y antes de que pudiera añadir algo más, la línea se cortó.

Aceleró el paso, sin pensar mucho en lo que estaba dejando atrás. El tiempo parecía haberse condensado, y su mente solo podía enfocarse en lo que Hugo pudiera necesitar. Salió del apartamento y tomó un taxi directo a la oficina de la multinacional. Su corazón palpitaba más rápido con cada minuto que pasaba, mientras las luces de la ciudad parecían parpadear en sincronía con la creciente ansiedad que sentía.

Cuando llegó, el edificio estaba sorprendentemente tranquilo. El ambiente se sentía pesado, como si la misma estructura de acero y vidrio tuviera la capacidad de percibir el peligro. Subió al elevador, con el pulso acelerado y una sensación de inquietud que crecía conforme se acercaba a la oficina de Hugo.

Al llegar, la puerta de la oficina estaba entreabierta. Entró sin hacer ruido, buscando a Hugo con la mirada. Él estaba de pie junto a su escritorio, mirando fijamente la pantalla de su ordenador. No había rastro de su usual confianza. Esta vez, su postura era tensa, sus manos apretadas en los bordes de la mesa. Isabel sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo grave estaba ocurriendo, y él no estaba siendo completamente honesto.

-¿Hugo? -preguntó con cautela.

Hugo levantó la mirada y, al verla, su expresión cambió por un instante. Sus ojos mostraron una mezcla de frustración y algo más que Isabel no logró descifrar.

-Ven -dijo, moviendo la mano hacia la pantalla de su ordenador, invitándola a acercarse. Cuando lo hizo, notó que en la pantalla había una serie de correos electrónicos, todos ellos con detalles específicos sobre transacciones sospechosas, acuerdos secretos y un nombre que le heló la sangre: Javier Marín, un nombre que Isabel conocía muy bien.

-¿Javier Marín? -preguntó, casi sin creer lo que veía. Marín era uno de los colaboradores más cercanos de Hugo, y uno de los hombres en los que él más confiaba. Había trabajado a su lado durante años, y su relación parecía sólida. ¿Cómo era posible que sus transacciones estuvieran implicadas en algo tan peligroso?

Hugo se pasó una mano por el rostro, como si intentara liberar la tensión que sentía. Luego, miró a Isabel con una seriedad inquebrantable.

-No entiendo qué está pasando. Javier... me ha traicionado. Alguien está manipulando los hilos desde dentro. Pero no puedo saber hasta qué punto está comprometido. Todo esto podría ser una trampa. Si alguien sabe que he descubierto lo que está pasando, estaré aún más expuesto.

Isabel procesó las palabras de Hugo, intentando comprender la magnitud de la situación. El peligro ya no era solo una amenaza externa. Había una traición en el círculo más cercano de Hugo, una que podría desmoronar todo lo que había construido. La imagen del hombre confiable que ella había conocido empezaba a desvanecerse. Ya no estaba seguro ni de sus propios aliados.

-¿Cómo vamos a manejar esto? -preguntó Isabel, su voz firme, aunque con la sombra de la preocupación visible. A pesar del miedo que sentía, sabía que, como siempre, tenía que mantenerse profesional.

-No puedo confiar en nadie más que en ti -respondió Hugo, mirando a Isabel de una manera que hizo que su estómago se retorciera. Algo en su tono la hizo sentirse más vulnerable que nunca. Había una carga en sus palabras, algo que los unía más allá de lo profesional.

Isabel lo miró, tratando de mantener la compostura, pero sintió que algo en el aire había cambiado. Su cercanía con Hugo se estaba tornando cada vez más peligrosa, y ella no podía ignorar las emociones que se desbordaban entre ellos. A medida que la situación se volvía más crítica, no podía evitar preguntarse: ¿qué pasaría si los lazos que compartían los arrastraban hacia una espiral que ni ellos podían controlar?

-Lo que sea que necesites, estaré aquí para ayudarte -dijo finalmente, consciente de lo que implicaba esa promesa.

Hugo asintió, sus ojos fijos en ella con una intensidad que Isabel nunca había visto. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, y por un momento, el peligro y el deseo se mezclaron de una forma que hizo que Isabel se sintiera atrapada en su propio papel en este juego de sombras.

La llamada del peligro ya no era solo profesional. Había algo más en juego. Algo que no podía detenerse.

            
            

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